Los bestsellers de misterio y los actuales thrillers cinematográficos no serían nada sin la herencia de la novela gótica romántica del siglo XIX y sin la aportación de autores como Wilkie Collins, británico de nacimiento que se considera una de las piedras angulares de las historias detectivescas que más tarde darían luz a la novela negra y al subgénero true crime en la pantalla grande.
Senderos rectos para zigzageadores
Nacido en Londres el 8 de enero de 1824, William Wilkie Collins creció en el seno de una familia acomodada. El niño era hijo de un afamado paisajista que le procuró viajes desde temprana edad y una educación de primera en Italia.
Gracias a la influencia artística del padre y a una imaginación explosiva, El joven Collins se convirtió en un soñador que quiso probar de todo. Para ello, abandonó la escuela antes de los 17 años con la esperanza de aprender todo sobre la producción de té, que era un oficio en auge que prometía mucho a los emprendedores. Sin embargo, no tardó en descubrir que la actividad empresarial no era su vocación, aunque necesitó de varios años para retomar el camino. Este periodo lo sobrellevó escribiendo relatos de cientos y cientos de páginas, aunque posteriormente, los dejaría de lado a todos para arrojarse de lleno a estudiar otra de sus pasiones: el Derecho.
Más que cultivar en él dotes de jurista, esta carrera le permitió desarrollar su habilidad literaria y le reveló algún que otro secreto del oficio que le serviría para crear efectivas vueltas de tuerca en sus relatos.
Un encuentro fortuito el de Wilkie Collins
Pese a que las leyes eran una pasión para él, Wilkie Collins no utilizó profesionalmente su título de abogado y, por suerte para sus lectores, tomó la decisión de dedicarse de lleno a la literatura. Collins produjo numerosos cuentos cortos que publicó en el semanario All the year around y escribió dos novelas: Antonina o la caída de Roma (que no publicó 1850) y Loláni o Tahití tal como era, un apasionado romance gótico inspirado por su gusto por las historias de Ann Radcliffe y Mary Shelley que curiosamente, permaneció inédito hasta el año 1999.
Lo que su inquieto espíritu y ávida creatividad necesitaban, era un padrino del tamaño de sus aspiraciones. Como si de la respuesta a una plegaria se tratase, en una situación perfectamente casual en la que fue auxiliado por un “noble caballero” durante una caminata en la que se lesionó la pierna, el escritor conoció al gran Charles Dickens, que rápidamente lo llamó a participar en revistas de renombre donde colaboraba. La amistad creció hasta el punto de permitir que ambos elaborasen obras de teatro y novelas en coautoría.
Collins entabló en ese tiempo una relación sentimental con la dama Caroline Graves, que se prolongó en el tiempo pese a que nunca contrajeron matrimonio. Cuando Caroline se estableció definitivamente con otro hombre. Collins contrajo matrimonio con su única esposa, Martha Rudd, con la que tuvo tres hijos
Herencia de vida
La influencia de Dickens (que manejó con maestría el relato de misterio y suspenso) y el respaldo que le brindo su cercanía, permitió que Collins publicara más de 50 novelas exitosas, entre ellas las dos que le dieron la fama mundial como el creador de la novela policial: La Dama de blanco de 1860 y La piedra lunar de 1867, así como decenas de relatos en los que afiló su sentido para desarrollar la intriga victoriana al grado de convertirse en el precursor de los relatos de Arthur Conan Doyle.
Con el tiempo, el dolor crónico que le producía la gota lo hizo volverse adicto al láudano, lo cual frenó su actividad literaria notablemente y lo distanció de Dickens, que fallecería en 1870. Pese a la adversidad, Wilkie Collins mantuvo su leyenda con numerosas publicaciones hasta que finalmente murió en paz el 23 de setiembre de 1889.
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