Por Ángel Vázquez Becerra
En Rodrigo Cuevas se funde un profundo amor por sus raíces junto con las tendencias musicales más modernas y todo ello aderezado con una estética a caballo entre lo kitsch, lo camp o lo glam, exponiendo sin tapujos y con excesos su sensualidad y sexualidad en los escenarios.
En su último trabajo, Manual de Cortejo, encontramos a un artista maduro que está viviendo un punto de inflexión en su carrera. En este álbum Rodrigo Cuevas consigue una reelaboración de grandes clásicos, como “E l día que nací yo” y de temas tradicionales como la gallega “M uñeira para a Filla da Bruxa” , o el fandango albaceteño “Muerte en Montilleja”, además de temas de su tierra que lleva por montera desde sus inicios. Se deja sentir la producción de Raül Refree, y es que cuando Rodrigo Cuevas decidió ir a Barcelona en busca del productor sabía que era la persona idónea para canalizar todo el cóctel musical con el que él está formado.
Adentrándonos en el disco con una escucha meditada, nos encontramos en una suerte de mundo onírico en el que femeninas voces antañas son llevadas por los ritmos de los panderos cuadrados y viven en perfecta simbiosis con la electrónica y el mundo digital más antagónico a ellas. Todo para regalarnos una obra completa y con una sintaxis musical impecable.
Otra de los rasgos de madurez de la obra está en su profundidad conceptual. Durante su carrera Rodrigo Cuevas se ha definido como un “agitador folclórico” que mezcla la montera picona con ligueros para convertirse en un Freddy Mercury desinhibido que canta tonada. Sin duda alguna, ha agitado el folclore asturiano y a sus gentes durante años, pero en esta nueva aventura ofrece algo más, busca dignificar a personas e ideales caídos en el olvido. De primeras va a la raíz, a lo antiguo, a ese mundo rural del que venimos todos. De otras puede escucharse fragmentos de locuciones de “La Tarabica”, voz de las antiguas pescaderas ambulantes de Gijón y que nos ofrece el relato de aquel tiempo en que en nuestro país no se podía hablar de nada. En un momento dado uno se encuentra una canción de animás simple pero con sentimiento, y que cobra todo su sentido cuando uno lee que está dedicado a los refugiados ¿A cuales? Pues a tantos que han huido, huyen y huirán. Muchas veces nacen personas cerca de nosotros que con actitudes represivas las convertimos en refugiados de su propio espíritu por culpa su identidad sexual, a ellos también va dedicado este tema. Quizás su discurso más duro y reivindicativo es el que dedica a Rambal, asesinado de forma atroz por su condición de homosexual. fue asesinado y quemado y quien sabe que más y aunque todos en Cimadevilla* conocían los culpables no hubo juicio alguno. Para él compone un tema inédito que es todo un alegato por la libertad sexual de cualquier persona.
Con este nuevo álbum Rodrigo Cuevas se está volviendo en un artista de masas en nuestro país, pero su auténtico mérito está en su capacidad para llevar años siendo profeta en su propia tierra; una región montañosa, rural, religiosa y todo un símbolo de la hispanidad. Es allí donde un homosexual con un espectáculo burlesque lleno de sensualidad y transgresión ha convertido su folclore en éxito, ha llenado plazas y auditorios de la capital y pequeñas aldeas, y todo ello congraciado con la crítica. Tenemos ante nosotros a un artista y una obra que no deja indiferente a nadie y que asume ese deber ético y artístico que todo músico que se precie debería asumir en su trabajo.
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