Por María de los Ángeles Ángel Lobato

 

Durante el desarrollo de la historia de la música electrónica, los periodos bélicos expulsaron a los hombres fuera de las instituciones creativas y fue el momento de muchas mujeres de cubrir ciertos espacios, poniéndolas en relación con la música y la tecnología. Sin embargo, años más tarde, esos espacios fueron reclamados por los hombres de nuevo. Las mujeres creadoras de música electrónica encuentran la voz como uno de los pocos lugares donde la creación masculina les permite desarrollarse, ya que la música vocal, la voz, se asocia a un contexto íntimo, al hogar. Por ello, se comienza una reconquista de estos lugares reclamando su voz, reinventándola y repensándola. Así pues, tras haber explorado con técnicas vocales a derribar los prototipos de lo que se considera una voz femenina, comenzaron a utilizar la tecnología para expandir sus capacidades. De esta forma, integran esta tecnología en su identidad, a modo de ciborgs, o incluso despojando a las voces de características masculinas o femeninas para hacerlas andróginas o manipulando su altura y timbre para representar distintas personalidades en su música, como es el caso de Laurie Anderson. Ella, igual que Annette Peacock anteriormente, o Pamela Z manipulan y mezclan la voz como recurso expresivo (Rodrigo, 2019).

Estos elementos expresivos se han ido desarrollando tras años de búsqueda creando filtros, frecuencias, armonizadores, vocoders, y, en definitiva, todo tipo de recursos electrónicos y software. En consecuencia y derivado de lo estático del uso de ordenadores, puede resultar en algunos momentos carente de corporeidad en la interpretación en vivo y hace difícil la integración de la tecnología al cuerpo. Por ello, la artista, cantante y compositora Imogen Heap lanzó junto a la inventora y productora musical Kelly Snook un dispositivo hardware con un software especialmente diseñado para este, que pone en contacto el mundo físico y el mundo digital.  Anteriormente, muchas mujeres han participado en la creación de software, pero es un caso excepcional el que se haya gestado esta idea de creación de un dispositivo electrónico desarrollado específicamente para una mujer. Esta extrabajadora de la NASA tuvo en cuenta la fórmula creativa de Imogen Heap, sin embargo, los guantes son totalmente personalizables a la hora de enlazar una postura o movimiento con un recurso expresivo a través del mapping y están a la venta online en la página oficial de MIMU.

Los recursos de los MiMU gloves permiten hacer visuales los efectos y modificaciones mediante la gesticulación y el movimiento. Pone en contacto directo la voz y el cuerpo. La corporeidad de este dispositivo permite que se le pueda relacionar con la danza y con otros recursos expresivos más ligados a la interdisciplinariedad de artes relacionadas con el gesto, el baile, la imagen o sonido. Así pues, aporta a la música electrónica de las artistas un gran número de opciones performáticas, como es el caso de la artista Chagall, quien ha asimilado el uso de los guantes en sus directos e introduce arte visual, baile y drones. Pero también lo utilizan otras artistas como Ariana Grande o la ya mencionada Imogen Heap, cada una con su configuración específica.

                                  

Pero los guantes también son un condicionante a la hora de componer. Las combinaciones son infinitas en el mapping y puede convertirse en el punto de partida de las composiciones. Por lo que podría suponer un cambio en el pensamiento compositivo al nacer estas propuestas desde el movimiento y lo gestual, y así traducir los gestos y movimientos en las creaciones musicales.

El uso de este dispositivo electrónico directamente enlazado con la creación musical femenina pone en juego lo mencionado por la socióloga Judy Wajcman en El tecnofeminismo (Wajcman, 2006). Las mujeres como diseñadoras de tecnología se han visto infravaloradas en el ámbito científico y tecnológico, ya que las cuestiones de género están vinculadas a estos ámbitos y no son una consecuencia del acceso a la educación o al empleo. Es la propia tecnociencia la que debe cuestionarse los sesgos de género, al no considerar a las mujeres conocedoras de la ciencia y menos aún de diseñar sus propios dispositivos. Por ello es importante la reivindicación que entra en juego con el trabajo de Kelly Snook al diseñar y desarrollar dispositivos y tecnología musical enfocada a investigar la realidad social, científica y tecnológica.

 

Bibliografía

Rodrigo, G. (2019). Compositoras del s. XX – XXI. De la creación a la transgresión [Trabajo de Fin de Grado]. Universidad Europea de Madrid.

Wajcman, J. (2006). El tecnofeminismo. Ediciones Cátedra. Universitat de València.

 

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