Por María Laura Sánchez

The Juergas Rock Festival es un evento musical que se celebra en Adra (Almería) durante los días más calurosos del año. En este festival encontramos grupos de punk, rock, rap, y ska, géneros musicales que en sus orígenes promulgaban una serie de valores, y ahora, esos valores, parecen una realidad bastante lejana. Del punk, por poner un ejemplo, parece que lo único que permanece vigente es una estética desdibujada y un estilo de vida poco saludable. De igual manera, se podría hablar de cualquier género musical o ambiente festivalero, -no es que en el Puro Latino se consuman menos sustancias o haya menos agresiones que en The Juergas Rock Festival-, sino que en un espacio, aparentemente, político, no debería haber lugar para situaciones de desigualdad.

Aunque las ideas de izquierdas sean el gran discurso de este evento tan aclamado en la provincia de Almería, no se puede pasar por alto el hecho de que hay una empresa que organiza y articula todo lo que vemos como público. La gran problemática de este festival es su cartel. ¿Cuántas mujeres aparecen en este cartel? ¿Cuántos hombres con denuncias por agresiones aparecen en él?

Respecto a la participación de la mujer en el festival, las cifras hablan por sí solas. El miércoles, 2 de agosto, pasaron por el escenario dieciocho artistas (sin contar djs o bandas acompañantes como la de El Canijo de Jerez). De ellos, tan solo encontramos a tres mujeres en el grupo Tremenda Jauria. El último día, el 5 de agosto, de los casi cuarenta artistas que pasaron por el escenario tan solo hay 2 son mujeres, y las dos están en grupos de hombres. Eli es la ‘frontwoman’ de Trashtucada, al igual que Carla Santacreu en The Lizards. Además, es reseñable cómo participan estas mujeres en sus proyectos, acaban siendo la cara visible, la cara bonita, un rol de dinamizadora…

Hemos de pensar en la consecuencia directa del hecho de que no haya más mujeres en el escenario: la experiencia femenina pasa a un segundo plano, los temas sobre violencia de género, el sexismo o la violencia estética vuelven a estar ocultos como en la mayoría de ocasiones. Si el punk debería de ser un arma y un altavoz con el que denunciar las desigualdades, ¿por qué solo escuchamos un discurso manido mientras que lo que vemos son actitudes que dejan en entredicho los valores que, en teoría, van promulgando?

El día 3 y 4 de agosto, tocaron en el festival dos grupos en los que hay integrantes que han sido acusados por abusos sexuales. En 2018, David Saiz, de Sons of Aguirre, a través de un comunicado anunciaba la retirada temporal de los escenarios debido al agotamiento físico y psicológico por las acusaciones que había recibido su compañero de grupo Masa, sobre un “supuesto” abuso. Por otro lado, en 2017, una plataforma feminista denunciaba al colectivo Rocktizaje por el encubrimiento de una violación a una fan, por parte de uno de los miembros de Lágrimas de Sangre. Que, por cierto, al año siguiente no dudaron en asistir al mismo festival donde se había producido la agresión.

Este tipo de festivales, como The Juergas Rock Festival  o el famoso Viñarock, blanquean comportamientos deleznables, no generan espacios seguros para las mujeres en la música y perpetúan consignas misóginas, ocultas tras un falso progresismo.

Hay mujeres maravillosas haciendo rap, punk, rock, como son Las Ninjas del Corro, con un rap más clásico; Pantocrator, con un punk fresco y súper actual, Mafalda o IRA y que además mantienen un pulcro expediente en cuanto a agresiones sexuales. Dar lugar a mujeres en estos espacios es algo que todavía no hemos logrado, que es urgente, y que como todo, llegará.

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