Ha llegado el momento de cerrar esta etapa en Camoapa y hacer un pequeño balance de todo lo vivido. No vine con la idea de “ayudar”, sino con la intención de aportar todo mi amor y mi personalidad a la sociedad de aquí. Ahora, al mirar atrás, siento que recibí mucho más de lo que jamás pude dar: cariño, sonrisas, abrazos, aprendizajes y momentos que guardaré siempre conmigo.
Desde el inicio me sentí acogida como una más. La conexión con las familias fue de lo más especial, en particular mi segunda familia, Auxiliadora y su nieto Santiaguito, que se convirtieron en parte esencial de mi día a día. Ellos me enseñaron que lo verdaderamente importante está en la cercanía, en compartir risas, conversaciones sencillas y gestos de cariño que te hacen sentir en casa, aunque estés lejos.
Hubo también vivencias únicas que marcaron esta experiencia. Recuerdo el día que nos encontramos una boa en medio del camino hacia la fundación, una mezcla de susto y anécdota que nunca olvidaré. También la visita a otra fundación donde aprendimos a cocinar comida distinta de aprovechamiento, como tortillas hechas con cáscara de plátano, que me parecieron un símbolo de creatividad y de respeto por los recursos.
Entre todas las actividades, una que me conmovió especialmente fue la charla sobre igualdad de género, porque esta vez, generó un espacio sincero para pensar, compartir y reflexionar juntos ya que había mucha más confianza. Y en lo cotidiano, no puedo dejar de mencionar la comida: aquí he comido tanto mango y aguacate gigantes que me voy con la sensación de que hasta la naturaleza de este lugar enseña a vivir con abundancia y gratitud.
El final llegó con una despedida muy emotiva. Los niños me llenaron de cartas y palabras de amor y ahí entendí que mi presencia, mi cariño y mi forma de ser habían dejado una pequeña semilla en ellos.
Me voy con el corazón lleno, agradecida por cada persona, cada sonrisa y cada instante que Camoapa me ha regalado y enseñado. Al fin y al cabo, la vida es eso: compartir lo que somos y dejarnos transformar por los demás. Por eso no siento esto como un adiós, sino como un hasta pronto, con la certeza de que este lazo seguirá vivo, aunque sea en la distancia.
Un aguacate normal en Nicaragua
Excursión con los niños a ver a una perezosa.
Cartitas de despedida de los niños.
Haciendo tortitas de cáscara de plátano en otra fundación.
Mercedes, María y yo dando una charla a los padres de los niños de la fundación.
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