Robertson Davies es un maestro que no necesita alardes literarios, es sabio como los de antes, una especie de hombre renacentista con el extraño don de saber hablar sobre cualquier disciplina, y hacerlo bien. Leer la Trilogía de Deptford, es un auténtico deleite para los lectores. Un regalo para los que piensan que ya no se escribe nada que merezca la pena, para los que se encuentran aburridos de las temáticas reiterativas y pesadas de otras narraciones.
Esta magnífica saga del canadiense Robertson Davies comienza con la novela «El quinto en discordia» donde un hecho fortuito y aparentemente inocuo resultará determinante para sus protagonistas. Dos amigos de la infancia, Boy Staunton y Dunstan Ramsay discuten. A raíz de la disputa, Staunton lanza una bola de nieve que es esquivada por su amigo, y termina golpeando a la señora Dempster, la joven esposa embarazada de un pastor protestante de la localidad de Deptford. A consecuencia del golpe recibido la señora Depster sufre una conmoción nerviosa que adelanta el parto, dando a luz a Paul Depster, que con el paso del tiempo se convertirá en uno de los protagonistas de esta historia (y de la trilogía de Deptford) y cuya vida estará marcada a partir de ese momento, entre otras cosas, por la demencia que ha trastornado a su madre como consecuencia de su difícil parto adelantado, y del que madre e hijo sobrevivieron a duras penas. Con ese punto de partida, los acontecimientos que rodean a los personajes de esta novela se tejen de forma prodigiosamente hábil en una serie de historias que se entretejen sin cesar a lo largo de toda la narración.
El narrador de la historia es Dumstan Ramsay, un profesor recién jubilado que le relata al director de la escuela en la que ha ejercido su magisterio durante cuarenta años, la relación que lo unió a su amigo Boy Staunton, un acaudalado empresario cuyos triunfos e imparable ascenso ensombrecerán permanentemente la vida de Dunstan Ramsay.
En «Mantícora«, la segunda parte de la llamada “Trilogía de Deptford”, Davies disecciona a sus personajes como un cirujano experto, sabe darle a cada historia el matiz y el tono adecuados, mantiene una cierta intriga y logra un efecto de tensión permanente en el lector.
Los personajes de “El quinto en discordia” vuelven a aparecer en esta novela, aunque desde una perspectiva totalmente diferente. Si en la primera parte era el viejo profesor Dunstam Ramsay quien nos ofrecía su particular visión de los habitantes de Deptford, en “Mantícora” es David Staunton, el hijo del magnate Boy Staunton, quien desgrana y analiza a todas las personas que le rodearon, centrándose principalmente en la figura de su padre, con quien está obsesionado desde su trágica muerte.
Si tuviera que definir esta obra de Robertson Davies con un solo adjetivo usaría éste: encanto. A lo largo de casi cuatrocientas páginas, Davies nos abruma con su profundo conocimiento de la psicología humana, desde un plano intelectual pero sin resultar sofocante ni mucho menos cargante.
«El mundo de los prodigios» cierra de una forma brillante la Trilogía, una historia que parte de un hecho casual y aparentemente inocente: una bola de nieve lanzada por un niño. Como en los otros dos libros que componen la trilogía gira en torno al mismo personaje central. En “El mundo de los prodigios” el protagonismo recae en Paul Dempster, el hijo nacido prematuramente a raíz de aquella bolsa de nieve lanzada por Boy Staunton y esquivada por Dunstam Ramsay. De esta forma, como en un círculo perfecto, la trilogía se cierra, de forma impecable, y es que Robertson Davies maneja a sus personajes con auténtica maestría.
Y, como en el resto de la historia que compone esta trilogía, Robertson Davies nos abruma con su increíble conocimiento de casi cualquier tema. La eterna lucha entre el bien y el mal parece ser la última conclusión sacada de esta novela, pero no la única. Más importante que cualquier mensaje que se pueda extraer de esta novela es, sin embargo, su increíble calidad. Leer a Robertson Davies es una delicia, un privilegio, un prodigio en sí mismo.
Quizá de las tres partes, sea “El mundo de los prodigios” la que tiene un ritmo menos ágil y no suscita un entusiasmo tan ferviente como las dos precedentes. Pero aún así Robertson Davies es un escritor que sabe esquivar el aburrimiento y la monotonía.