Se acaba de publicar en la prestigiosa Revista de Estudios Sociales un artículo basado en un estudio de hace algunos años, donde Violeta Garrido analiza cómo el corpus althusseriano resultó ser enormemente fértil para el campo de la teoría literaria anglosajona. Integrando las aportaciones de la sociología de los intelectuales desarrollada por la escuela bourdieusiana, que analiza la actividad en el campo de múltiples intermediarios (agentes literarios, traductores, editores, representantes políticos y académicos), este artículo ofrece una visión panorámica de algunas de las estrategias de importación y de apropiación crítica del pensamiento althusseriano en los territorios anglófonos en el periodo que va de los años sesenta, cuando comenzó a introducirse allí a través de traducciones y de comentarios críticos, en parte motivados por la situación política internacional, a los noventa aproximadamente, cuando sus agentes importadores tuvieron que hacer frente a la deslegitimación del marxismo y particularmente a cierto desprestigio público en torno a la figura del filósofo francés. Se presta especial atención a los movimientos acontecidos en el subcampo de los estudios literarios, algo sobre lo que no existen hasta el momento documentos sistemáticos y en lo que debe seguir incidiéndose en el futuro. Para ello, se toman en consideración tanto la trayectoria de ciertos agentes como las propuestas teóricas de algunos de los textos clave que se inscribieron formal o informalmente en esa tradición, y que intentaban configurar enfoques originales sobre nuevos objetos a partir del corpus althusseriano; se combina así el análisis externo de la historia intelectual con el análisis interno de los objetos de indagación teórica. Todo eso informa, por un lado, de la enorme capacidad de esa generación de agentes importadores para ejecutar traslaciones conceptuales del campo filosófico (donde se insertaba originalmente Louis Althusser) al campo literario (donde operaban aquellos). Por otro lado, proporciona información sobre la jerarquía constitutiva del campo intelectual internacional, pues las recepciones en Gran Bretaña y Estados Unidos, pese a la afinidad lingüística, son notablemente diferentes y refuerzan la idea de la autonomía de los campos.
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