Las novelas del escritor español Jaime Molina. El origen
Siempre que presento un libro nuevo me suelen preguntar cómo surgió el proyecto. Entre otras consultas, una de las que más curiosidad parece despertar al lector es «cómo se crea la idea original y cómo se convirte en historia». El post de esta semana habla precisamente de eso, de cómo nacieron mis novelas y qué motivos me llevaron a escribirlas.
El fantasma de John Wayne
Lo primero que se me ocurrió de la novela corta El fantasma de John Wayne fue su título. Hace ya mucho tiempo leí en una revista una historia en la que uno de sus hijos mencionaba que algunas personas habían asegurado ver el fantasma de su padre vagando por el exterior de la que fuera su mansión familiar, en California. Esa referencia me recordó a una escena de la película Centauros del desierto (vídeo), en la que al comienzo, vemos a John Wayne que se acerca a una casa a través de una puerta que se abre, y en la escena final sale de esa misma casa y se aleja tan solo como llegó, como si se encontrase condenado a vagar como un solitario. Aquella idea y aquellas imágenes fueron el germen de lo que luego se convertiría en una historia que mezclaba una trama policial con el mundo del cine.
Una casa respetable
El origen de esta historia se remonta al año 2002, en el que se produjo la demolición de una casa que había Granada. Recuerdo que aquella demolición suscitó bastante polémica, pues, como suele suceder en política, unos partidos se culpaban a otros de haber permitido la demolición de una casa que, si bien no era, arquitectónicamente hablando, un edificio que pueda ser catalogado como bien de interés cultural, ni nada parecido, sí creo que fue una de las víctimas de una época marcada por la construcción en exceso, sin ningún orden ni sentido de la medida.
La prensa local se hizo eco de aquel suceso y hubo un cruce de reproches entre los entonces dirigentes de los distintos partidos políticos en Granada. Pero, además de las breves reseñas que se dedicaron a aquella noticia, una de las que más influyó en la confección de esta historia fue un artículo publicado en El País, escrito por Antonio Muñoz Molina, un escritor a quien, aprovecho para decirlo, admiro muchísimo y cuyo criterio como periodista me parece que se encuentra entre los más aleccionadores, sensatos, razonables y dignos de la mejor intelectualidad.
El caso es que a raíz de aquellos hechos y de aquellos artículos, comencé a concebir una idea en torno a la casa. La idea partió de un relato corto, en el cual un grupo de obreros demolían una casa y, poco a poco, esa idea comenzó a crecer y a desarrollarse. A la historia de la demolición, le incorporé unos episodios cuyo narrador era el director de un diario local. Y poco a poco, mi cabeza fue imaginando historias en torno a la casa y a sus habitantes hasta que me pareció que sería una buena idea darle forma a todas esas historias en principio disconexas y transformarlas en una novela contada desde el origen mismo de la casa, empezando por quién pudo ser su fundador.
Lejos del cielo
A veces sucede que el origen de una historia es una simple idea o una imagen que, por sí sola, no parece conducir a ningún sitio. La idea para escribir esta novela me la dio un amigo que, en una ocasión, me propuso que, dada mi afición al cine y a los libros, podría escribir, según él, sin mucha dificultad, una historia que fuese fácilmente adaptable al cine aunque no fuese exactamente un guión. Incluso recuerdo que añadió que si escribía una novela negra, que por aquel entonces volvieron a ponerse de moda, sería ideal porque normalmente las novelas negras son fácilmente adaptables al cine. Yo no le hice mucho caso, en primer lugar porque no me consideraba capaz de inventar una trama al estilo del género negro y convertirla en una historia de más de doscientas páginas y en segundo lugar porque por aquella época me había sobrevenido un cierto desánimo en el asunto de la creación literaria. Cuando ya casi había olvidado aquella conversación con mi amigo, un día una imagen se cruzó por mi mente, e inmediatamente imaginé que podría ser el comienzo de una historia. La imagen consistía en un hombre que se despertaba sobresaltado y se incorporaba en la cama sacudiendo sus puños en el aire. Por asociación de ideas, imaginé que ese hombre podría tratarse de un boxeador. A continuación se me vino a la cabeza el nombre de Toni Carrascosa, y a partir de ese momento ya no me cabía duda alguna de que ese hombre que yo había visto despertarse angustiado era más concretamente un boxeador retirado, y fue así como el primer personaje que aparece en esta novela comenzó a dibujarse de forma paulatina en mi imaginación. Y entonces, por alguna razón, se me ocurrió pensar que este arranque inicial se podría convertir en una historia más o menos larga. Recuerdo que no tardé mucho en telefonear a mi amigo para contarle que, en relación con aquella conversación que tuvimos tiempo atrás, había pensado en comenzar a escribir una historia nueva y que preveía que iba a ser larga. Tras el personaje del boxeador fueron surgiendo todos los demás, uno tras otro: el mafioso ruso, el constructor, la prostituta y, como contrapunto a todos ellos, la jueza.
La Fundación 2.1
He buscado entre mis documentos para recordar cuando comencé a recopilar notas con algunas de las ideas e historias que finalmente han configurado esta novela. Cuando revisé entre los archivos de mi ordenador encontré un par de ficheros en los que encontré, además de algunas de esas anotaciones, las fechas en las que fueron tomadas, y yo mismo me he asombrado al comprobar que las primeras datan del año 2005, hace ya casi diez años.
Esto no quiere decir que haya empleado nueve años para escribir la novela (de hecho tan sólo uno de los capítulos lo escribí aquel mismo año) sino más bien que el destino de aquel proyecto era el de quedarse durmiendo en el disco duro durante varios años, en espera de encontrar una continuación. De hecho, durante ese largo intermedio se me colaron caprichosamente otras historias que también acabaron convirtiéndose en novelas: El fantasma de John Wayne y Lejos del cielo, ambas publicadas en 2011 y Una casa respetable, publicada en 2013.
Si algo puedo asegurar de La Fundación 2.1 con respecto a las demás novelas es que ha sido, sin lugar a dudas, la que más dificultades me ha ocasionado en cuanto a su concepción, desarrollo y realización, y la que más tiempo he necesitado madurar en mi cabeza. Mi idea original era simplemente escribir una historia sobre un profesor de Literatura que acepta dirigir una tesis doctoral, un trabajo de investigación, sobre el mundo de los conocidos como escritores negros, o escritores fantasmas, usando el argot sajón. De hecho, por aquel entonces el título que tenía en mi cabeza para esa historia era otro muy diferente. Fue en el año 2011, poco antes de publicar las otras novelas, cuando comencé a retomar la historia de la tesis, pero entonces se me ocurrió que podía llevar su argumento un poco más lejos y complicar su estructura, combinando además de la parte puramente académica y de las peculiares relaciones personales mantenidas entre el profesor y su alumna, un elemento nuevo, que era el de las redes sociales. Me atraía la idea de explorar en esta novela el mundo de las relaciones personales a través de Internet, un mundo, que, no hace falta explicarlo, ha conseguido cambiar radicalmente nuestros hábitos de vida, de comportamiento y hasta de pensamiento. Lo que me fascinaba y quería resaltar en esta historia era que las relaciones personales establecidas a través de las redes tienen un doble filo, pues convierten la existencia de dos o más personas en un montón de textos e imágenes compartidas, en una nube de información acumulada en discos remotos y visualizada a través de las pantallas de los ordenadores pero, al mismo tiempo, nada impide que esas fotos y esos textos compartidos sean una pura fantasía entre dos o más desconocidos, que con su juego comunicativo pretenden alcanzar una especie de felicidad virtual, algo así como, por mencionar una analogía, la elección que en el mundo de Matrix se hacía entre la pastilla roja y la azul, en donde ese mundo virtual se convierte para nosotros en una especie de máquina de la experiencia que propuso por Robert Nozick con la que podemos aplacar ciertos deseos, conseguir ciertas satisfacciones que somos incapaces de lograr en nuestro triste y desagradecido mundo real.
De esta forma, la novela se bifurcó en dos direcciones diferentes, aunque la pretensión final era que terminaran convergiendo. Tal vez por eso, algunos amigos que ya han leído este libro me han comentado que más que una novela, se trata de dos novelas en una.
Deja una respuesta