Por Yolanda Sánchez Ferrández

Diversos estudios describen a las esclavas cantoras como mujeres musulmanas que estuvieron en un segundo plano y fueron cosificadas para que sólo sirvieran de entretenimiento musical a los hombres que servían. Pero, ¿podemos ofrecer una visión diferente si nos aproximamos a las esclavas cantoras desde perspectivas feministas?

Diferentes son los papeles que han tenido las mujeres en la música desde la antigüedad, como formar parte de rituales en templos sacerdotisos, ejercer de rapsodas, plañideras, tañedoras de instrumentos o cantoras.

En la época preislámica la condición de la mujer era similar a la de los esclavos: no tenían ni voz ni voto. Es aquí donde comienza la tradición de las esclavas cantoras. Encontramos las primeras noticias sobre la qayna (esclava cantora) o sobre la muganiyya (cantora), pero ambas eran esclavas sometidas de manera absoluta.

Con la llegada del islam (a partir del s. VI), la situación de la mujer cantora mejoró, convirtiéndose en la principal conductora de la transmisión de las artes durante la edad de oro de la España islámica. La condición de esclava cantora estaba aplicada a un colectivo mayoritario de mujeres no libres que estaban al servicio de los palacios y de los señores, a diferencia de la condición de cantoras que designaba a mujeres libres familias de gobernantes o intelectuales, las cuales son solo una minoría. No se ha conservado ningún tratado musical, ni documento por parte de ninguna mujer, lo que indica que seguían estando en un estatus inferior al de los hombres intelectuales. Incluso algunos textos de composiciones clásicas de poetisas se encuentran en antologías de hombres.

Estas esclavas cantoras recibían una formación musical, humanística y científica en los palacios. También se las educaba para servir en las casas, siempre bajo los preceptos del islam. Ya desde pequeñas, eran instruidas para poder obtener este tipo de educación, las preparaban para después venderlas por un precio, el cual aumentaba si estas sabían cantar, bailar o en cuanto a su belleza: ellos les daban mucha importancia a los sentidos, pues decían que estaban unidos al corazón, y por tanto tenían que contemplar una cantora con una belleza “seductora”, otro ejemplo claro de cosificación a la mujer, cuando dejaban totalmente en segundo plano sus capacidades artísticas. Incluso en algunos tratados se define así a “la esclava cantora perfecta”.

Estas tradiciones se transmiten al Magreb y Oriente Medio, y fue, sobre todo, a partir del s. XIX cuando la tradición de “esclavas cantoras” desaparece en beneficio de su profesionalización como mujeres cantoras independientes.

Actualmente, desde un punto de vista occidental, en la mayoría de países islámicos, la mujer continúa estando sometida al hombre y sufre restricciones, que aunque la mayoría lo hagan por su propia decisión, siguen siendo, en mi opinión, tradiciones retrógradas y machistas, y que por estar sujetas a la religión son muy difíciles de anular. Hay mujeres religiosas musulmanas que se han independizado bastante de la religión y su tradición, como las musulmanas “mipsterz”, un movimiento inicialmente promovido por mujeres que mezcla la modernidad y el islam, que se da en países occidentales.

En cuanto a la música, siguen existiendo cantantes de la tradición árabe, pero hay que destacar el caso de la cantante Helly Luv, de familia musulmana, que con sus dos videoclips Revolution y Risk it All, que en 2015 llamó la atención de muchos grupos islamistas y conservadores, por el hecho de que una mujer empoderada le haga frente a los ataques del Estado Islámico.

Por último, creo que es muy importante la perspectiva feminista en temas como este en el que se reconozca el papel fundamental de la mujer. También es relevante mostrar la realidad a la que eran expuestas, ya que aún no se ha formulado ninguna crítica objetiva acerca de ello ni un estudio histórico y musicológico completo como en otros ámbitos.

Bibliografía:

CORTÉS GARCÍA, Manuela. “Estatus de la mujer en la cultura islámica: las esclavas-cantoras (ss. XI-XIX)”. Ed. Rosa Iniesta Masmano. Mujer versus música : itinerancias, incertidumbres y lunas. Valencia: Rivera, 2011.

Revolution:

Risk it All:

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