“Que todo lo que acontece sucedió, o pudo haber sucedido así. Que todo lo que no sucedió, pudo haber acontecido y, que se mezclan en mi recuerdo realidad y fantasía, de manera tan estrecha que ni yo mismo puedo separar la una de la otra sin temor a confundirme”.
Con estas palabras, José Luis Coll, definió, con esa sencillez que le caracterizaba, las líneas maestras que guiaban su pensamiento, cuando abordó la ingente y siempre complicada tarea de plasmar en El hermano bastardo de Dios, los recuerdos que le proporciona el haber contemplado en primera persona, con la inocencia de su mirada de niño, el absurdo irracional que siempre es una guerra.
José Luis Coll, tuvo la mala suerte de que le tocó vivir, desde la perspectiva de un niño, la guerra civil española, y un niño, al carecer de experiencia, no puede establecer comparaciones, como hace o al menos puede hacer un adulto, que le sirvan para comprender la crudeza de una situación y la percibe, por tanto, con el realismo y único referente, que le impone la dureza con que percibe la situación.
La voz del tiempo
Cuando José Luis Coll escribió este libro, los años en que vivió esa experiencia eran ya lejanos, diluyéndose en el manto neblinoso con que el tiempo va cubriendo los hechos históricos convirtiéndolos en retazos, que se proyectan sobre el autor como voces del recuerdo que pugnan por asomarse por las rendijas del olvido, para convertirse en palabra escrita y eco de sentimientos.
Posiblemente si hubiera sido otra la edad, con la que José Luis Coll vivió la etapa histórica en que la barbarie de la guerra civil se adueñó de la historia de España, también los reflejos que su recuerdo hubiese proyectado sobre su relato hubiesen sido diferentes ya que las percepciones, además de pertenecer al ámbito personal, también alcanzan diferentes dimensiones en función de la edad del receptor.
La luz de la inocencia
Con El hermano bastardo de Dios, José Luis Coll rescató del pasado la luz de su inocencia de niño y la plasmo en palabra escrita, para deleite de todo el que sepa ver en sus líneas el reflejo de la ternura de niño, con que iluminó los crudos sucesos que guardaba en su recuerdo infantil convirtiéndolos, con un estilo sencillo y pulcro, en una loa a los sentimientos más puros que atesora el alma de un niño.
Un libro que merece contar con su propio sitio en el estante de los amantes de la lectura, por su sencillez y por la honestidad y valentía, con que José Luis Coll rescató sus recuerdos para hacernos un regalo de incalculable valor.