Silvia García Parejo. Facultad Ciencias de la Educación.

Actualmente la actividad física se ha visto incrementada en la sociedad, relacionándose con la sensación de disfrute o asociándolo a pensamientos positivos. La gran mayoría de personas buscan en el deporte una vía de escape para la rutina diaria además de mejorar significativamente su salud, ya sea practicando deporte con un grupo de iguales o individualmente. 

Podemos decir que el deporte contribuye a la interiorización de normas y reglas, a controlar las emociones del individuo, a mejorar su voluntad frente a los obstáculos que puedan presentarse en la vida cotidiana, a canalizar la agresividad, etc. Puede parecer que la actividad físico-deportiva es buena en sí misma, pero la realidad es que lo que va a marcar la valoración de las actividades es la forma en que la llevemos a cabo. (Buñuel, 2015, p.1) Ya que si identificamos, gestionamos bien nuestras emociones y no dejamos que nos controlen, podemos disfrutar del deporte en su plenitud. 

Por eso es tan importante adquirir una buena competencia emocional que, como definen Bisquerra & Pérez, (2007, p. 66), se trata del conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales. Esta competencia implica saber manejar de manera adecuada en diferentes contextos de la vida las emociones tanto en relación con uno mismo como en relación con las demás personas (Bisquerra, 2003). 

Desde el punto de vista clínico y como señala Buñuel (2015, p. 1): La actividad físico-deportiva es un facilitador de emociones positivas y ayuda a evitar o superar emociones perjudiciales. Al realizar cualquier tipo de AFD, el organismo segrega hormonas y neurotransmisores (endorfina, serotonina) que nos hacen sentir bien. Aumenta el nivel de energía de nuestro organismo. Esta sensación suele tenerse durante la realización de la actividad ya que el efecto de las endorfinas es rápido y potente. 

Por lo que podríamos hablar del ejercicio físico como un gran canalizador de emociones, disminuyendo así el enfado, la ira o la ansiedad. 

La relación de la actividad física con la gestión de las emociones negativas es también muy útil. La práctica de un deporte o un baile bloquea los pensamientos negativos o preocupaciones que se pudieran tener, ya que exige al cerebro una ocupación total en la actividad con el organismo generando endorfinas (Buñuel, 2015, p. 1) 

La gestión de emociones es más frecuente a la hora de realizar deportes de equipo, pues es necesario interactuar con los otros participantes, ya sean compañeros y/o adversarios. En estas modalidades deportivas dialogar, pactar, plantear estrategias con compañeros, así como resolver imprevistos asociados a las relaciones inciertas que provocan los rivales son agentes generadores de vivencias emocionales intensas. (Delgado, Burgués et. al, 2014). 

Pero, aunque las competiciones, en unos inicios puedan generar ciertas emociones negativas, podemos decir que los deportes de equipo favorecen actitudes empáticas y cívicas, pues deben acatar las normas establecidas en el juego y respetar a sus compañeros y rivales . 

Por todo lo mencionado anteriormente podemos decir que el deporte juega un papel fundamental dentro del ámbito educativo. Y no nos referimos a tratarlo sólo dentro de las instituciones educativas, si no que es una herramienta muy efectiva para aprender a controlar nuestras emociones, y así poder disfrutar plenamente de todos los beneficios que nos aporta la actividad física. 

 

Referencias bibliográficas

  • Bisquerra, R. (2003). Educación emocional y competencias básicas para la vida. Revista de Investigación Educativa, 21(1), 7-43. 
  • Bisquerra, R., & Pérez, N. (2007). Las competencias emocionales. Educación XXI. 10, 61-82.
  • Buñuel, P. S. L. (2015). Valores y educación emocional a través de la actividad físico-deportiva. E-motion: Revista de Educación, Motricidad e Investigación, (4), 1-2. 
  • Delgado, C. D., Burgués, P. L., Anzano, A. P., Martínez, R. M., & Soler, G. P. (2014). Educación física emocional en secundaria. El papel de la sociomotricidad. Apunts Educación Física y Deportes, (117), 23-32. 
  • Extremera, N., & Fernández-Berrocal, P. (2004). Inteligencia emocional, calidad de las relaciones interpersonales y empatía en estudiantes universitarios. Clínica y Salud, 15(2), 117-137. 
  • Rebollo, J. A. (2013). La Educación emocional en el animador deportivo. Revista de Educación, Motricidad e Investigación, (1), 191-195.

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