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ALMENARA. Blog de la profesora María José Aznar

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44. Más sobre el proteccionismo y sus instrumentos

7 mayo, 2020 por mjaznar 9 comentarios

El proteccionismo existe, a pesar del mayor aperturismo de fronteras y del esfuerzo liberalizador del sistema GATT-OMC. Se han descrito muchos instrumentos proteccionistas en otras entradas, con el arancel a la cabeza, mediante los que los gobiernos y las empresas pretenden proteger su producción propia, resguardándola de la competencia exterior. En la época de la autarquía económica, en la era de Franco, las empresas españolas estaban muy protegidas porque existían unos aranceles muy elevados, y de esta forma los empresarios se garantizaban el reparto del mercado interior, sin preocuparse por cuestiones relacionadas con la competitividad. Pero a medida que España fue abriéndose al escenario internacional, la cosa fue cambiando. La entrada de nuestra economía en la Comunidad Económica Europea, que así se denominaba la Unión en 1985 cuando España se integró, marcó un antes y un después. A partir de este momento, había que contar con la feroz competencia de países en general más competitivos que España, nuestros socios comunitarios, respecto a los que nuestras mercancías empezaban a circular con libertad de movimientos, sin aranceles ni otras trabas al comercio. En una frase, debíamos acostumbrarnos a la desprotección comercial.

En la actualidad, España, al igual que la mayoría de países, se encuentra insertada plenamente en los mercados internacionales, exportando e importando, enviando y recibiendo turistas, invirtiendo en el exterior y recibiendo capital extranjero…Todas estas transacciones se puede realizar hoy en condiciones de mucha mayor libertad con respecto a tiempos pasados, gracias al aperturismo comercial y a la liberalización de los intercambios. Pero en ese escenario librecambista, es inevitable que haya muchas pinceladas de proteccionismo, pues el mundo es amplio y las transacciones que se llevan a cabo innumerables. En efecto, como se ha visto en otras entradas, sobre la base de diferentes recursos y herramientas el fin es ejercer una función principal: favorecer y salvaguardar lo nacional frente a lo extranjero.

Este es también el caso de las barreras técnicas y administrativas al comercio internacional. Además de todos los instrumentos de protección vistos, hay que lidiar con este numeroso grupo de medidas, que son difíciles de controlar y que con frecuencia obstaculizan los intercambios comerciales.  Estos mecanismos empezaron a emerger y a hacer su efecto durante la crisis económica de la década de 1970, justo después de que el GATT hubiese reducido enormemente las medias de protección convencionales, los aranceles. A falta de aranceles, ante la problemática situación económica provocada por la crisis, los países comenzaron a ingeniárselas para proteger sus economías con otras medidas, que no fueron otras que dichos obstáculos técnicos y administrativos, que recibieron la denominación genérica de “neoproteccionismo”.

Ese gran bloque de medidas proteccionistas engloba las normas y reglamentos que regulan un sinfín de cuestiones relacionadas con la producción, la distribución y la venta de los productos, regulaciones que son necesarias para que los procesos puedan desarrollarse en óptimas condiciones, pero que pueden convertirse en indudables armas de ataque y defensa comercial cuando son utilizadas con ese objetivo.

En definitiva, consisten en una serie de medidas muy diversas, que son muy eficaces como herramientas proteccionistas, y que se basan en las distintas disposiciones sobre las cuestiones siguientes:

– Normativa de los diversos países sobre aditivos permitidos en la fabricación de determinados productos.

Mediante estas normas se puede efectuar un claro proteccionismo de manera encubierta, al aprobarse por países distintas sustancias permitidas para su uso industrial, como los colorantes, los saborizantes, los edulcorantes… Es habitual el uso de esa regulación diversa para rechazar en frontera una remesa de mercancías que no cumple con la normativa nacional sobre contenidos de productos. A veces hay un exceso de celo injustificado, que solo puede explicarse por el afán de protección.

– La normativa sanitaria, fitosanitaria, técnica y de calidad

Se trata de disposiciones que evidentemente son necesarias, para garantizar la seguridad y la salubridad tanto humana como animal. El problema radica en la pretensión habitual por parte de distintos países de proteger sus mercados nacionales utilizando indebidamente dichas medidas para tal fin, sacando partido de las diferentes legislaciones respecto a estas cuestiones, para llevar a cabo un proteccionismo encubierto. Si tal fruta no cumple con el calibre exigido en mi país, si tal insecticida no proporciona en su etiquetado determinada información en una lengua que no hablan ni 10 millones de personas en el mundo, si tal pieza de carne no es lo suficientemente ecológica… Son muchas y dispares las excusas que se pueden enarbolar con el fin de rechazar disimuladamente las mercancías extranjeras.

– Las normas administrativas

Esta categoría de medidas está relacionada con la tramitación aduanera de algunos países, que resulta en ocasiones excesivamente burocrática para los exportadores e importadores. Ello obliga a adaptarse para superar esas barreras, al objeto de poder comercializar sus productos, lo cual se materializa en un incremento de costes para los operadores internacionales y en una demora en los tiempos requeridos para la transacción, lo que en definitiva cabe asociar al ejercicio de un claro proteccionismo por esta vía.

– Los aspectos relacionados con la normalización industrial y de seguridad

Mediante esta vía se exige el cumplimiento de ciertos requisitos técnicos o de presentación para que determinada mercancía sea aceptada para su introducción en el mercado nacional. Con frecuencia estas restricciones derivadas de la normalización industrial y de seguridad son innecesarias, ejerciendo un claro efecto proteccionista y englobándose bajo la denominación genérica de “obstáculos técnicos al comercio internacional”. Un estudio realizado por la OCDE demostró el encarecimiento que lleva aparejada la disposición de normas y reglamentos técnicos distintos en diversos mercados nacionales, ya que hay que asumir pruebas y certificaciones para la homologación de las mercancías, lo que se traduce en un incremento de los costes de producción.

A nivel global se han hecho esfuerzos para estandarizar y homogeneizar las normas técnicas internacionales, con la finalidad de evitar que los países industrializados se sirvan de especificaciones sobre composición de los productos, sobre su calidad, su seguridad, etc., así como de normas que afectan por ejemplo al envasado y al embalaje, obstaculizando de esta manera y poniendo claras trabas para el acceso, a sus respectivos mercados, a los productos extranjeros que no cumplan con determinados aspectos de su reglamentación.

En definitiva, vemos como el proteccionismo en el comercio internacional continuamente se reinventa, y por mucho que la OMC promueva el intercambio libre de trabas, siempre hay mecanismos más o menos opacos y más o menos fáciles de interponer que buscan siempre lo mismo en lo concerniente al comercio exterior: proteger lo propio y fastidiar lo ajeno.

 

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43. En relación a la Gran Depresión de 1929

7 mayo, 2020 por mjaznar 2 comentarios

En esta entrada toca detenerse a mirar de frente uno de los sucesos históricos protagonistas del período de entreguerras: la gran depresión. Y qué mejor que hacerlo de la mano del siguiente artículo, del cual os hago una extracto. Al final de esta entrada os pongo también DOS  ENLACES a otros artículos, igualmente de gran interés.

“LAS DOS GRANDES CRISIS ECONÓMICAS DE ENTREGUERRAS: HIPERINFLACIÓN ALEMANA Y CRAC DEL 29”

Jesús de Blas Ortega

 https://descubrirlahistoria.es/2019/03/las-dos-grandes-crisis-economicas-de-entreguerras-hiperinflacion-alemana-y-crac-del-29/

 Durante el período de entreguerras se produjeron dos grandes crisis económicas cuyas consecuencias fueron dramáticas, tanto desde un punto de vista social, como político: la hiperinflación alemana, que se extendió durante los años 1922 y 1923, y el crac bursátil de 1929, que daría paso a la Gran Depresión de los años 30. (…)

La crisis de 1929 y la Gran Depresión de 1929-1932

A pesar de la intervención norteamericana, que había aportado liquidez y logrado convencer a los gobiernos europeos aliados, en particular al gobierno francés, de la necesidad de flexibilizar el sistema de pagos por reparaciones impuesto a Alemania en Versalles, las bases sobre las que se asentaba todo el sistema económico de entreguerras seguían siendo muy débiles, sobre todo en Europa y en particular en Alemania.

Pero, sin embargo, la segunda gran crisis de entreguerras, no iba a nacer en Europa, aunque sí iba a sufrir las dolorosas consecuencias de su impacto, sino que, en esta ocasión, la crisis iba a estallar en el centro económico, político y financiero hegemónico a nivel mundial, los EEUU.

Aunque la manifestación más impactante de la crisis fuera la brutal caída de las acciones en la Bolsa de Nueva York en octubre de 1929, aquel hecho no era sino la manifestación de un mal de fondo que aquejaba a la economía productiva desde años atrás y que, poco a poco, había ido minando las bases mismas de la economía capitalista. (…).

El origen de la crisis de 1929

La expansión de las ventas a Europa durante el conflicto militar y durante los primeros años de posguerra llevó a muchos agricultores norteamericanos a endeudarse para invertir en sus granjas y mejorar su producción, adquiriendo para ello medios mecánicos (sembradoras, cosechadoras, sistemas de riego, etc.) y de transporte. La caída de las ventas agrícolas ante la irrupción de otros países emergentes con gran potencial agrícola como Brasil, Argentina, Canadá y Australia, y también el hecho de que se fuera produciendo una progresiva recuperación de la producción agraria europea, dio lugar a una sobreproducción agrícola mundial que precipitó la caída de los precios agrarios y llevó a la ruina de muchos agricultores que no podían devolver sus créditos, para los que habían hipotecados sus granjas, que eran, además, sus viviendas familiares.

La situación de sobreproducción también se dio en la industria (…). A diferencia de los granjeros, que eran economías familiares, las industrias, al empezar a percibir una caída de las ganancias (beneficios en relación con los costos de producción), retiraron inversiones y emplazaron capitales en la Bolsa, para tratar de compensar la pérdida de rentabilidad productiva, mediante ganancia especulativa en una Bolsa que no dejaba de progresar al alza.

La quiebra de los granjeros, sin poder hacer frente a los pagos de sus deudas a los bancos, tendría como consecuencia la expulsión de muchos de ellos de sus tierras (que eran también sus viviendas), incautadas por los bancos. La acumulación por parte de los bancos de un enorme stock de granjas carentes de valor real en su contabilidad los llevó a restringir los créditos bancarios (algo así como lo ocurrido más recientemente en nuestro país con las cajas de ahorro y las hipotecas).

La restricción de créditos bancarios provocó una gran falta de liquidez en el sistema. Para intentar conseguir liquidez por parte de particulares y empresas, se daban órdenes de venta en la Bolsa. Todo el mundo necesita vender y lo que se precipitó fue el crac bursátil. Muchos títulos que habían sido artificialmente inflados perdieron todo su valor y se empezaron a producir masivos cierres de empresas y un espectacular aumento del paro.

En ese cuadro general, en marzo de 1929 comienzan a producirse bruscos vaivenes en la Bolsa de Nueva York (caídas fuertes pero seguidas normalmente de recuperaciones). El lunes 24 de marzo tiene lugar una venta masiva, 8 millones de títulos, que provoca una caída de 9,5 puntos, ampliada aún más el día siguiente. Pero la intervención compradora de Mitchell, presidente del National City Bank, permite lograr la recuperación. (…) Finalmente, el 24 de octubre (el «jueves negro») la Bolsa padece varias caídas menores y después una primera gran caída del 9%; sin que, en principio, nadie la contrarreste comprando. Se desata el pánico, pero a última hora llega una entrada de entre 20 y 30 millones de dólares de los bancos, que reduce la caída total del día al 12%. Sin embargo, tras leves recuperaciones los días siguientes, el lunes 28 y, sobre todo, el 29 de octubre (el «martes negro») el índice se derrumba y las caídas persisten hasta el mes de noviembre. El Dow Jones toca fondo el 8 de julio de 1932 (…).

Además, la reacción del gobierno republicano de Hoover, siguiendo la ortodoxia liberal que se había aplicado en otras épocas, típicamente deflacionista (cuyo objetivo primordial era el control de la inflación), provocaría una mayor caída de los precios, al retirar liquidez (oferta monetaria) del sistema, lo que no hizo sino profundizar la crisis.

Ante la falta de liquidez, se iba a producir además una repatriación de capitales norteamericanos emplazados de Alemania y Austria, donde habían llegado en aplicación del Plan Dawes, lo que hizo que se extendiera inmediatamente la crisis a Europa. (…)

La Gran Depresión y la búsqueda de soluciones. El «New Deal»

En EE.UU., el giro no se produciría hasta 1933, momento en el que el nuevo presidente norteamericano, ahora del Partido Demócrata, Roosevelt, puso en marcha el New Deal («Nuevo Contrato»), (…)  Las medidas adoptadas por Roosevelt no se iban a limitar al desarrollo de una política monetaria menos restrictiva, sino que van a intervenir directamente sobre los procesos productivos para favorecer su recuperación. Vamos a enumerar las medidas de mayor alcance:

  • Para mejorar el poder adquisitivo de los agricultores, se iban a otorgar ayudas crediticias y se instituiría un banco regulador de los precios agrarios.
  • Para mejorar también el poder adquisitivo de los obreros industriales, se iba a reconocer legalmente la negociación colectiva y la institución de convenios colectivos, dando un importante protagonismo a los sindicatos, que tendría como efecto la mejora de los salarios. Además, se establecían las vacaciones pagadas y un sistema de protección social para los desempleados (subsidio de paro).
  • Para impulsar la producción industrial y generar empleo, se acometería un plan de inversiones públicas en infraestructuras (carreteras, ferrocarriles, puertos, hospitales, escuelas, etc.) mediante contratos públicos con las empresas privadas, que de esta manera encontrarían un estímulo para la actividad, garantizada además por el desembolso del Estado.
  • Evidentemente, también se pondrían en marcha diferentes medidas de carácter monetario y financiero. Así, para favorecer las exportaciones, se devaluó el dólar y se abandonó (abril de 1933) el patrón-oro. Y para garantizar la vigilancia de las prácticas bancarias por parte de la Reserva Federal (equivalente al Banco Central de otros países) se reformaría el sistema bancario, separando los bancos de depósitos, de los de inversión.

La recuperación fue lenta y dificultosa. De hecho, la salida efectiva de la crisis de 1929, no se produjo hasta el relanzamiento de la economía de armamento que precedió a la II Guerra Mundial. Con este paquete de medidas que ponían un cierto límite a la acumulación capitalista salvaje, Roosevelt pretendía evitar un estallido social que podía haber sido inminente, (…).

La extensión de la crisis a Europa y al resto del mundo

La crisis de 1929 supuso un duro golpe también para la recuperación europea:

En Alemania la repatriación de capitales americanos produjo una situación de total falta de liquidez que frenó de golpe el proceso de recuperación iniciado en la segunda mitad de la década, provocando un importante aumento del paro y de la conflictividad social. (…).

(…), una de las consecuencias de la crisis de 1929 iba a ser el abandono del patrón cambios-oro tan sólo unos pocos años después de haberse acordado en la Conferencia de Génova de 1922. Reino Unido trató de enfrentar la crisis aplicando una política comercial fuertemente proteccionista para su área colonial (Commonwealth), reservándose ese espacio comercial frente a las otras potencias industriales. En Francia, el impacto de la crisis fue algo menor que en Alemania y Reino Unido. (…).

Pero las consecuencias de la crisis no sólo iban a extenderse a Europa. Una de las medidas adoptadas por el presidente Roosevelt, como fue la devaluación del dólar para favorecer las exportaciones norteamericanas, iba a tener como contrapartida la caída de las importaciones procedentes de América Latina, que también verían limitado el acceso a los mercados europeos, tanto por la caída de la demanda, como por la orientación proteccionista que se impuso en las potencias industriales. Así pues, la crisis de 1929 iba a irradiar desde EEUU al resto del mundo. (…)

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Como complemento de este texto, os invito a leer también:

– “1929: el mayor apocalipsis financiero”

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20191024/471148958651/gran-depresion-1929-eeuu.html

– “El Crack del 29: cómo ocurrió la peor crisis en la historia de Wall Street hace 90 años”

https://www.bbc.com/mundo/noticias-50189619

 

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42. Más medidas de protección exterior

4 mayo, 2020 por mjaznar 12 comentarios

Junto al arancel y los contingentes, existe una extensa batería de medidas mediante las que los países pretenden proteger su producción nacional de los competidores internacionales. Bien es cierto que nos hallamos ante un sistema librecambista, auspiciado por la OMC. Pero el proteccionismo siempre ha existido y existirá, y aunque el mundo ha hecho un considerable esfuerzo por liberalizar los intercambios, siempre existen resquicios de protección, unas veces justificados y otras no tanto.

A veces los países ricos obligan a otros, bajo represalias comerciales, a que dosifiquen sus exportaciones para no verse invadidos de mercancías claramente más competitivas. Serían como contingentes, pero a la inversa: en lugar de imponerlos un país, obligan a otros a que controlen las cantidades de exportación, de manera que tienen que hacerlo con serias limitaciones. Estos procesos constituyen lo que se llama Autolimitación voluntaria de las exportaciones (cuotas VER: “voluntary export restraints”), que han sido especialmente frecuentes en el caso de los productos textiles. A veces, incluso estos mecanismos han tenido el visto bueno del sistema multilateral del comercio internacional, adquiriendo una oficialidad. En este caso, se denominan Acuerdos de Ordenación de Mercados, como el extinto Acuerdo Multifibras, que abarcó 41 países entre los que se encontraban economías desarrolladas (importadores) y en vías de desarrollo (exportadores). Realizado bajo el auspicio del GATT, más adelante la OMC ordenó su desmantelamiento por dañino.

A veces la prohibición de importar es radical y absoluta, como puede ser el caso de los embargos comerciales, que no son otra cosa que la total prohibición de importar. Pueden ser generales o sectoriales (para determinados tipos de productos). Constituyen la medida más anti-comercial y severa que puede imponerse respecto a los productos de otro país. Los embargos a Irak y a Cuba fueron famosos en este sentido.

En ocasiones es posible que se exija un depósito previo a la importación, que no deja de ser una fórmula para encarecer las importaciones mediante un aumento de los costes financieros, puesto que  el importador debe mantener inmovilizada sin remuneración en el banco central, durante un plazo de tiempo determinado, una cantidad de dinero equivalente a un porcentaje del valor de la importación que desea efectuar. De forma que, aunque no se prohíben, sí se encarecen las mercancías importadas, restándole así competitividad, lo que cabe traducirse en una clara práctica proteccionista.  El efecto será tanto mayor cuanto más elevados sean el importe y el plazo de inmovilización.

Otras fórmulas de protección pasan por someter una mercancía a vigilancia estadística, lo que puede aplicarse cuando la evolución del mercado de algún producto extranjero supone una clara amenaza para la producción nacional. La “vigilancia estadística” va asociada a la exigencia de un documento de importación. Esta medida no opera de forma tan extrema y categórica como un cupo o contingente, pero sí funciona bastante bien de cara a disuadir a los importadores.

Las cláusulas de salvaguardia constituyen otra medida de protección comercial. Se adoptan temporalmente para contrarrestar los graves efectos que una determinada importación está ejerciendo en la economía nacional. Pueden ser en principio cautelares, como el establecimiento de una vigilancia estadística a la importación, pudiendo posteriormente aplicarse una barrera adicional si se estima conveniente.

Las cláusulas de salvaguardia cuentan con el visto bueno de la OMC, siempre que se utilicen con mucha moderación y en casos excepcionales. Sin embargo, la práctica pone de relieve un abuso en su aplicación, lo que significa que se convierten en una barrera de protección en toda regla.

Una importante categoría de medidas de protección vienen dadas por las llamadas tasas antidumping y compensatorias (o anti-subvención).

Las tasas antidumping persiguen compensar el perjuicio que puede provocar en la producción nacional la práctica de dumping, que está prohibida terminantemente por la OMC (y anteriormente por el GATT). Se sospecha que se produce dumping cuando un producto es vendido en el mercado internacional a un precio anormalmente bajo, lo que puede causar una clara competencia desleal.  Ante esas circunstancias, los países afectados pueden recurrir a una medida de legítima defensa comercial: la tasa antidumping, que recae sobre la mercancía que ha sido objeto de dumping para contrarrestar el daño provocado.

Por otra parte, los derechos compensatorios (o anti-subvención) pretenden contrarrestar los efectos que las ayudas estatales o subvenciones a las exportaciones en los países de origen pudieran causar sobre la producción de los países importadores. Dichas ayudas están permitidas hasta cierto punto: el consensuado en el seno de la OMC. Superados esos niveles, los países podrían estar incurriendo en una competencia desleal. En estos casos, para contrarrestar el daño provocado en otros sectores productivos similares de otros países,  se puede recurrir a una tasa compensatoria.

Sin embargo, tanto las tasas anti-dumping como compensatorias presentan un claro problema, que no es otro que el abuso en su utilización, sin la previa demostración del daño. Y de ello dan prueba las frecuentes denuncias que por ese motivo se presentan ante el Órgano de Solución de Diferencias de la OMC. Por tanto, cuando estas medidas de defensa comercial se utilizan indiscriminada y desmesuradamente, se convierten en una herramienta más nociva y dañina que el propio dumping o la propia subvención desleal. A nivel de la UE, se ha desarrollado una profusa reglamentación sobre esta cuestión tan preocupante.

 

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41. Tras la Primera Guerra Mundial

4 mayo, 2020 por mjaznar 1 comentario

Una vez  concluida la Gran Guerra, y hasta la segunda Guerra Mundial, se desarrolló el denominado período de entreguerras, en el que acontecieron una serie de hechos muy significativos para la economía mundial. Los citados hechos giraron en torno a varios pilares clave: la crisis financiera de Alemania, el abandono del patrón oro y  la adopción del nuevo patrón cambio-oro (basado en el anterior), la puesta en práctica del Plan Dawes, el crac de 1929 y el desarrollo de la Gran Depresión. Este período alberga, además, una etapa breve, pero intensa, de dinamismo y expansión, popularizada como “los felices años veinte”.

Vayamos por partes. El Tratado de Versalles (1919), que puso fin oficialmente a la Primera Guerra Mundial, impuso a Alemania la obligación de asumir una serie de pagos cuantiosos para sufragar los costes de las reparaciones de la guerra, en concepto de indemnización, por considerarla responsable del estallido del conflicto.  Al carecer de los fondos suficientes para hacer frente a esos pagos, Alemania optó por imprimir (fabricar) elevadas cantidades de dinero. Un crecimiento de la cantidad de dinero de esa fuerza desembocó en la grave hiperinflación que padeció el país, sobre todo en el año 1923. La gravedad de la hiperinflación era tal, que no era extraño que un vaso de cerveza costase 4.000 millones de marcos, una barra de pan 200.000 millones de marcos o … en fin, unos precios grotescos.

La situación empezó a remitir cuando Alemania emprendió una reforma monetaria, sustituyendo los marcos por otra moneda, el rentenmark, y suprimiendo la emisión de dinero. Además, por otra parte, Alemania se benefició de la ayuda prevista en el Plan Dawes, un programa de ayuda auspiciado por EEUU (1924), que tomó el nombre del financiero Charles Dawes, a la sazón director de la Oficina Presupuestaria estadounidense. La finalidad era dar soporte financiero a las economías de los países aliados, vencedores de la 1ª Guerra Mundial. Pero también perseguía lograr la estabilidad de Alemania y amortiguar su delicada situación económico-financiera. Para ello se implementó un sistema de flexibilización de pagos, permitiendo así cierto alivio de la deuda.

A la situación financiera de Alemania contribuyó el abandono del patrón oro, el sistema monetario internacional que estuvo vigente desde el siglo XIX  hasta que estalló la Gran Guerra. El patrón oro exigía mantener en un equivalente de oro el valor de las reservas de divisas, por lo que cuando se hacían pagos al exterior, ello conllevaba una salida de dicho metal. Pero cuando irrumpió la Primera Guerra Mundial, los países vieron mermada su capacidad de avalar sus pagos con oro, por lo que fueron abandonando el patrón oro sistemáticamente. Este sistema había dado gran estabilidad a los pagos internacionales durante el tiempo en que estuvo vigente. Su abandono le pasó factura especialmente a Alemania, que al verse eximida de tener que contar con la cantidad de oro equivalente, empezó a imprimir billetes a un ritmo feroz, dados los elevados pagos a los que tenía que hacer frente, fraguándose con ello su inmenso problema de hiperinflación.

La ausencia del patrón oro fue cubierta por un nuevo sistema monetario que surgió de la Conferencia de Génova de 1922. Se trataba del patrón cambio-oro (Gold Exchange Standard), basado en el anterior, pero diferente en un punto clave: el dinero en circulación ya no tenía que ir asociado a un equivalente en oro, sino que bastaba con que las monedas pudiesen ser convertibles a ciertas divisas que sí tenían su valor fijado en el preciado metal. Estas divisas centrales, convertibles en oro, a las que quedaron vinculadas las restantes monedas, fueron la libra esterlina y el dólar.

Durante el período de entreguerras y a lo largo del decenio de 1920, tuvo lugar una fase de gran actividad económica y bienestar social, en Europa occidental y sobre todo en Estados Unidos. Esos “felices años veinte”, en los que hubo una demanda de consumo sin precedentes, puso de relieve la cara inconfundible del capitalismo. La demanda y compra a gran escala de todo tipo de bienes, incluidas las acciones de empresas por parte del público en general, se realizaba en buena medida con recurso a los préstamos y créditos. Esa vorágine consumista, que durante un tiempo significó crecimiento y prosperidad, fue en parte causante del desastre financiero que tuvo su cénit en el crac de la bolsa de Nueva York, como consecuencia de la demanda especulativa de acciones. Un crac que a su vez constituyó uno de los pilares de la Gran Depresión que a azotaría a EEUU y al mundo occidental durante los años 30 del siglo XX.

En este breve pero contundente video se sintetiza esta cuestión:

https://www.youtube.com/watch?v=yu8eP7pfcAE

Por otra parte, os remito al contenido de un interesante artículo, en el que se hace una entretenida semblanza sobre los “Felices años veinte”:

FELICES AÑOS VEINTE                                               

Francisco R. Pastoriza

 https://periodistas-es.com/felices-anos-veinte-138981

 Los felices años veinte comenzaron en los Estados Unidos impulsados por la prosperidad económica que se registró en este país al finalizar la Primera Guerra Mundial. América sustituyó como primera potencia al Reino Unido y a los países europeos que, como Francia y Alemania, habían quedado destruidos y fuertemente endeudados.

Gracias a la influencia que EE.UU. ejerció en el viejo continente la prosperidad se extendió también a Europa. El nuevo espíritu de la modernidad llegaba con los adelantos técnicos, los cambios en las costumbres y la necesidad de disfrutar de la vida para olvidar dramas pasados. A través del cosmopolitismo y la seducción la nueva sociedad trataba de demostrar que había superado el trauma de la guerra.

Los orígenes de la sociedad de consumo

Fue en esta década cuando en la nueva sociedad de masas se inició el fenómeno del consumismo. Un consumismo fomentado por nuevas técnicas financieras como la venta a plazos y los préstamos personales, que los bancos ofrecían con grandes facilidades de pago y que impulsaron las compras de electrodomésticos, automóviles y viajes de vacaciones en los nuevos medios: trasatlánticos, aviones y zepelines recorrían el país de costa a costa y ponían al alcance de las clases medias los viajes turísticos transoceánicos. Gracias a la innovación tecnológica la Ford sembró las calles de nuevos modelos de automóviles, más baratos gracias a su fabricación en cadenas de montaje.

En este contexto fue determinante el papel de los medios de comunicación. El cine mudo divulgaba las nuevas formas de vida de la sociedad, y la publicidad en la radio y en las revistas ilustradas promocionaba el consumo de los nuevos productos. En esos años se construyeron algunos de los grandes rascacielos que aún hoy simbolizan el poder de una Norteamérica en expansión en la que la actividad económica rebajó los índices de paro a su expresión mínima. La buena marcha de la economía puso freno a la tendencia izquierdista del movimiento obrero y a la fuerza de los grandes sindicatos y canceló las expectativas contempladas en algunos círculos intelectuales sobre la expansión del comunismo soviético en los Estados Unidos.

Arte y cultura

Estos años registraron una gran actividad en los campos del arte y la cultura, orientados sobre todo al consumo de los nuevos productos.

Así, el Art déco presentaba sus obras más para la decoración de los nuevos hogares de la alta burguesía que para el goce estético o la reflexión y la denuncia. Un arte que giraba en torno a la ciudad y el urbanismo, elegante y funcional, opuesto al Art nouveau, crítico con el sistema.

Un arte decorativo y opulento surgido como reacción a la austeridad provocada por la guerra y que consagró a Tamara de Lempicka, Louis Süe, Diego de Rivera y a arquitectos como William van Alen y Raymond Hood, responsables del diseño del rascacielos Chrysler y del Rockefeller Center de Nueva York, que dieron a conocer en todo el mundo la estética de la Escuela de Chicago, que en París dio lugar a edificios como la Piscina Molitor y la Porte Dorée, aunque en Europa durante aquellos años se extendían las propuestas utilitaristas de la arquitectura Bauhaus.

La llamada Generación perdida norteamericana (Faulkner, Dos Passos, Hemingway, Erskine Caldwell, Scott Fitgerald) fue, fundamentalmente desde París, donde muchos se establecieron durante esos años, una voz crítica a través de la literatura. Novelas como “París era una fiesta”, “Las uvas de la ira”, “Manhattan Transfer”, “El gran Gatsby”, narraban el auge y la tragedia de la década a miles de lectores que las consumían con fruición y que dieron lugar al nacimiento de un nuevo concepto literario, el best-seller.

La literatura de denuncia estaba representada en Europa por Bertolt Brecht, Alfred Döblin y Hermann Hesse, pero el continente registró también durante estos años uno de los fenómenos más importantes de la historia de la cultura, conocido como ‘El espacio de Viena’. A lo largo de la década escribieron o publicaron algunas de sus obras Marcel Proust, James Joyce, Thomas Mann, Kafka, Robert Musil, Hermann Broch…

En el viejo continente, en el periodo de entreguerras, aparecieron también nuevas vanguardias como el dadaísmo y el surrealismo de André Breton, y se afianzaron otras como el constructivismo soviético y el futurismo de Marinetti, que se identificaron con las nuevas ideologías totalitarias.

Fiestas, música y espectáculos

Además del auge de ciertos deportes como el baseball, el baloncesto y el boxeo, que abarrotaban los estadios de masas de aficionados, los espectáculos como el cine, el teatro y también los cabarets, music-halls y clubs de alterne se vieron de pronto frecuentados por multitudes atraídas por las nuevas costumbres y por la moda puesta en circulación por las estrellas del star system de Hollywood.

Las actrices ofrecían una imagen envidiable de la nueva mujer del siglo XX: urbana, trabajadora, con capacidad adquisitiva, que fumaba en público, usaba pantalones y bebía alcohol en fiestas y reuniones sociales. Una mujer que lucía nuevos peinados a lo garçon y se vestía con los modelos de una alta costura que promovía el uso de faldas hasta las rodillas, escotes abiertos y brazos al aire y fomentaba una industria en la que, de la mano de Coco Chanel, emergieron las maniquíes, transmutadas con el tiempo en top models. Una nueva ideología promovida desde los ensayos de Margaret Mead alumbraba los orígenes del feminismo.

En las bulliciosas salas de fiesta de América se bailaba al son de los estilos de jazz de Chicago, Nueva York y Nueva Orleans y de sus variantes, el ragtime y el boogie woogie, mientras en Europa arrasaban el charlestón y el foxtrot, y en todo el mundo el tango, un baile de explícitas connotaciones sexuales.

En 1920 se inauguraba el Cotton Club en el barrio neoyorkino de Harlem, un espacio mítico que acogía a los grandes músicos negros y a las mejores big bands del país. Nombres como Louis Amstrong y Duke Ellington en América y Maurice Chevalier, Josephine Baker y vedettes como La Mistinguett en Europa, se consagraron a la sombra de los nuevos géneros, en los que se consolidaba la figura del ídolo de masas, intérprete de una música popular que impulsó una floreciente industria discográfica.

En los Estados Unidos los movimientos puritanos criticaban los excesos de la nueva sociedad y su influencia en las costumbres de la América profunda, y consiguieron de las autoridades medidas represivas como la instauración de la ley seca, la prohibición de fabricar y vender alcohol, que propició el nacimiento de nuevas formas de delincuencia organizada en mafias.

El fin del sueño americano

Pero esta prosperidad iba a tener un final trágico. Con la aparición de nuevos métodos de ganar dinero, como la adquisición de acciones de empresas que cotizaban a un alza que parecía imparable, influida por la euforia inversionista, mucha gente empezó a invertir en bolsa incluso pidiendo créditos y endeudándose hasta límites irrazonables. Cuando las acciones pararon de subir la gente empezó a venderlas para perder lo mínimo, contagiando a los inversores y haciendo que bajaran a un ritmo frenético.

El 29 de octubre de 1929, una fecha conocida como el martes negro, las bolsas se desplomaron y empresas y particulares pasaron en veinticuatro horas de la opulencia a la ruina. Los días siguientes cerraron miles de empresas, millones de trabajadores se vieron en el paro y la expansión del pánico provocó numerosos suicidios entre los inversores arruinados.

Este acontecimiento, conocido como el Crac del 29, fue el origen de la Gran Depresión, la crisis más grave registrada por la economía mundial en el siglo XX. Una crisis que se extendió a todo el mundo a causa del papel que desempeñaban los Estados Unidos como proveedores mundiales de mercancías y capitales.

En 1929 comenzaba una nueva era que en América sumió en la pobreza a grandes masas de población y en Europa liquidó la experiencia de la república de Weimar y dio lugar a la aparición de los totalitarismos y a la Segunda Guerra Mundial.

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40. España y la Primera Guerra Mundial

30 abril, 2020 por mjaznar 2 comentarios

La Primera Guerra Mundial constituyó un conflicto de dimensiones nunca antes vistas. España mantuvo una neutralidad en el período previo a la Primera Guerra Mundial, y durante la misma evitó vincularse con los países beligerantes, al no firmar acuerdos o alianzas con los mismos. Pero aunque durante la Gran Guerra no formó parte activa de algún bando, sin embargo asumió un rol muy importante como país suministrador de productos y recursos para el avance del conflicto.

En este vídeo se ponen de relieve los aspectos más significativos relacionados con la Gran Guerra. Sus causas y consecuencias son tratadas con detalle.

Y en particular, el documento recoge el papel que asumió España durante el conflicto y los efectos que desencadenó sobre la economía y la sociedad españolas.

Es para verlo detenidamente, pausándolo cuantas veces sea necesario para ir asimilando cómodamente su contenido. Podéis acceder al vídeo mediante este enlace:

Enlace al vídeo

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