LA CERÁMICA DE FAJALAUZA

 

Fajalauza es una producción popular de gran interés, hasta el punto de que cualquiera de sus recipientes es considerado como una de las señas de identidad de la ciudad de Granada. 
Es la manifestación de un arte popular, genuinamente granadino, que tiene más de quinientos años de existencia.

 

En Granada, durante el periodo nazarí, los centros productores cerámicos se ubicaban en el Albaicín (Fajalauza) y el Realejo. Tras la conquista, los castellanos mantuvieron la estructura productiva preexistente, pero pronto comenzarán a producirse una serie de cambios. En torno al 1560 se agudiza el traslado de los alfares a Fajalauza, coincidiendo con el afinamiento de la población morisca en el Albaicín. De alguno de estos alfareros conocemos su nombre gracias a la documentación. El más significativo, para el caso que nos ocupa, es el de Hernando Morales, antepasado de la misma familia que actualmente sigue siendo la propietaria de los talleres de Fajalauza. 

 

A partir de 1572, los moriscos se convirtieron en una población residual en Granada. Este proceso tiene su final en las primeras décadas del siglo XVII, cuando la población morisca es expulsada definitivamente de la Península Ibérica, por el decreto de 1609. Sus consecuencias, entre otras, fueron la confiscación de las ollerías y la sustitución de la población morisca por cristianos viejos. Estos cambios podrían originar nuevos productos, formas y funciones cerámicas, siendo el punto de partida de la cerámica de Fajalauza. 

 

Los inicios de la cerámica de Fajalauza suelen señalarse en el siglo XVI de manera poco concreta. No será sino a partir de los siglos XVII y XVIII cuando podamos hablar con propiedad de cerámica de Fajalauza. En el siglo XVI la ciudad de Granada contaba con 37 talleres de olleros que, en el siglo XVIII, en el Catastro de Ensenada, habían quedado reducidos a 10. En el siglo XIX este número decrece hasta sólo 8, uno de ellos será el de la familia Morales.  La denominación de Fajalauza se remonta al menos al año 1841. Es entonces cuando aparece este nombre recogido en la revista local La Alhambra (31- 1-1841). 

 

Diferentes estudios de corte etnográfico han recogido el sistema de producción Fajalauza. En su realización se mezclarían dos tipos de arcillas, una procedente del Beiro que da un barro fuerte y plástico, y la otra de El Fargue, que da un barro suave y poco plástico, pero que no se agrieta en el secado3. Son cerámicas modeladas en un torno de tipo hundido, es decir, ubicado en el suelo, excavado de tal forma que sólo su rueda superior sobresale4. Todas las piezas se revisten de una capa de esmalte blanco, que le da a la pieza su acabado característico. Una vez que se ha cubierto la pieza con esta capa se le aplican una serie de pigmentos de diferentes colores a modo de decoración. Los colores más usuales son el azul y el verde. Los motivos decorativos son los elementos que mejor caracterizan la cerámica de Fajalauza. Son decoraciones naturalistas y abigarradas, es trata de la manifestación en la cerámica de un arte popular, genuinamente granadino5. Predominan los motivos tradicionales muy simplistas, que podemos relacionar con el sustrato nazarí. Junto a estos hay motivos de inspiración popular, son muy comunes las aves, las flores o los frutos.