Una nueva etapa para ALGES- 30 de agosto de 2025.
ALGES nació en un contexto de posguerra marcado por profundas heridas sociales y miles de cuerpos lisiados por la violencia. Más de 40,000 personas adquirieron una discapacidad como consecuencia directa del conflicto armado, lo que configuró un nuevo colectivo con necesidades apremiantes. Frente a esa realidad, 423 salvadoreños decidieron organizarse en defensa de derechos básicos reconocidos en el Decreto 416: salud, rehabilitación, capacitación y empleo. Su apuesta fue clara: resistir desde la organización.
A diferencia de otras agrupaciones de la época, centradas en cabildeos que beneficiaban a exmiembros de las fuerzas armadas, ALGES buscó representar genuinamente a las víctimas del conflicto. Su mayor aporte, no obstante, fue haber demostrado una capacidad de reconciliación histórica: desde 1998 acogió en su seno a excombatientes del FMLN, a exmilitares y a civiles sobrevivientes con discapacidad. De ese modo, la Asociación se convirtió en un espacio de encuentro entre sectores antes enfrentados, sentando bases para una paz más inclusiva.
Mi experiencia como voluntaria se concentró en dos momentos. El primero fueron los actos conmemorativos de los 28 años de ALGES, celebrados entre el 11 y el 27 de julio de 2025 en los 14 departamentos del país. Allí se articularon encuentros entre afiliados, directivos y supervisores que no solo recordaron el pasado, sino que también analizaron críticamente el presente.
El panorama que emergió de esas discusiones no fue alentador. Entre las amenazas identificadas estuvieron la desaparición de organismos encargados del pago de pensiones, la transferencia de competencias que limitan la autonomía comunitaria y la creación de marcos legales que obstaculizan proyectos locales. Todo ello refleja una estrategia estatal orientada a debilitar a la sociedad civil organizada. Como respuesta, la conclusión fue que ALGES debía actualizar sus estrategias y fortalecer sus procesos organizativos frente a la nueva institucionalidad.
El segundo momento de mi voluntariado fue un ejercicio de memoria centrado en mujeres y adolescentes sobrevivientes del conflicto. A través de entrevistas y retratos narrativos, se buscó visibilizar sus experiencias. El reto fue enorme: dificultades logísticas para llegar a las comunidades, poco tiempo para realizar entrevistas y, sobre todo, el peso emocional de abordar relatos tan duros. No obstante, el aprendizaje fue muy valioso.
Las mujeres entrevistadas dejaron ver dos dimensiones de la resistencia. Por un lado, el sentido de pertenencia comunitaria que las sostuvo en los momentos más oscuros. Por otro, una conciencia social que, con el tiempo, se ha transformado en participación activa en foros públicos, en liderazgos locales y en propuestas de políticas públicas. La lucha, en este sentido, no se extingue: se reinventa
De todo este proceso se desprenden varias reflexiones. La primera, la necesidad de permanecer atentas frente a los intentos de restringir derechos. La segunda, el reconocimiento pendiente al papel de las mujeres en la guerra: su aporte ha sido sistemáticamente invisibilizado y su acceso a beneficios, muy limitado. La tercera, la persistencia de secuelas emocionales como el estrés postraumático, que prolongan el sufrimiento incluso en tiempos de paz.
Finalmente, tres certezas fundamentales orientan la experiencia:
La lucha armada y la defensa de derechos son expresiones legítimas de resistencia, cada una adecuada a su tiempo y contexto.
Todo proceso de lucha debe garantizar continuidad generacional; de lo contrario, corre el riesgo de extinguirse.
Quien ha enfrentado la injusticia ya no puede volver atrás. La conciencia adquirida y la práctica cotidiana de resistencia convierten la lucha en una forma de vida.
Hoy ALGES se encuentra en un proceso de transición hacia una estructura más sólida y sostenible. Su reto consiste en transmitir a las nuevas generaciones no solo un ideario político, sino también los medios para resistir en un entorno cada vez más adverso. La historia de la Asociación demuestra que la lucha no se limita al pasado: se expande, se transforma y se resignifica en cada momento histórico.