Varios países recordaron el 8 de mayo de 2020, en plena crisis del coronavirus, el 75 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Discretamente y a la sombra, por las circunstancias de la pandemia, conmemoraron la rendición de la Alemania nazi ante los países aliados.
Como bien nos recuerda E. Camps en el manual “Historia económica mundial…”, “la Segunda Guerra Mundial fue la más costosa de la humanidad tanto en términos financieros como humanos, como de costes indirectos y en pérdidas de potencial productivo” (p. 102).
En estos mismos términos se expresa A. Cerreras, quien nos traslada la realidad de esta guerra del siguiente modo:
La segunda guerra mundial fue mucho más destructiva que la primera. El armamento más moderno utilizado segó muchas más vidas (unos 16 millones de militares). Pero, además, el enconamiento entre los adversarios fue mucho más profundo, lo que puso en marcha políticas de aniquilación sistemática de las poblaciones civiles, que acabaron con la vida de otros 26 millones de personas. La más conocida consistió en los campos de concentración, trabajo forzoso y exterminio ideados por los nazis. Pero no fue la única. Los mismos nazis realizaron operaciones de exterminio in situ en múltiples ocasiones. La ferocidad de la guerra involucró por completo a los no combatientes. Ahí donde la guerra fue más cruenta las pérdidas de vidas fueron millonarias y afectaron hasta un diez por 100 de toda la población (así fue en la URSS, Polonia, Alemania y Yugoslavia).
La guerra constituyó un esfuerzo económico centralizado, repitiendo las pautas de la primera, pero a una escala mucho mayor. Los grandes contendientes —entre los que no estaba Francia, que fue ocupada fulminantemente por las tropas alemanas—: Alemania, el Reino Unido, Italia y la URSS, más Estados Unidos y Japón fuera de Europa, trataron de centralizar férreamente todas sus operaciones y destinaron al esfuerzo bélico una proporción de los recursos nacionales (del PIB) netamente superior a la que habían dedicado durante la primera gran guerra. La fuerte movilización militar y económica tensó al máximo las capacidades productivas de todos los países implicados. De hecho, el paro, que aún coleaba como una herencia de la gran depresión, desapareció por completo por efecto de la movilización bélica. El PIB no aumentó en el conjunto de Europa, aunque sí en los países beligerantes que no sufrieron la ocupación militar. El caso más extremo es el de Estados Unidos.
A. Carreras, “El siglo XX entre rupturas y prosperidad (1914-2000)” en Historia Económica de Europa, siglos XV-XX, pp. 381-385.
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Continuando con el tema que nos ocupa, en el siguiente texto se resumen algunos de los hechos más relevantes ligados a las etapas bélica y post-bélica:
“Cómo se recuperó la economía mundial liberal tras la IIGM”
https://segundaguerramundial.es/recuperacion-economica-final-guerra/
Desde una perspectiva geopolítica y socioeconómica, el final de la Segunda Guerra Mundial marcó el inicio de una nueva era en la que la comunidad internacional del bloque capitalista mostró una gran resolución a la hora de trabajar codo con codo para recuperar la economía internacional de mercado.
Esto quedó patente mediante las instituciones internacionales que fueron desarrollándose durante el periodo de 1944 a 1947, con objetivos claros de reconstruir Europa, eliminar las barreras al comercio y garantizar una cierta estabilidad en materia de tipos de cambio de divisas. Estas iniciativas tuvieron diversos grados de éxito, pero todas ellas fueron eficaces a la hora de consolidar una cierta confianza en el sistema de mercado, frente al incipiente expansionismo comunista oriental.
Ya durante la Segunda Guerra Mundial se habían celebrado negociaciones entre Gran Bretaña y EEUU en materia económica. El resultado más inmediato fue la firma del Mutual Aid Agreement (Acuerdo de Asistencia Mutua) de 1941, que se centró en acuerdos de préstamos financieros y en el intercambio de ideas sobre cómo colaborarían las naciones una vez que la paz fuese restaurada, de cara a construir una economía que funcionase de la mejor manera posible.
En abril de 1944, delegados de 44 naciones se reunieron en Bretton Woods (New Hampshire, EE. UU.), para dibujar políticas económicas encaminadas a conseguir una consolidación económica de posguerra. Fruto de dichas reuniones nacería el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el BIRD (Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento).
El objetivo de las reuniones de los delegados de las economías mundiales punteras de la época era facilitar una política monetaria de estabilidad mediante la fijación de tasas de cambio respaldadas por el oro o por el dólar.
También se buscaba acordar préstamos para reconstruir Europa tras el fin de las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial y, posteriormente, desarrollar iniciativas de estímulo encaminadas al crecimiento económico de los países destruidos. Nacía así lo que actualmente se conoce como “Sistema de Bretton Woods”.
En 1947, ya con la Segunda Guerra Mundial terminada y con la victoria aliada, se desarrollaron otras dos instituciones para estimular el comercio y las inversiones internacionales: el GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) y el ERP (European Recovery Program, conocido popularmente como Plan Marshall). Veintitrés naciones se reunieron en Ginebra (Suiza) para esbozar el GATT (desde 1995, la OMC -Organización Mundial del Comercio-) y negociar la reducción de aranceles en casi el 50 % de las mercancías sujetas a comercio mundial. En 1949, ya eran 34 las naciones firmantes del GATT (el equivalente al 80 % del comercio mundial).
El Plan Marshall, por su parte, destinó 13.000 millones de dólares a las regiones más arrasadas por la Segunda Guerra Mundial. A pesar de ser un programa limitado a nivel de recursos, la ayuda fue bastante eficaz, ya que un 60 % de los fondos estaba destinado a productos primarios (alimentos y equipamiento industrial), lo que contribuyó a la productividad laboral y al nivel de inversiones, lográndose así la ansiada recuperación de la confianza de los consumidores.
El periodo entre 1950 y 1973, clasificado por muchos economistas como “los años dorados”, fue bastante espectacular en Europa. La productividad laboral media se encuadró en un 4,5 % anual, mientras que el PIB real creció a un 4,8 % en los 16 países líderes de la OCDE.
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Para terminar esta entrada, os remito a este interesantísimo artículo, en el que se hace una semblanza sobre ocho mujeres que asumieron un rol muy relevante en tiempos de la segunda Guerra Mundial:
“8 heroínas de la Segunda Guerra Mundial que deberías conocer:”
https://es.noticias.yahoo.com/guerra-mundial-lady-muerte-princesa-053257247.HTML