Cuando alguien busca en la web información sobre algún método pedagógico lo normal es toparse con documentación y, especialmente, cientos de casos de éxito. Parece que, escojas el método que escojas, todos tienen un éxito arrollador, todo el mundo ha sido capaz de aplicarlas de manera efectiva, los alumnos han aprendido una barbaridad y, por último, el profesor es el más chulo, interesante y divertido del mundo.
Desde hace 10 años estoy buscando el mejor método para poder lograr conectar con mis alumnos, motivarles, hacer que les guste el contenido de una asignatura, que aprendan y, si de paso aprueban, pues perfecto.
Creo que tengo una de las mejores bazas: el contenido de la asignatura. Se supone que para un alumno de un grado sobre gestión de información, que le enseñen cómo funciona un sitio web, cómo se organiza la información dentro de él, cómo son las tripas técnicas del invento, cómo posicionar un sitio de la mejor manera posible, cómo aplicar las técnicas de usabilidad y accesibilidad para hacer que una web enganche… debe ser algo que, por sí solo, ya le debería motivar a una persona de veintipocos años.
Sin embargo la cruda realidad es otra: elevado número de suspensos, deserciones masivas a mediados de cuatrimestre, nula comprensión de la teoría y la práctica…
En mi búsqueda de métodos de enseñanza he pasado por casi todos (aprendizaje basado en proyectos, blended learning, aprendizaje colaborativo, enseñanza por competencias…). Lo primero que observaba es que no estaban pensados para la enseñanza universitaria, lo cual ya me suponía un primer inconveniente. En la mayoría de los casos están diseñados para enseñanza primaria y/o secundaria, dejando a un lado la Universidad. Como si estuviese ampliamente aceptado por todo el mundo que en ese espacio lo que funciona es la clásica lección magistral.
Una vez que me empollaba un método, me tocaba rehacer el temario, adaptarlo al nuevo sistema, crear documentación nueva, prácticas nuevas, cronogramas nuevos… En fin algo muy poco divertido que, encima, el sistema de evaluación del profesorado universitario no contempla de forma alguna. Es decir, un brindis al sol. Aquí solo importan tres números: los alumnos que tienes en acta, los que aprueban y los que no se presentan. Con eso se extraen una serie de tasas (de éxito y rendimiento lo llaman) que determinan el éxito o fracaso de tu método docente. La mayoría de mis compañeros no se complican mucho: aprueban mucho, tienen buenas tasas y, por lo tanto, son muy buenos docentes. Conozco a mucha gente que lleva dictando los mismos apuntes en folios amarillentos que me leían a mi cuando yo era su alumno hace años.
Imbécil de mi, lo único que me interesa es que mis alumnos aprendan. Me da igual si aprueban o no. Y, si lo hacen, me da igual la nota que hayan sacado. Pero parece ser que mi pensamiento es poco Bolonia.
Hace cuatro años me topé con un modelo, Flipped Classrom, que lleva el proceso de aprendizaje fuera del aula, empleando el tiempo de clase para facilitar y potenciar otros procesos de adquisición y práctica de conocimientos. Me hizo especial ilusión adaptarlo e implementarlo, porque pensaba que podría ser la solución a mis problemas docentes. En esencia, se supone que el profesor tiene que preparar una serie de materiales adaptados para que el alumno pueda consultaros fuera de clase. Con todo ese material consultado antes de clase por el alumnos, la docencia se deberían convertir en algo dinámico donde profesor y alumnos intercambian información, generan información nueva, se motivan el uno al otro… En fin, todo precioso.
El hecho es que me leí varios libros, asistí a reuniones y llegué a tener un conocimiento bastante profundo del tema. Aunque la mayoría de la documentación no estaba pensada para diseñar clases que serían impartidas para alumnos universitarios, logré adaptarla con casos de éxito de otros colegas de otras facultades.
Una vez adquirido ese conocimiento comencé con la fase de creación de temario nuevo. La clave no estaba en el temario en sí, sino en la forma en la que hay que procesarlo y diseñarlo para conseguir los objetivos. En esencial, desarrollé el temario a texto completo en SCORM para subirlo a la plataforma de tele-enseñanza basada en Moodle que empleaba para la asignatura. Lo dividía todo en diferentes secciones para presentar cada tema como un proceso global. La lógica lo debía dirigir todo: primero aprendían a andar, luego a trotar y, al final, a correr como gacelas. Creé y edité varios vídeos explicativos con todo tipo de ayudas visuales, de poca duración para que no se cansaran, explicando paso a paso cientos de procesos, métodos, técnicas, procedimientos y un largo etcétera.
Todo eso lo subí a una plataforma donde yo iban mostrando los contenidos poco a poco, para no agobiar, precedidos de comentarios introductorios realizados por mi en clase, o por explicaciones pormenorizadas una vez iniciados los temas, por lecturas, vídeos…
¿El resultado? Pues iré al grano: un porcentaje inferior al 10% leía el texto que les pedía días antes. Los vídeos eran visualizados por el 2% de los alumnos de clase. Las lecturas complementarias no eran consultadas por nadie… De hecho un año puse una lectura obligatoria con un enlace a una página que no existía, con el fin de ver si estaban vivos y respiraban, y ningún alumno me avisó de que esa lectura que entraba en el examen no se podía consultar.
Simplificando mucho la cosa, se supone que en este sistema el alumno se mira un par de vídeos unos días antes de la clase, lee un texto o realiza una práctica guiada y que, en la clase, se comenta cómo ha ido la cosa. Pero si nadie ve el vídeo, nadie lee nada, nadie tiene dudas de las prácticas (aunque las hacían de pena y con errores de base), al final en la clase no se podía hablar de nada. Evidentemente nadie tenía dudas, ni preguntas, ni intereses, ni nada de nada.
Para intentar arreglar la cosa, en la corrección de las prácticas y de manera personalizada, les decía lo que habían hecho mal y les proponía que se pasaran por tutoría para resolver las dudas que, para mi, era muy evidente que tenían por los continuos errores que veía, pero que nadie se atrevía a preguntar. Sirva como ejemplo lo que me ha sucedido este curso: de 359 prácticas corregidas 206 tenían una nota personalizada en la que decía al alumno los problemas encontrados (en algunos casos muy muy graves). A continuación, en clase, les pedía que fueran a tutoría para resolver esos problemas. ¿El resultado? he tenido 1 tutoría este año con 1 alumno.
Tras tres años en la aplicación del método flipped classroom puedo decir, sin temor a equivocarme, que en mi caso su uso ha supuesto un auténtico fracaso. No he realizado un estudio científico para averiguar los motivos, pero hay varios factores que son determinantes.
– El curso para el que se imparte esta asignatura es solo de turno de tarde. La mayoría de alumnos emplea la mañana para realizar prácticas remuneradas. A pesar de que el plan de estudios de esta titulación reserva un cuatrimestre para realizar dichas prácticas, lo cierto que es que los alumnos, ante la posibilidad de lograr dinero fácil por poco esfuerzo, prefieren hacerlas en ambos cuatrimestres. Eso supone que el tiempo que deberían dedicar a ver los vídeos y leer los textos propuestos lo dedican a trabajar. La paradoja está en que parece que es más importante trabajar para pagar los estudios universitarios que los propios estudios universitarios. A pesar de haber hablado con personas de la dirección del Centro, no he conseguido que alguien con responsabilidades adjudicadas para tal fin les informe, al principio del cuatrimestre, de las nefastas consecuencias que para su formación tiene el realizar estas prácticas fuera del cuatrimestre asignado.
– El nivel de conocimientos con los que llegan los alumnos es realmente bajo. Y no profundizaré en este tema, que ya me ha traído más de un problema con varios compañeros de trabajo. Pero lo cierto es que la cosa sigue cayendo en picado.
– La mayoría de los alumnos universitarios que han pasado por ese grado no están motivados. Sin motivación es muy difícil que un alumno, después de estar trabajando o al finalizar sus clases por la noche, se ponga a ver un vídeo, leer un texto o hacer un resumen. Pero lo mejor es que parece ser que es obligación del profesor motivarles. Como si enseñarles las competencias y destrezas que van a necesitar para desarrollar una profesión en el futuro no fuera suficiente motivación.
-Para la mayoría de los alumnos, el objetivo de la universidad es aprobar asignaturas y hacerse con un título universitario lo antes posible. No importa si se aprende o no, ni la calificación que se obtiene, siempre y cuando sea la mínima necesaria para seguir con la beca un año mas.
Todo esto choca de frente con un método educativo que se basa en el esfuerzo y la motivación por parte del alumno, y que éste tenga un elevado compromiso por aprender, como es el flipped classroom.
El caso es que, después de tanto esfuerzo y trabajo, me toca empezar de cero: rehacer el temario, replantear la asignatura y buscar otro método docente que me permita llegar a ellos… si es posible.
Lo único bueno que ha tenido aplicar este sistema es que se me han despertado las ganas de escribir sobre todas las cosas que funcionan mal en la universidad pública española y, en concreto, en lo universidad y facultades que conozco. Empezaré hoy. Lo que no sé es si me atreveré a publicarlo.
Eva Marín Fructuoso dice
Hola Jose, lamento tu experiencia y te agradezco que la compartas. Creo que los fracasos son una de las mejores formas de aprendizaje. Respecto al método, estoy contigo en que funciona mejor con niños y adolescentes. Yo lo he sufrido como alumna en unas clases de inglés que he abandonado desesperada.
Para terminar, y desde mi experiencia, te sorprendería saber que de todas las Universidades y Facultades por las que he pasado… Y son unas cuantas, la mejor ¡Con creces! fue la primera 😉
Jose A. Senso dice
Gracias por tu comentario 🙂
Es muy cierto lo que comentas sobre los fracasos. De hecho, cuando le digo a mis alumnos que se aprenden más cosas de los fracasos que de los éxitos (especialmente en tecnologías web) se me quedan mirando de forma rara.
Creo que en la universidad queda un largo camino que recorrer en lo que se refiere a la docencia y la forma en la que se imparte. Lamentablemente los métodos de evaluación del profesorado suelen ser un auténtico desastre. Parece que aquí lo que mola es que tengas muchos ISIs y muchas citas, y da lo mismo cómo des la clase o lo que hagas con los alumnos. Así vamos mal.
Eva Marín Fructuoso dice
Un placer
Por cierto, igual encuentras alguna idea en ese artículo: https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/01/23/5c47488721efa0676b8b471a.html 😀
George Power dice
Hola Jose. Me pareció excelente tu análisis, no solo sobre tus experiencias con el modelo del aula invertida, sino también del problema generalizado de la disminución de la calidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje, a pesar de la multitud de nuevas tecnologías y fuentes de información disponibles, que ya hubiera soñado tener en mit época de estudiante universitario. Como bien dices, lamentablemente el docente debe invertir mucho tiempo en adaptar y preparar material para estos nuevos métodos de enseñanza, pero que son poco aprovechados.
Jose A. Senso dice
Muchas gracias. Creo que mucha gente (docentes incluidos) piensa que hacer un prezi o introducir un vídeo de youtube en clase es aplicar tecnología a la pedagogía. Creo que hasta que no nos demos cuenta de que eso no es innovar y seamos capaces de aplicar otras metodologías docentes la cosa no cambiará. ¿El primer cambio? no confundir los instrumentos con el método. Poco a poco 😉
Javier Echeandìa dice
La educación es un apostolado, los instrumentos para realizarla deben s variados, el compromiso interminable y el esfuerzo mayúsculo. A veces solo nos preocupamos de saber cuantos entienden y no en como entienden esa es una pieza clave y lograrlo es toda una hazaña. Felicito tu empeño y esfuerzo ,asi como tu compromiso pero hay que fijar rumbos a lo deconociso,saludos.
Jose A. Senso dice
Totalmente de acuerdo contigo, Javier.
Antonio León dice
Estimado José:
Sé por lo que estás pasando, en un curso aplicamos esa metodología y la verdad no nos fue nada bien, intentamos con pequeñas pruebas de 5 min al iniciar la sesión pero no había mucha dedicación con respecto los estudiantes, hay material que está ahí y no lo leen.
Como anecdota había un video con un problema, ese mismo lo tomamos en una evluación y la mayoría no lo hizo.
Solo es un pequeño porcentaje que lo hace y por ese pequeñisimo porcentaje me siento bien.
Bueno, a la conclusión que llegué es que se debe de aplicar esa metodología desde 1er ciclo, para que el alumno se adapte a ella.
Saludos
Antonio León
Jose A. Senso dice
Hola, Antonio.
La anécdota que me cuentas del vídeo me sucedió a mi también aplicando Flipped Classroom. Pero, lo más triste, es que me ha vuelto a suceder este curso, aplicando esta vez una metodología docente basada en tareas (no paro de buscar el mejor método, pero no hay forma). Esto quiere decir que, por muchas metodologías que quieras aplicar, si el alumnado no viene implicado a clase la cosa no funcionará nunca. Si los únicos motivados somos nosotros el sistema se cae. Es necesario fomentar principios de motivación antes que docentes. Si el orden se altera está claro que cualquier cosa que se haga no sirve de mucho.
un saludo,
Jose
Sergio Vargas Quintana dice
Estimado José
Felicito tu búsqueda de diversas formas de enseñanza para lograr llegar de una mejor manera a los alumnos. Lamentablemente la mayoría de los estudiantes no están preparados para este sistema de aula invertida pues prefieren que se les explique todo antes de buscar la forma de aprender por si mismos, aunque se les provea del material necesario. La ley del menor esfuerzo sigue primando. Saludos,
Jose A. Senso dice
Hola, Sergio. Gracias por tu comentario. Efectivamente, cada vez cuesta más trabajo encontrar alumnos/as que se involucren en determinadas asignaturas. Aunque, en teoría, es algo que debería ser más sencillo en la universidad, donde se supone que el alumnado ha escogido una carrera porque tiene vocación, lo cierto es que no siempre encontramos a alumnos suficientemente motivados como para iniciar un proceso de aprendizaje en el que ellos sean los protagonistas.
Mauricio Abugattas A dice
De acuerdo con tu artículo en toda su extensión así como con la mayoría de los comentarios expuestos. Yo haría mención a dos aspectos adicionales. La extensión del sílabo de una asignatura suele ser una causa que por tratar de dar mayores conocimientos al alumno a la larga se convierten en él en una nebulosa de extensos conocimientos mal aprendidos. por no haber desarrollado en profundidad los puntos clave de un tema, Otro es que la motivación al alumno debe ser fortalecida consistentemente con el sistema de evaluación de la asignatura pues está obligado a aprobarla. Las metodologías de docencia pueden y deben ser varias a la vez, sin limitarse, haciendo oídos a nuestra experiencia y los de otros docentes.
Jose A. Senso dice
Gracias por tus comentarios, Mauricio.
La extensión del temario siempre es un tema recurrente cuando existen este tipo de problemas. Si bien es cierto que la mayoría de profesores universitarios tienden a pensar que “su asignatura” es siempre la más importante y, por eso, existe cierta inclinación a atiborrar al alumno con excesos de conocimiento, no es menos cierto que, transcurridos unos cursos impartiendo asignaturas ya se llega a un nivel en el que se sabe diferenciar entre lo vital, lo importante y lo superfluo.
Con el tema de la motivación tengo mis dudas. Yo siempre he pensado que, para un alumno universitario de último curso de carrera, no debería existir mayor motivación que (primero) aprender y (después) aprobar. Sin embargo, estamos dentro de una dinámica donde, parece ser, debes ir gratificando con pequeñas notas al alumno cada vez que hace algo que, solo de por sí, ya le beneficia. Resulta que tenemos que darle puntos por preguntar en clase, por participar, por interesarse (o hacer que lo parezca), por venir a clase… creo que si motiva a un alumno solo por estar y ser, el nivel de la docencia se ve perjudicado, al mismo tiempo que se les engaña. Creo que la motivación debería ir más enfocada a la gratificación que supone aprender cosas útiles y novedosas que despierten en el alumnado las ganas de aprender y aplicar lo aprendido y menos en regalar puntos solo por venir a clase para aprovechar la velocidad de conexión a internet para chatear con los amigos.
un saludo,
Jose.
Doris Adriana Zaldívar Peña dice
Hola José. Coincido con muchas de tus reflexiones y creo que la raíz del poco éxito conseguido se debe a que se pretende implantar un esquema “diferente” desde un solo lado (el del profesor), es decir, el modelo de aula invertida lo tiene que diseñar el profesor en la esperanza de que el alumno la acepte tal cual, y eso no ocurre porque se requiere una motivación intrínseca que no todos los alumnos tienen (o entienden). Como docentes tendremos que seguir intentando la adaptación paulatina de los métodos planteados “aterrizándolos” después de la contrastación con la realidad. Celebro tu permanente interés en el objetivo último : Que el alumno APRENDA.
Jose A. Senso dice
Muchas gracias por tu comentario. Doris.
Un saludo,
Jose.
Denise dice
Gracias por compartir estas experiencias, definitivamente considero que el aula invertida tiene un. potencial maravilloso, lo aplico hace varios años pero su éxito en mi opinión radica en primer lugar si el estudiante dedica el tiempo en realizar las actividades dadas para fuera de clase y en segundo lugar ver al docente como un facilitador.
Jose A. Senso dice
Hola, Denise.
Me alegro muchísimo de que este sistema sí os haya funcionado, tanto a ti como a tus alumnos. Está claro que si tiene tanto éxito y tanta gente que lo usa debe ser porque es bueno. Pero también tengo claro que no es bueno para todo el mundo. Depende de una serie de factores que no siempre puede controlar el docente.
Un saludo,
Jose.
César Klauer dice
Muy buen texto, José. Hasta me pareció que lo había escrito yo mismo! El problema es que existe mucha idealización: Se pone toda la responsabilidad en el método (mágico), pero poca en el alumno. Has descubierto que sin participación del alumno, ningún método funciona. Y seguirá siendo así por siempre.
Jose A. Senso dice
Muchas gracias por tus palabras, Cesar.