Quienes tienen algún tipo de conocimientos musicales y son capaces de distinguir, aunque sea mínimamente, entre diversos tipos de escalas, de células rítmicas, estructuras estróficas o poéticas, etc., tienen la posibilidad de acceder a un cierto conocimiento, más o menos especializado, de las músicas tradicionales (MT) a través del estudio de sus caracteres formales (según de qué tradición concreta se trate).
Por ejemplo hay rasgos que se pueden retener como característicos de muchas músicas tradicionales en España, como los ritmos ternarios, las sonoridades frigias (el modo de mi, que tanto ha retomado el flamenco), las cuartetas octosilábicas y de seguidilla… Podríamos seguir con las agrupaciones instrumentales características, los modos de bailar, etc., rasgos formales o de interpretación que ayudan a individuar las músicas tradicionales características de un país, región, pueblo o colectivo humano.
Pero lo interesante del estudio de las MT, más allá del posible disfrute estético que nos pueda ocasionar, está en que es un modo privilegiado de conocer y estudiar las prácticas culturales, las costumbres los usos más o menos ritualizados que vienen asociados a esas músicas.
Algunos etnomusicólogos europeos, como el inglés Cecil Sharp, el rumano Constantin Brailoiu o el músico y musicólogo húngaro Béla Bartok, han escrito páginas muy interesantes sobre las MT. Pero hagamos patria y acudamos a una idea muy interesante de Ramón Menéndez Pidal, influyente estudioso del romancero y la canción lírica tradicional en el mundo hispano.
Menéndez Pidal definió lo tradicional como lo “popular decantado en el tiempo”: las músicas que permanecen siendo populares en una comunidad de personas durante un tiempo, durante generaciones, llegan a adquirir el carácter de tradicionales.
Las comunidades humanas comparten determinados usos culturales, modos de relacionarse, de trabajar, de descansar, de hacer fiestas, etc. Esos usos compartidos o convenciones culturales no tienen por qué ser exclusivos de cada comunidad, ni excluyentes, pero sí suelen funcionar a modo de signos de su indentidad cultural. Las MT forman parte de esos rasgos culturales compartidos, de la cultura popular o folklore de las diversas comunidades humanas.
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