Por Elvira Simancas Fernández

Niccolò (o Nicolò) dell’Abbate (Módena; 1509 o 1512 – Fontainebleau; 1571), Concierto, Fresco sobre lienzo, Pinacoteca Nacional (Bolonia)

La labor de los intérpretes dentro de la música culta ha sido en general ignorado y relegado a un segundo plano por parte de los estudios académicos, y se debe en parte a una concepción anticuada de lo que es la interpretación, qué supone y cuáles son sus objetivos. A día de hoy se conserva una mentalidad según la cual el intérprete es un mero transmisor de obra que es contemplada como la perfección, fruto de la genialidad de su creador, un objeto sagrado e intocable. De esta forma, se ignora por completo el hecho de que abordar una partitura es siempre un acto cargado de posicionamiento. Ignorar todos estos matices de la labor interpretativa conlleva, una vez más, invisibilizar a una serie de mujeres que a lo largo de la historia se han dedicado a ello, debido a que en Occidente siempre ha sido más fácil para ellas acceder a la interpretación que a la composición. Es curioso cómo la condición de mujer y la condición de intérprete comparten ciertos rasgos comunes. Ambos son concebidos como “lo otro”, lo excéntrico, definido por oposición a lo hegemónico. Al igual que las mujeres a lo largo de la historia no han sido valoradas como individuos autosuficientes e independientes, sino como entes complementarios al hombre, al intérprete se le relega a una posición inferior en la jerarquía musical. El intérprete es “lo otro” con respecto del eje central, la obra en sí, que se considera más compleja e importante. Esta infravaloración de ambas condiciones hace que el rechazo hacia lo femenino y hacia la labor interpretativa se alimenten mutuamente.

A pesar de que las mujeres han estado más incluidas dentro del ámbito interpretativo, han tenido un camino más difícil en ciertas especialidades. En el caso de la música sinfónica es especialmente llamativo el caso de la clarinetista Sabine Meyer. A pesar de ser una gran virtuosa, sufrió el machismo demoledor del ámbito sinfónico a finales del siglo XX, en concreto en 1983, cuando Karajan apostó por ella, que tenía tan solo 23 años, como titular de la Filarmónica de Berlín. Esto supuso una verdadera crisis para la orquesta, pues los músicos, en especial el clarinetista Karl Leister, se opusieron frontalmente, y llegaron a amenazar con no grabar los discos planeados para ese año, haciendo perder a la orquesta una ingente cantidad de dinero. A pesar de estas duras condiciones, Sabine Meyer se proclamó como una de las mejores clarinetistas de su tiempo, entre otras cosas gracias a su brillante interpretación del concierto de Mozart.

Meyer abrió la puerta a muchas otras mujeres en el ámbito sinfónico. A pesar de esto, la presencia femenina en algunas secciones de la orquesta sigue siendo muy reducida. Observado la plantilla de diferentes orquestas europeas podemos ver que en la sección de cuerda hay cierta paridad en todas las orquestas, excepto en el caso de los contrabajos. En la sección de viento metal y percusión hay una ausencia casi completa de mujeres, mientras que en el viento madera solo hay cierta paridad en la sección de flautas. Vemos en definitiva una prevalencia masculina en instrumentos más graves y corpulentos, o de mayor potencia como es el caso del viento metal. Dejando de lado los instrumentos sinfónicos, encontramos en piano y en canto una gran participación femenina. Estas condiciones tienen su razón de ser y sus antecedentes. Es el caso del Conservatorio de París, fundado en 1795, donde las mujeres tuvieron prohibido el acceso a las especialidades de composición, contrapunto, fuga, violín, violonchelo, contrabajo y todo el viento, es decir, solo podían estudiar piano y canto.

Hoy en día hay diferentes asociaciones, que impulsan la investigación sobre las intérpretes y apoyan el trabajo de las mismas. Existen proyectos muy potentes en este sentido, como es la OSMUN, una orquesta sinfónica de mujeres, que se vuelca en la investigación, la divulgación y el cuestionamiento del canon. Esto tiene sus antecedentes en los famosos Concerto de Donne del XVI. Podemos decir que se está avanzando en este campo, pero en definitiva, a pesar del gran trabajo de este tipo de grupos, en el ámbito de las mujeres y la interpretación, queda mucho por investigar y por conquistar.

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