Por Rocío Granado Lobato

Libro a comentar: Historia queer del flamenco: desvíos, transiciones y retornos del baile flamenco (1808-2018) de Fernando López Rodríguez.

Capítulo a comentar: Capítulo I: emergencia y desvíos del género (1808-1975) Pág:33-167

 

Fernando López Rodríguez es bailaor, coreógrafo e investigador de danza. Comienza su libro con una afirmación cargada de peso y significado: El flamenco nació macho.

A lo largo de mi trayectoria musical dentro del flamenco jamás me había parado a pensar en algo tan cotidiano como el género del estilo musical al que me dedico. Había presumido, eso sí, de que en el flamenco era un arte inclusivo entre hombres y mujeres -no entraré en el debate entre payos y gitanos por no ser el tema- que a día de hoy, mis referentes artísticos no se basaban en ser o dejar de ser, si no en el conocimiento que estos tenían y en lo que podía aprender de ellos.

Leer esa frase en el libro de López Rodríguez me ha obligado a, no solo continuar el libro con un interés inmenso, si no a replantearme mi conocimiento acerca de la historia del flamenco, a conocer y aceptar, que esto no ha sido siempre así, y que durante mucho tiempo, los flamencos no se medían por su conocimiento, si no por lo que tuvieran entre las piernas.

Durante una época no muy lejana se consideraba de hombres bailar de cintura para abajo. Los zapateaos, donde la fuerza era tan necesaria era un baile de hombres. Mientras que de cintura para arriba bailaban las mujeres, donde el movimiento de las manos y el disfrute estaban presente durante todo el baile. Palos como la farruca, la bulería por soleá o la caña eran realizados por hombres por la fuerza y rabia que requieren su ejecución, mientras que las alegrías, la soleá o los tangos eran realizados por mujeres.

A día de hoy, esta repartición de los palos por géneros no existe, pero sí que hay elementos que se emplean que demuestran que esto fue normal no hace tanto tiempo.

Si observamos con atención, los palos que eran bailados por hombres utilizan una indumentaria más masculina – La denominaré así por ser elementos que utilizaban los hombres para bailar- .

Podemos verlo en el siguiente ejemplo:

En la siguiente imagen tenemos a Macarena Ramirez bailando en la semifinal del Cante de las Minas en el año 2017[1]. En esta ocasión bailó la caña, y podemos identificar dos elementos caracterizados por ser usados en el siglo anterior por los hombres.

El cañero, el chaleco y los palillos.- Este último elemento era la forma característica de los hombres de mover las manos-.

La referencia histórica de la que nos habla López Rodríguez es obvia.

 

A diferencia de este baile, podemos ver a Macarena en final de este mismo concurso, en el mismo año, donde interpreta unas alegrías, con elementos considerados como más femeninos, como la bata de cola.

 

  • No hablaremos de la técnica de pies que utiliza por ser el estilo que a día de hoy la mayoría de bailaores utiliza, indistintamente de su género y lugar de aprendizaje. –

 

 

El autor del libro también hace referencia a aquellas figuras que se han salido de lo considerado dentro de su género, como la Paquera de Jerez, a quien su fuerza y gesticulación, además de su potencia vocal acercaba, según al público del momento, su cante más a una apariencia masculina que femenina. La voz rasgada de Fernanda de Utrera es otro ejemplo. Que nunca se les conociera pareja a ninguna de las dos y permanecieran toda sus vidas solteras hacían dudar de su sexualidad.

Y es que el cante se consideraba algo de hombres, al igual que el toque. Para esto podemos remontarnos a la época de los tablaos, donde las mujeres bailaban, encontrando tan solo uno o dos bailaores dentro del cuadro, y los hombres cantaban o tocaban. Esto se debía a que las bailaoras eran consideradas un juguete de feria, ya que atraían a los hombres a ver estos espectáculos, mientras que los músicos quedaban en un segundo plano, ocultos por la propia bailaora. A día de hoy esto se observa en la vestimenta de los músicos dentro de un tablao, siendo el negro el uniforme oficial tanto de los cantaores como de los guitarristas, hacíendo referencia a algo que se quiere ocultar. La sexualización de la mujer en este periodo es obvia. Artistas como Lola Flores han admitido públicamente que realizaban trabajos de prostitutas fuera del tablao para poder sacar a su familia de la pobreza.

 

A día de hoy, la división de géneros se mantiene presente. Si observamos con atención, los guitarristas más reconocidos del mundo del flamenco son hombres, la mayoría de músicos que trabajan en los tablaos, también son hombres. Además, continúan pidiendo tan solo un bailaor y dos bailaoras para los espectáculos.

 

[1] Macarena Ramirez bailando la caña: https://www.youtube.com/watch?v=GlX00OOwaEI

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