Una obra de perfil autobiográfico, que Bukowski convierte en un alegato a la desnudez social del ser humano, realizando un recorrido honesto y sarcástico por el sórdido mundo de las pasiones más inconfesables, esas de las que depende en gran medida, estar “normalizado”, dentro de los cánones y, en consonancia con los modelos imperantes en la sociedad en cada momento.
De forma directa y contundente, Bukowski nos muestra en La senda del perdedor una visión del “sueño americano” que no tiene nada que ver con la idílica perspectiva con que se suele plantear; una panorámica que parte de la visión de los que miran desde las posiciones más desfavorecidas de la sociedad, humillados y arrinconados por la crudeza de una estructura en la que no tienen cabida.
Traumas vitales
La infancia, adolescencia y juventud del personaje protagonista, transcurre en Los Ángeles durante el periodo histórico en que EEUU vivió La Gran depresión y La Segunda Guerra Mundial. El joven Chinaski, con un panorama familiar desolador y desestructurado, tiene que asimilar las implacables reglas que le impone el entorno, para poder sobrevivir a su dura realidad.
Las palizas paternas que comparte con su madre, maltratados por un padre que finge ir al trabajo cada día para que los vecinos no sepan que está en paro, van forjando una personalidad en la que van haciendo mella, de forma traumática, las distorsiones sociales que le rodean y acosan de forma implacable, empujándole hacia un abismo vital que marcará el resto de su vida.
Marginación y alcohol
Las huellas indelebles de su dura juventud, inmerso en un mundo en el que se siente marginado y rechazado por los círculos más cercanos, con el único apoyo de su maltratada madre, van forjando a un Chineski escéptico, sarcástico y con una escala de valores que le van empujando cada vez con más fuerza, hacia un desagradable y apático abismo vital.
Con el tiempo, las duras realidades a que se enfrenta le van allanando el camino hacia dos vías de escape, alcohol y sexo, en las que se sumerge por completo en un alarde suicida, que sólo es minimizado por sus otras dos vías de escape de signo contrario, su pasión por la lectura y la escritura, gracias a las cuales mantiene un cierto equilibrio que le ayuda a no caer de forma definitiva.
La senda del perdedor es una crítica social descarnada, escrita con total transparencia, sin proyectar ilusiones, en una especie de determinismo fatal que se entremezcla con una solidaridad estoica, para con todos los Chinaskis marginados que viven la realidad de la otra cara de la sociedad norteamericana.
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