Por Sebastián Díaz Pérez. Alumno del máster.

En un estudio sobre el consumo de alimentos funcionales en
Europa (Özen, 2014) se diseñó una encuesta de 16 preguntas en la que se
intentó evaluar los conocimientos, preferencias, tendencias y juicios sobre los
alimentos funcionales de expertos nutricionistas españoles y otros expertos en
el campo de la nutrición. Una de las preguntas fue “¿Cuál cree que es el mayor
problema de algunos alimentos funcionales?” Los encuestados pueden
responder una de las siguientes opciones:
• No se conocen a veces los beneficios
• No se conocen los posibles efectos negativos
• Se crea una alimentación medicalizada
• Son más caros
• No son alimentos naturales
• Otras razones (publicidad engañosa, creer que se consigue una
alimentación saludable)
Una publicación reciente publicada por Rohan Ameratunga y colaboradores en
Critical reviews in food science and nutrition recoge perfectamente los posibles
“puntos negativos” de los alimentos funcionales que cada vez están más
presente en nuestras vidas. Ameratunga et al. Porporcionan una tabla con una
lista de los “riesgos asociados a los alimentos funcionales”:
– Riesgos asociados con la frágil definición de “alimento funcional”
(inconsistencias en sus regulaciones e impacto en consumidores)
– Riesgos asociados con el control de calidad deficiente de estos
productos (posibles efectos tóxicos)
– Mayor riesgo de cáncer (p.ej. hay evidencia de que el exceso de
alimentos enriquecidos en folato puede aumentar el riesgo de cáncer en
ancianos).
– Riesgo de reacciones adversas a los alimentos (alergias).
Además, un punto interesante y muy importante en este estudio es que hace
referencia a esos consumidores que creen que los alimentos funcionales
pueden compensar la falta de una dieta sana y equilibrada y pueden realmente
estar en riesgo por la dieta. De manera similar, el consumo de alimentos
funcionales no exime a los consumidores de su responsabilidad de cambiar los
estilos de vida poco saludables para reducir el riesgo de enfermedades
crónicas.
Por lo tanto, ¿El objetivo de las empresas es informar bien sobre los alimentos
funcionales al consumidor y educarle, o lo que quieren realmente es ganar
dinero?

Bibliografía:
1. Basulto Marset, J., Casas-Agustench, P., Babio, N., & Salas-Salvadó, J. (2012).
Knowledge, interest, predisposition and evaluation of functional foods in Spanish
dietitians-nutritionists and experts in human nutrition and dietetics. Nutricion
hospitalaria, 27(2), 632–644. https://doi.org/10.1590/S0212-16112012000200042
2. Lucock, M., & Yates, Z. (2009). Folic acid fortification: a double-edged sword. Current
opinion in clinical nutrition and metabolic care, 12(6), 555–564.
https://doi.org/10.1097/MCO.0b013e32833192bc
3. Ameratunga, R., Crooks, C., Simmons, G., & Woon, S. T. (2016). Health Risks and
Adverse Reactions to Functional Foods. Critical reviews in food science and
nutrition, 56(2), 318–325. https://doi.org/10.1080/10408398.2012.751895
4. Özen, A. E., Bibiloni, M., Pons, A., & Tur, J. A. (2014). Consumption of functional foods
in Europe; a systematic review. Nutricion hospitalaria, 29(3), 470–478.
https://doi.org/10.3305/nh.2014.29.3.7148

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