Una vez concluida la Gran Guerra, y hasta la segunda Guerra Mundial, se desarrolló el denominado período de entreguerras, en el que acontecieron una serie de hechos muy significativos para la economía mundial. Los citados hechos giraron en torno a varios pilares clave: la crisis financiera de Alemania, el abandono del patrón oro y la adopción del nuevo patrón cambio-oro (basado en el anterior), la puesta en práctica del Plan Dawes, el crac de 1929 y el desarrollo de la Gran Depresión. Este período alberga, además, una etapa breve, pero intensa, de dinamismo y expansión, popularizada como “los felices años veinte”.
Vayamos por partes. El Tratado de Versalles (1919), que puso fin oficialmente a la Primera Guerra Mundial, impuso a Alemania la obligación de asumir una serie de pagos cuantiosos para sufragar los costes de las reparaciones de la guerra, en concepto de indemnización, por considerarla responsable del estallido del conflicto. Al carecer de los fondos suficientes para hacer frente a esos pagos, Alemania optó por imprimir (fabricar) elevadas cantidades de dinero. Un crecimiento de la cantidad de dinero de esa fuerza desembocó en la grave hiperinflación que padeció el país, sobre todo en el año 1923. La gravedad de la hiperinflación era tal, que no era extraño que un vaso de cerveza costase 4.000 millones de marcos, una barra de pan 200.000 millones de marcos o … en fin, unos precios grotescos.
La situación empezó a remitir cuando Alemania emprendió una reforma monetaria, sustituyendo los marcos por otra moneda, el rentenmark, y suprimiendo la emisión de dinero. Además, por otra parte, Alemania se benefició de la ayuda prevista en el Plan Dawes, un programa de ayuda auspiciado por EEUU (1924), que tomó el nombre del financiero Charles Dawes, a la sazón director de la Oficina Presupuestaria estadounidense. La finalidad era dar soporte financiero a las economías de los países aliados, vencedores de la 1ª Guerra Mundial. Pero también perseguía lograr la estabilidad de Alemania y amortiguar su delicada situación económico-financiera. Para ello se implementó un sistema de flexibilización de pagos, permitiendo así cierto alivio de la deuda.
A la situación financiera de Alemania contribuyó el abandono del patrón oro, el sistema monetario internacional que estuvo vigente desde el siglo XIX hasta que estalló la Gran Guerra. El patrón oro exigía mantener en un equivalente de oro el valor de las reservas de divisas, por lo que cuando se hacían pagos al exterior, ello conllevaba una salida de dicho metal. Pero cuando irrumpió la Primera Guerra Mundial, los países vieron mermada su capacidad de avalar sus pagos con oro, por lo que fueron abandonando el patrón oro sistemáticamente. Este sistema había dado gran estabilidad a los pagos internacionales durante el tiempo en que estuvo vigente. Su abandono le pasó factura especialmente a Alemania, que al verse eximida de tener que contar con la cantidad de oro equivalente, empezó a imprimir billetes a un ritmo feroz, dados los elevados pagos a los que tenía que hacer frente, fraguándose con ello su inmenso problema de hiperinflación.
La ausencia del patrón oro fue cubierta por un nuevo sistema monetario que surgió de la Conferencia de Génova de 1922. Se trataba del patrón cambio-oro (Gold Exchange Standard), basado en el anterior, pero diferente en un punto clave: el dinero en circulación ya no tenía que ir asociado a un equivalente en oro, sino que bastaba con que las monedas pudiesen ser convertibles a ciertas divisas que sí tenían su valor fijado en el preciado metal. Estas divisas centrales, convertibles en oro, a las que quedaron vinculadas las restantes monedas, fueron la libra esterlina y el dólar.
Durante el período de entreguerras y a lo largo del decenio de 1920, tuvo lugar una fase de gran actividad económica y bienestar social, en Europa occidental y sobre todo en Estados Unidos. Esos “felices años veinte”, en los que hubo una demanda de consumo sin precedentes, puso de relieve la cara inconfundible del capitalismo. La demanda y compra a gran escala de todo tipo de bienes, incluidas las acciones de empresas por parte del público en general, se realizaba en buena medida con recurso a los préstamos y créditos. Esa vorágine consumista, que durante un tiempo significó crecimiento y prosperidad, fue en parte causante del desastre financiero que tuvo su cénit en el crac de la bolsa de Nueva York, como consecuencia de la demanda especulativa de acciones. Un crac que a su vez constituyó uno de los pilares de la Gran Depresión que a azotaría a EEUU y al mundo occidental durante los años 30 del siglo XX.
En este breve pero contundente video se sintetiza esta cuestión:
https://www.youtube.com/watch?v=yu8eP7pfcAE
Por otra parte, os remito al contenido de un interesante artículo, en el que se hace una entretenida semblanza sobre los “Felices años veinte”:
FELICES AÑOS VEINTE
https://periodistas-es.com/felices-anos-veinte-138981
Los felices años veinte comenzaron en los Estados Unidos impulsados por la prosperidad económica que se registró en este país al finalizar la Primera Guerra Mundial. América sustituyó como primera potencia al Reino Unido y a los países europeos que, como Francia y Alemania, habían quedado destruidos y fuertemente endeudados.
Gracias a la influencia que EE.UU. ejerció en el viejo continente la prosperidad se extendió también a Europa. El nuevo espíritu de la modernidad llegaba con los adelantos técnicos, los cambios en las costumbres y la necesidad de disfrutar de la vida para olvidar dramas pasados. A través del cosmopolitismo y la seducción la nueva sociedad trataba de demostrar que había superado el trauma de la guerra.
Los orígenes de la sociedad de consumo
Fue en esta década cuando en la nueva sociedad de masas se inició el fenómeno del consumismo. Un consumismo fomentado por nuevas técnicas financieras como la venta a plazos y los préstamos personales, que los bancos ofrecían con grandes facilidades de pago y que impulsaron las compras de electrodomésticos, automóviles y viajes de vacaciones en los nuevos medios: trasatlánticos, aviones y zepelines recorrían el país de costa a costa y ponían al alcance de las clases medias los viajes turísticos transoceánicos. Gracias a la innovación tecnológica la Ford sembró las calles de nuevos modelos de automóviles, más baratos gracias a su fabricación en cadenas de montaje.
En este contexto fue determinante el papel de los medios de comunicación. El cine mudo divulgaba las nuevas formas de vida de la sociedad, y la publicidad en la radio y en las revistas ilustradas promocionaba el consumo de los nuevos productos. En esos años se construyeron algunos de los grandes rascacielos que aún hoy simbolizan el poder de una Norteamérica en expansión en la que la actividad económica rebajó los índices de paro a su expresión mínima. La buena marcha de la economía puso freno a la tendencia izquierdista del movimiento obrero y a la fuerza de los grandes sindicatos y canceló las expectativas contempladas en algunos círculos intelectuales sobre la expansión del comunismo soviético en los Estados Unidos.
Arte y cultura
Estos años registraron una gran actividad en los campos del arte y la cultura, orientados sobre todo al consumo de los nuevos productos.
Así, el Art déco presentaba sus obras más para la decoración de los nuevos hogares de la alta burguesía que para el goce estético o la reflexión y la denuncia. Un arte que giraba en torno a la ciudad y el urbanismo, elegante y funcional, opuesto al Art nouveau, crítico con el sistema.
Un arte decorativo y opulento surgido como reacción a la austeridad provocada por la guerra y que consagró a Tamara de Lempicka, Louis Süe, Diego de Rivera y a arquitectos como William van Alen y Raymond Hood, responsables del diseño del rascacielos Chrysler y del Rockefeller Center de Nueva York, que dieron a conocer en todo el mundo la estética de la Escuela de Chicago, que en París dio lugar a edificios como la Piscina Molitor y la Porte Dorée, aunque en Europa durante aquellos años se extendían las propuestas utilitaristas de la arquitectura Bauhaus.
La llamada Generación perdida norteamericana (Faulkner, Dos Passos, Hemingway, Erskine Caldwell, Scott Fitgerald) fue, fundamentalmente desde París, donde muchos se establecieron durante esos años, una voz crítica a través de la literatura. Novelas como “París era una fiesta”, “Las uvas de la ira”, “Manhattan Transfer”, “El gran Gatsby”, narraban el auge y la tragedia de la década a miles de lectores que las consumían con fruición y que dieron lugar al nacimiento de un nuevo concepto literario, el best-seller.
La literatura de denuncia estaba representada en Europa por Bertolt Brecht, Alfred Döblin y Hermann Hesse, pero el continente registró también durante estos años uno de los fenómenos más importantes de la historia de la cultura, conocido como ‘El espacio de Viena’. A lo largo de la década escribieron o publicaron algunas de sus obras Marcel Proust, James Joyce, Thomas Mann, Kafka, Robert Musil, Hermann Broch…
En el viejo continente, en el periodo de entreguerras, aparecieron también nuevas vanguardias como el dadaísmo y el surrealismo de André Breton, y se afianzaron otras como el constructivismo soviético y el futurismo de Marinetti, que se identificaron con las nuevas ideologías totalitarias.
Fiestas, música y espectáculos
Además del auge de ciertos deportes como el baseball, el baloncesto y el boxeo, que abarrotaban los estadios de masas de aficionados, los espectáculos como el cine, el teatro y también los cabarets, music-halls y clubs de alterne se vieron de pronto frecuentados por multitudes atraídas por las nuevas costumbres y por la moda puesta en circulación por las estrellas del star system de Hollywood.
Las actrices ofrecían una imagen envidiable de la nueva mujer del siglo XX: urbana, trabajadora, con capacidad adquisitiva, que fumaba en público, usaba pantalones y bebía alcohol en fiestas y reuniones sociales. Una mujer que lucía nuevos peinados a lo garçon y se vestía con los modelos de una alta costura que promovía el uso de faldas hasta las rodillas, escotes abiertos y brazos al aire y fomentaba una industria en la que, de la mano de Coco Chanel, emergieron las maniquíes, transmutadas con el tiempo en top models. Una nueva ideología promovida desde los ensayos de Margaret Mead alumbraba los orígenes del feminismo.
En las bulliciosas salas de fiesta de América se bailaba al son de los estilos de jazz de Chicago, Nueva York y Nueva Orleans y de sus variantes, el ragtime y el boogie woogie, mientras en Europa arrasaban el charlestón y el foxtrot, y en todo el mundo el tango, un baile de explícitas connotaciones sexuales.
En 1920 se inauguraba el Cotton Club en el barrio neoyorkino de Harlem, un espacio mítico que acogía a los grandes músicos negros y a las mejores big bands del país. Nombres como Louis Amstrong y Duke Ellington en América y Maurice Chevalier, Josephine Baker y vedettes como La Mistinguett en Europa, se consagraron a la sombra de los nuevos géneros, en los que se consolidaba la figura del ídolo de masas, intérprete de una música popular que impulsó una floreciente industria discográfica.
En los Estados Unidos los movimientos puritanos criticaban los excesos de la nueva sociedad y su influencia en las costumbres de la América profunda, y consiguieron de las autoridades medidas represivas como la instauración de la ley seca, la prohibición de fabricar y vender alcohol, que propició el nacimiento de nuevas formas de delincuencia organizada en mafias.
El fin del sueño americano
Pero esta prosperidad iba a tener un final trágico. Con la aparición de nuevos métodos de ganar dinero, como la adquisición de acciones de empresas que cotizaban a un alza que parecía imparable, influida por la euforia inversionista, mucha gente empezó a invertir en bolsa incluso pidiendo créditos y endeudándose hasta límites irrazonables. Cuando las acciones pararon de subir la gente empezó a venderlas para perder lo mínimo, contagiando a los inversores y haciendo que bajaran a un ritmo frenético.
El 29 de octubre de 1929, una fecha conocida como el martes negro, las bolsas se desplomaron y empresas y particulares pasaron en veinticuatro horas de la opulencia a la ruina. Los días siguientes cerraron miles de empresas, millones de trabajadores se vieron en el paro y la expansión del pánico provocó numerosos suicidios entre los inversores arruinados.
Este acontecimiento, conocido como el Crac del 29, fue el origen de la Gran Depresión, la crisis más grave registrada por la economía mundial en el siglo XX. Una crisis que se extendió a todo el mundo a causa del papel que desempeñaban los Estados Unidos como proveedores mundiales de mercancías y capitales.
En 1929 comenzaba una nueva era que en América sumió en la pobreza a grandes masas de población y en Europa liquidó la experiencia de la república de Weimar y dio lugar a la aparición de los totalitarismos y a la Segunda Guerra Mundial.
41. TRAS LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
El texto trata sobre una serie de acontecimientos trascendentales para la economía mundial durante el periodo de entreguerras.
En primer lugar, comienza hablando sobre el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial y que en el terreno económico impuso a Alemania unas desorbitadas reparaciones de guerra por considerarla la causante del conflicto. El recurso de Alemania para hacer frente a estos pagos fue recurrir a la impresión masiva de billetes (dinero) lo que a su vez provocó un impresionante proceso de hiperinflación. En este sentido, para ayudar a la economía de los países aliados pero también para facilitar los pagos de Alemania se puso en práctica el denominado Plan Dawes estadounidense, que la postre también supuso una mayor dependencia de la economía europea respecto a Estados Unidos, algo vital para comprender la expansión de la recesión a partir del crack de la bolsa de Nueva York en 1929.
Por otra parte, el abandono del patrón oro como sistema monetario internacional, vigente durante el siglo XIX hasta el comienzo de la Gran Guerra y que exigía mantener en un equivalente en oro el valor de las reservas de divisas, también afectó a la situación financiera de Alemania que pudo Imprimir billetes sin tener que avalarlos con las correspondientes reservas de oro, de ahí la hiperinflación que se señalaba anteriormente. El nuevo sistema del patrón cambio-oro se basaba en el anterior pero no exigía mantener reservas de oro sino que bastaba con su convertibilidad a dos divisas centrales que fueron la libra esterlina y el dólar.
Finalmente, el texto trata sobre los «felices años veinte» y su relación con el posterior crack de la bolsa de Nueva York y la subsiguiente Gran Depresión y se complementa con sendos documentos que se resumen a continuación.
El artículo de Francisco R. Pastoriza profundiza en esa desenfrenada década de los veinte, desde los orígenes de la sociedad de consumo (posible gracias a la proliferación de préstamos y créditos para la adquisición de todo tipo de bienes como electrodomésticos, vehículos, como los asequibles Ford gracias a la cadena de montaje, e incluso vacaciones, todos estos productos publicitados ahora a través de los medios de comunicación de masas: cine, radio y prensa ilustrada), pasando por los cambios experimentados en campos como el arte y la cultura pero también en otros más mundanos como las fiestas y espectáculos, música o moda, entre otros.
Por su parte, el vídeo se refiere a la Gran Depresión y sus efectos: caída del valor de las acciones de la bolsa, colapso bancario, cierre de empresas, desempleo y pobreza. Ejemplo de esto último es el emblemático Central Park de Nueva York convertido en una Hooverville, barrio de chabolas que recibió el nombre del presidente estadounidense del momento debido a su inacción para afrontar la crisis económica y que sería sustituido por el New Deal de Roosevelt. Además, esta profunda crisis del sistema capitalista hará crecer a sus sistemas antagónicos de carácter totalitario: comunismo y fascismo cuyo auge desembocará en la Segunda Guerra Mundial, acontecimiento que paradójicamente permitirá a EEUU superar ya de forma definitiva el período de crisis económica iniciada en 1929. Por último, son muy interesantes las similitudes que se establecen entre esta crisis económica mundial y la iniciada en 2008 y que ya había sido advertida en gran medida por algunos economistas como Paul
Krugman en El retorno de la economía de la depresión.
Los felices años veinte fue la denominación que recibió el período de prosperidad y crecimiento económico que experimentó Occidente entre 1920 y 1929, y que, al igual que la Revolución Industrial, se caracterizó por el consumo en masa y por el avance de determinados ámbitos como la arquitectura, el arte o la cultura, tras un período de depresión como fue la Primera Guerra Mundial. Aparecieron movimientos artísticos como el Art Decó, la arquitectura Bauhaus o la Escuela de Chicago; surgieron el dadaísmo y el surrealismo, el futurismo o el constructivismo soviético; nació el término best seller y confluyeron distintos escritores de varias corrientes, como Hemingway, Scott Fitzgerald, Faulkner, Herman Hesse o Kafka; también se produjo un auge del deporte, de la moda y de los espectáculos, así como un cambio en la imagen de la mujer; y, por último, se impulsó la industria discográfica, con cantantes como Louis Armstrong o Maurice Chevalier.
En esos años todo el mundo quería consumir y olvidar los años duros de la guerra, pero, con la aparición de la adquisición de acciones de empresa, se acabó poniendo fin a un período de dicha que cristalizó en una crisis sin precedentes que afectó a toda Europa (la Gran Depresión) y posteriormente una guerra devastadora (la Segunda Guerra Mundial).
Realmente estamos viviendo hoy en día unos años 20 muy parecidos a los del siglo pasado. Las comparaciones son odiosas, pero también son irremediables, teniendo en cuenta que hace un siglo se vivió una pandemia muy similar a la del coronavirus, además, Europa se encontraba en guerra. La pérdida de la mayoría de la juventud durante la contienda llevó a una especie de fin de semana continuo por parte de los supervivientes que duró varios años hasta el crack del 29 y la llegada de los fascismos. La muerte de buena parte de una generación entera no es comparable a unos meses de confinamiento, pero la manera en que muchos jóvenes salieron a las calles tras el fin del estado de alarma hace unas semanas es solo una prueba más de que esta década también podría tratar de emular esos felices años 20 de hace un siglo.
Se conoce como «Felices años 20» al período de prosperidad económica que se produjo en Estados Unidos entre 1922 y 1929, y al que algunos países europeos se incorporaron a partir de 1925.
La guerra benefició a la economía de los americanos, que se convirtieron en la primera potencia del mundo. A partir de 1921 inician un período de bonanza económica sin precedentes. Introducen nuevas fuentes de energía, al tiempo que la industria se reconvierte a nuevos sectores como el químico, el siderúrgico o el de automoción. El consumismo masivo aparece y la especulación bursátil enriquece a muchos. Cada vez se produce más y con mayor rapidez.
Los EEUU se convirtieron en el modelo a seguir y quieren exportar a Europa el American way of life. Hay optimismo a raudales y existe el convencimiento de que, con iniciativa y esfuerzo, todo el mundo podía llegar a éxito.
El hecho de que el crack del 29 ocurriera por las inversiones excesivas en bolsa muestra mucho la actitud tan supremacista que tenia Estados Unidos en la época. El ansia de poder adquisitivo sumió a la sociedad a la ruina por la falta de control en aquellos tiempos.
Este texto trata los acontecimientos entre las guerras en primer lugar habla sobre el tratado de Versalles que terminó con la Primera Guerra Mundial, Alemania y sus reparaciones las cuales era desorbitantanes lo cual obligó a Alemania hacer una hiperinflación lo cual hizo que su moneda perdiera prácticamente casi todo el valor pero Estados Unidos propuso el plan dawes para que Alemania pie diera pagar su deuda.
Después sucedió el crack del 29 que fué el desplomo de la bolsa debido a la especulación de la acciones lo cual hizo que mucha gente perdiera su dinero ya que se endeudaron con los bancos y cuando los bancos le pidieron el dinero al no tener el efectivo se arruinaron y terminaron por vender las acciones las cuales bajaron e hicieron que entrara la banca rota debido a que la gente quiso vender rápidamente las acciones para no perder dinero por lo que hizo que entrara en quiebra
Este texto trata los acontecimientos entre las guerras en primer lugar habla sobre el tratado de Versalles que terminó con la Primera Guerra Mundial, Alemania y sus reparaciones las cuales era desorbitantanes lo cual obligó a Alemania hacer una hiperinflación lo cual hizo que su moneda perdiera prácticamente casi todo el valor pero Estados Unidos propuso el plan dawes para que Alemania pie diera pagar su deuda.
Después sucedió el crack del 29 que fué el desplomo de la bolsa debido a la especulación de la acciones lo cual hizo que mucha gente perdiera su dinero ya que se endeudaron con los bancos y cuando los bancos le pidieron el dinero al no tener el efectivo se arruinaron y terminaron por vender las acciones las cuales bajaron e hicieron que entrara la banca rota debido a que la gente quiso vender rápidamente las acciones para no perder