Personas que trabajan en tiendas pequeñas de alimentación y supermercados o hipers dedicándose a cobrar en cajas, a reponer productos en estantes, organizar la tienda, o dirigir su pequeño negocio familiar, se han convertido en el centro de la atención del país, al tener que trabajar en situaciones de mucha presión y en contacto relativamente cercano con muchas personas. Habíamos considerado que el super, hiper o tienda era parte del paisaje normal de la ciudad, ahora hemos visto mejor su importancia y el papel imprescindible de la gente anónima que trabaja en ellos.
¿QUIÉNES SON? Los datos de las asociaciones sectoriales nos indican que en España existen unos 25.000 supermercados e hipermercados. A esta cifra hay que unir la de pequeñas tiendas no pertenecientes a ninguna de estas asociaciones. A nivel nacional, las empresas con más ventas son cadenas de supermercados y grandes hipermercados. Junto con ellos, en España aún existe un tejido numeroso de panaderías, carnicerías, fruterías y pescaderías independientes. Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) de 2019, en torno a un millón y medio de personas trabajan en España en comercios al por menor, casi un 70% son mujeres. Una gran parte de estos trabajadores lo hacen en supers e hipers. Además, los trabajadores de las tiendas de alimentación especializadas suelen ser autónomos o pequeños propietarios de empresas familiares.

¿QUÉ HAN HECHO? Desde que se empezó a hablar de la declaración del estado de emergencia, los supermercados se llenaron de personas que buscaban llenar su despensa de todo tipo de productos, asustados por un futuro incierto de posible confinamiento o incluso desabastecimiento. Los empleados de estas tiendas consiguieron mantener los establecimientos abiertos y superar unos días de grandes tensiones en tiendas y pocas medidas preventivas para evitar la expansión de la infección.
En los días posteriores, la situación ha comenzado a normalizarse en cuanto al número de personas en tienda, y se han adoptado medidas extraordinarias para limitar el aforo, sin embargo también ha aumentado la preocupación con respecto a los riesgos de la enfermedad y los problemas que suponen los contactos sociales. Las personas que trabajan en los supermercados han mantenido su actividad, imprescindible para el bienestar del resto de las personas (y su tranquilidad) y han tratado de adaptarse a medidas preventivas adicionales que en cualquier caso los mantienen más expuestos al riesgo de infección por su cercanía a volúmenes importantes de población.
El muy limitado volumen de comercio electrónico en este sector, en comparación con otros países del mundo, ha llevado a no poder usar la que hubiera sido la solución más efectiva para evitar riesgos. Las empresas tenían unos sistemas poco desarrollados y el reforzamiento de la venta online en la situación de crisis ha sido muy limitado para la demanda e interés que podría haber tenido. En estas condiciones, los trabajadores del comercio de primera línea han sido fundamentales en mantener una actividad esencial, con calma y buen espíritu. En un futuro, quizás deberíamos ser más conscientes de la importancia de su trabajo para nuestra felicidad cotidiana, pero también para situaciones de riesgo.
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Unidades UME dispuestas a acudir a los focos de contaminación para desinfectar residencias de ancianos, transporte público,ayuda a montar hospitales de campaña….