La llegada de la impresión 3D en la década de los 80 supuso la apertura de un mundo lleno de posibilidades no solo a nivel industrial, sino también a nivel creativo. Gracias al abaratamiento de determinadas tecnologías y la apertura de ciertas patentes, quienes se dedican al arte han podido ir acercándose cada vez más a la fabricación aditiva,  lo que ha dado origen a un importante dilema: ¿hasta qué punto puede considerarse a la impresión 3D una herramienta de creación artística? ¿Puede abrir nuevos horizontes a lo que ahora consideramos arte? ¿Qué posibilidades han surgido?

Un poco de historia:

Para comprender mejor el presente y el futuro es necesario echar un vistazo al pasado.

En 1826 surgió, con la primera fotografía del inventor y científico aficionado Joseph Nicéphore Niépce, una nueva técnica para capturar una imagen. Esta tecnología necesitó más de un siglo para ser considerada un arte.

En la actualidad, la fabricación aditiva está pasando por una crisis similar dentro de este campo pero lo que es innegable es que, evidentemente, esta tecnología es mucho más compleja, por lo que se ha introducido en un gran número de sectores, aunque no por ello deja de ser una herramienta de gran valor para artistas. En el mundo del arte podemos encontrar numerosos ejemplos como el del alemán Peter Lang.