Es raro llegar a la mitad, por alguna razón, da la sensación de que estás mucho más cerca del final que del principio. Parece mentira que en tres semanas hayan podido pasar tantas cosas y haya podido cambiar tanto cómo me he sentido, pasar de sentirme completamente perdida y fuera de lugar a que me dé pena el pensamiento de que ya se está acabando, el pensamiento de que en unos meses volveré mentalmente a donde estoy ahora, con nostalgia.
La primera semana fue la más difícil; el cansancio del viaje, el choque cultural, el choque de realidades, sentirte y saberte lejos de tu gente, trabajar en contextos de pobreza y vulnerabilidad, escuchar un idioma que no entiendes, no conocer los códigos, depender de lxs demás para hacerlo todo…
Es curioso el contraste entre cómo creemos que son o van a ser las cosas y cómo acaban siendo. El otro día, después de un taller de capacitación de promotoras comunales contra la violencia de género, comimos con las señoras que participaban. Una de ellas me contaba que algunos de sus hermanos y hermanas habían migrado a Chile o Argentina buscando situaciones económicas y laborales mejores, y que el año pasado había tenido la oportunidad de visitar a su hermano en Argentina. Cuando le pregunté si le había gustado, me contestó que sí, que en realidad no era tan diferente, ella pensaba que iba a ser todo completamente ajeno y extraño y vio que no era para tanto. Creo que eso nos pasa a todxs. Antes de venirme, yo no sabía exactamente qué esperar y lo que más me sorprendió fueron algunas preocupaciones o comentarios de personas de mi entorno. Personas que pensaban que iba a ser absolutamente diferente, ajeno, extraño y creo que algunxs pensaban que peor.
Estas ideas están más metidas en nuestras cabezas de lo que creemos. Ideas racistas, clasistas, eurocéntricas. Como si en nuestros países no hubiese pobreza, no hubiese gente trabajadora queriendo ganarse la vida en un sistema que simplemente perjudica más a unxs que a otrxs, como si no hubiese casos de violencia de género diariamente en las noticias y en nuestros entornos, como si no hubiese poblaciones marginalizadas, lugares y personas donde los recursos no llegan, que parecen que no importan…
Y con esto no quiero decir que no haya diferencias culturales, contextuales, geográficas, pero realmente, en las cosas que importan, es fácil darse cuenta de que las fronteras son mil veces más grandes en nuestras cabezas que en la realidad. Las señoras con las que comí me preguntaban si podían venirse a España conmigo, aunque ellas en realidad solo querían irse a algún lugar en el que trabajar y poder vivir tranquilas. Todas ellas pertenecen a esta iniciativa porque o han sufrido violencia de género anteriormente y se presentaron como voluntarias, o han sido elegidas por sus comunidades para formarse en género y ser el enlace entre sus comunidades y las instituciones, ser la persona a la que otras mujeres que estén sufriendo violencia puedan acudir. A lo mejor a nosotrxs nos faltan más promotoras de género en nuestro entorno, pero en comparación siento que sobre todo nos falta un poco más de comunidad.
Creo que es cierto eso que dicen de que viajar te abre la mente, te expande el mundo. Pero para eso hay que viajar con los oídos abiertos, con los ojos escuchando cada detalle, atender más que hablar, ver más que mirar. Ojalá algo del trabajo que hemos hecho y vamos a hacer en estas semanas deje algún rastro, tenga algún efecto positivo, aunque sea ínfimo. Pero en cualquier caso sé que la que más va a aprender y llevarse de todo esto soy yo.
En estas 3 semanas, que han sido profundamente intensas, me he sentido completamente fuera de lugar, he escuchado cumbia en cada coche, he comido charque, sopa de maní, chocolates Para ti, he cogido unos cuantos trufis, he trabajado en Typica café, he estado con personas que me han hecho sentir en casa, he conocido pedacitos de mi amiga Noe a través de su ciudad y me he imaginado en el Montículo con ella en unos años, he celebrado mi cumple con personas que acababa de conocer, me he puesto un poco mala, he hablado con muchas personas que me preguntaban curiosas cómo había terminado aquí y por qué, he visto varios atardeceres bonitos, una luna gigante desde el teleférico de La Paz, he visto alguna película, he hecho unas cuantas videollamadas, he leído, he escrito, he escuchado, he observado, y creo que después de eso mi mente sí se ha ido expandiendo poco a poco.
Ahora quedan 3 semanas por venir, esas que saben a final, sé que van a pasar volando, pero ojalá me dé tiempo de mucho.
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