El error en el que siempre incurrimos es el de creer que la vida es inmutable, que una vez metidos en una raíles hemos de recorrerlos hasta el final. En cambio, el destino tiene mucha más fantasía que nosotros. Justamente cuando crees encontrarte en una situación que no tiene escapatoria, cuando llegas al ápice de la desesperación, con la velocidad de una ráfaga de viento cambia todo, quedas patas arriba y de un momento a otro te encuentras viviendo una nueva vida.
Este fragmento extraído de Donde el corazón te lleve es sólo una pequeña muestra de la gran sabiduría de vida que refleja Susana Tamaro a lo largo de todo el texto. Prácticamente en cada carta que Olga dirige a su nieta es posible encontrar alguna sugerente reflexión similar a la que aquí se ha pretendido traer.
Buscándole sentido a la vida
Cuántas veces, a lo largo de nuestra vida, nos habremos sentido perdidos y desbordados frente a diversas circunstancias que nos han acaecido. Seguro que, simplemente con hacer un pequeño ejercicio de memoria, somos capaces de recordar unos cuantos ejemplos de esos momentos. Suerte -o quizá no tanta-, de aquél que no ha experimentado en alguna ocasión este tipo de emoción.
Es en esas ocasiones, quizás emocionalmente adversas, en las que resulta cuando menos complicado encontrarle sentido a la vida. Sin embargo, algo tan simple como la lectura de este pequeño fragmento, o cualquier otro de similar intensidad afectiva, fácil de encontrar a lo largo de todo el relato, podría contribuir a mostrarnos que las cosas pueden verse desde una óptica diferente. Desde un punto de vista más positivo y emocionalmente menos dañino.
Es obvio que las situaciones son las que son en sí mismas. Objetivamente los hechos sólo pueden ser unos. No obstante, la manera en que cada persona es capaz de vivenciarlos es lo que marca significativamente la diferencia. Es posible que en la subjetividad es donde finalmente radique lo esencial de cada acontecimiento.
Una respiración profunda
Donde el corazón te lleve se plantea desde una lectura tranquila y sosegada que invita a la calma de la mente y a la relajación del espíritu. Seguro que cada lector encuentra en este texto esa frase o ese pequeño fragmento concreto con el que le será extrañamente sencillo identificarse y hacerlo suyo, atesorándolo para siempre. Cuando eso ocurra, descubrirá, si no lo ha hecho ya, lo agradable que resulta releerlo una y otra vez, mientras respira profundamente.