Las últimas semanas han pasado rápido y lento al mismo tiempo. Han tenido de por medio unas elecciones inciertas, una reunión con la Red Contra la Violencia de Género de Tomina, talleres de nuevas masculinidades, atardeceres por Sucre, una visita al Valle, una serenata en Zudañes, un tour por La Casa de la Libertad y alguna cosa más.
Han sido semanas de sacar el trabajo adelante y de alguna forma tener lo que sería una vida más establecida en Zudañes. Me quedé el finde de las elecciones por el temor y la incertidumbre general que había frente a lo que podía pasar. En las semanas anteriores yo no había percibido nada raro –más allá de pintadas y grafitis pidiendo votar por uno u otro– todo había estado muy tranquilo. Y así siguió, un compañero me decía sorprendido: han sido las elecciones más tranquilas de los últimos 20 años. Ahora tocará ver cómo sigue todo con la segunda vuelta, esta me tocará seguirla desde la distancia con el deseo que me compartían todas las personas con las que hablaba, que salga quien salga, sea un cambio a mejor, que realmente se preocupe por la gente, que el país no siga en la tendencia que lleva, que hace que muchos sueñen o no vean otra opción que irse, cuando en el fondo el deseo es quedarse en su casa, pero que las cosas vuelvan a funcionar.
Al final, lo que me ha dejado pensando estas semanas, y esta experiencia en general, es que somos mucho más iguales que diferentes, pero hay unos intereses y un sistema que se empeña en remarcar y recrudecer las fronteras y las barreras, mantenernos separados. Además, sigo dándole vueltas a todo lo que tendríamos que aprender nosotrxs, a esa concepción de la comunidad. Durante mi última semana hicimos 4 talleres de nuevas masculinidades en diferentes comunidades indígenas del municipio de Tomina. Se me hacía imposible imaginarme un lunes cualquiera en el centro de Madrid dando un taller de nuevas masculinidades a un grupo de hombres y mujeres que habían dejado de trabajar esa mañana, con lo que eso conlleva, para asistir, escuchar, debatir. Una reunión que en algunos casos incluía otras temáticas de la comunidad, pero en otros habían venido, en muchos casos andando más de 40 minutos solo para participar en ese espacio.
Una parte de los talleres, lo hacíamos con el SLIM, Servicio Legal Integral Municipal, que es el organismo encargado de la atención de casos de violencia de género, pero que en el municipio de Tomina también actúa como defensoría de derechos de niñxs y adolescentes y también de personas discapacitadas. Ellas realizaron una presentación sobre equidad de género y sobre cómo funciona y se aplica la ley 348, Ley Integral para garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia. En el último taller que hicimos, en la única comunidad de las que fuimos en la que la dirigente era una mujer, varias personas les hablaron preocupados del caso de una señora que no estaba presente, que tenía una discapacidad, pero no estaba reconocida aún legalmente y no había podido acceder a las ayudas existentes para su situación. Fue bonito cerrar con ese taller y esa comunidad en específico, ver cómo el ambiente era distinto a otros talleres, hombres y mujeres participan activamente en el debate, se escuchaban lxs unxs a lxs otrxs y se cuidaban lxs unxs a lxs otrxs, en este caso dando la alarma del caso de esta señora e informándose cuáles son los pasos a seguir para ella.
Ojalá otras comunidades se contagiaran de esta forma de funcionar y llegasen a tener también dirigentes mujeres, también en España, y que los espacios se convirtieran en lugares más seguros y acogedores para que todas y todos participemos. Ojalá nosotrxs aprendiésemos o recuperásemos un poco ese sentido de comunidad, de tener espacios de compartir y conocer cómo estamos, de estar pendientes lxs unxs de lxs otrxs, e incluso espacios a los que ir activamente a aprender, escuchar y reflexionar juntxs.
Me gustó cerrar esta experiencia con esa semana de talleres, de alguna forma era lo que le daba sentido a estar aquí, absorber cada detalle de esas realidades, ver en primera persona cómo y para qué se hace todo el trabajo, hablar con las personas y escuchar lo que piensan. De alguna forma, no solo hacer el voluntariado, sino todo lo que he estudiado hasta ahora, tomaba un poco de sentido, tenía un espacio y un porqué.
Por otra parte, en los últimos días ya me hacía falta volver a casita. Estar mes y medio sola, en otro continente y en un contexto completamente ajeno, de arriba para abajo, la mayoría del tiempo tú y tu maleta, es retador y en algunos momentos también es cansado. Los últimos días me quedaba la satisfacción de haberlo hecho, de haber estado aquí, de haber visto, comido, escuchado, olido, apreciado, cada día y cada oportunidad, y con las ganas de volver a mi casita, a mi familia, a contarles todo aquello que había vivido, a enseñarles las fotos y llevarles los miles de imanes, chocolates y recuerdos que había estado coleccionando para ellxs.
Después de estas 6 semanas Bolivia ya tiene también un pedacito de mí, y como decía en la entrada anterior, no me cuesta imaginarme volviendo en unos años, sentada en el Montículo con mi amiga Noe después de comer sopa de maní.
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