El cuidado parental, el conjunto de estrategias que los padres pueden desplegar para mejorar las probabilidades de supervivencia de sus descendientes, es muy variable entre los animales. Hay grupos en los que brilla por su ausencia, y otros en los que es muy sofisticado, incluyendo diversas estrategias de cuidado, protección y alimentación de los jóvenes. El principal beneficio del cuidado parental está claro, e implícito en su definición: aumentar las probabilidades de supervivencia de los descendientes. La inversión que hacen los adultos en su progenie es pues una estrategia para mejorar su propio éxito, a través del éxito de sus descendientes. Un repaso rápido a las estrategias reproductivas animales sugiere una relación inversa entre el esfuerzo reproductivo dedicado a producir nuevos individuos, lo que se suele denominar el tamaño de puesta o de camada (el número de huevos que las hembras producen en cada generación), y el dedicado a cuidar de éstos. Es decir, lo más común es, con las particularidades de cada grupo animal, de su historia evolutiva y su ecología, que si se producen muchos huevos, se dediquen pocos cuidados a éstos y que cuando se invierte mucho en cuidados parentales, como los descritos arriba, éstos suelen dirigirse a un número moderado o pequeño de descendientes. Para ilustrarlo podemos usar algunos ejemplos de animales más o menos conocidos. Entre las aves, en las que el cuidado parental está generalizado, con la incubación de los huevos y la alimentación y protección de los pollos, las especies de mayor tamaño y cuyos períodos de incubación y de estancia de los pollos en el nido son más largos, ponen menos huevos que las especies cuya cría dura menos tiempo. En los anfibios, que ponen sus huevos en el agua, donde se desarrollan las larvas de forma independiente, hay algunos ejemplos de especies con distintas formas de cuidados parentales, en los que el número de huevos que producen las hembras se reduce mucho, como por ejemplo los sapos parteros, en los que la forma de cuidado (paterno en este caso) es transportar los huevos entre sus patas posteriores, protegiéndolos y humedeciéndolos durante períodos de tiempo de varias semanas. Las puestas de los parteros son de unas pocas decenas de huevos, mientras que una hembra sapo común puede poner varios miles de huevos. Este patrón, con excepciones en algunos casos, como siempre, se puede resumir en dos estrategias alternativas: invertir poco en cuidados pero mucho en descendientes versus invertir en pocos descendientes a los que se dedica mucha energía para cuidarlos.
El ejemplo de los sapos parteros nos lleva a otra generalidad de los cuidados parentales: es muy frecuente que las madres se encarguen de la mayor parte del cuidado de las crías, solas o con la participación de los machos; es menos frecuente que sean los machos los que, de forma exclusiva, se encarguen de sus descendientes, por ejemplo solo ocurre en el 1% de las especies de aves, uno de los grupos donde los cuidados parentales están particularmente desarrollados, y no se da en los mamíferos. Sin embargo, aún siendo poco frecuente en términos generales, el cuidado exclusivo por parte de los machos llega a ser tan común como el cuidado de las hembras en algunos grupos, como los peces óseos (teleósteos).
De hecho, los peces óseos son particulares en esto: en muchas especies los machos cuidan de forma exclusiva de una gran cantidad de huevos, sin que aparentemente el cuidado paterno tenga ninguna relación con el número de descendientes que pueden cuidar ¿Por qué es tan común en los teleósteos que solo los machos cuiden de sus descendientes y en gran número? La primera respuesta que nos viene a la mente es que en este grupo algún condicionante relacionado con el sexo hace a los machos más propensos en invertir energía para mejorar las probabilidades de supervivencia de sus descendientes. Esta preponderancia de cuidados por parte de los machos es en cualquier caso llamativa. La teoría de la selección sexual propone que las hembras se encargan de la mayor parte de la crianza en los animales porque son las que desde el principio hacen la mayor inversión en reproducción, y además la selección favorece estrategias diferentes en machos y hembras, con ellos intentando maximizar su tasa de apareamiento y ellas siendo muy cuidadosas en la elección de sus compañeros en la reproducción. Los peces óseos con cuidados parentales son especiales por dos motivos: las hembras ponen muchísimos huevos, y los cuidan los machos…. ¿Qué pasa entonces con los peces?
Para entenderlo, primero tenemos que considerar un poco más la historia natural de la reproducción en los teleósteos. La principal forma de cuidado parental en peces es la protección de la puesta de los depredadores y la oxigenación de los huevos mediante el movimiento de la aleta caudal, dos actividades ligadas a la puesta de huevos en un nido situado dentro de un territorio defendido por el macho, y con costos aparentemente bajos. Hay algunas formas diferentes de cuidados, como la protección de los huevos y juveniles en la cavidad bucal, pero en este caso nos vamos a centrar en los cuidados asociados a las puestas en nidos y territorios. Los autores que han estudiado este comportamiento asocian el cuidado por parte de los machos al hecho de que la territorialidad, es decir, la defensa de una zona concreta para que las hembras desoven en ella, donde los machos pueden preparar una pequeña depresión o nido, es anterior a la puesta de los huevos; es decir, el cuidado paterno puede ser un sub-producto de mantener la territorialidad, con pocos costos y muchos beneficios, ya que incluso pueden permitir a los machos nuevas oportunidades reproductivas al poder atraer a más hembras.
En un reciente trabajo publicado en Proceedings of the Royal Society B (Goldberg et al 2020), se ha analizado qué factores determinan la evolución del cuidado exclusivo por machos en los teleósteos a través de la comparación de costos y beneficios de los cuidados para los adultos y sus descendientes en 48 especies diferentes. Los costos se midieron en términos de condición física de los individuos que llevaban a cabo el cuidado paterno, y los beneficios en términos de número de descendientes y también de supervivencia de los huevos y de posibilidades de atraer a más hembras. Los autores planteaban que la evolución del cuidado exclusivamente paterno podía estar relacionada con a) los bajos costes del cuidado asociados a la biología reproductiva de los teleósteos (fertilización externa y territorialidad de los machos), b) los beneficios para los descendientes en términos de mejora en sus probabilidades de supervivencia, o c) los beneficios para los machos a través de la atracción de más hembras a sus territorios. Encontraron que en pocas especies (9 de 19) los cuidados de los machos tienen un efecto negativo (además moderado) en su condición física, de manera que de forma global los cuidados por parte de los machos parecen suponer pocos costos. En la mitad de las especies (8 de 16) el cuidado paterno mejora la supervivencia de los huevos, lo que de forma global se traduce en que no hay un efecto significativo de los cuidados de los machos en la supervivencia de los descendientes. Sin embargo, es más común (14 de 23 especies) que las hembras prefieran emparejarse con machos que ya tienen puestas a su cargo, siendo significativa esta preferencia a nivel global, e incluso ocurre que esta preferencia es más fuerte en aquellas especies en las que los machos responden a un aumento en el número de huevos en su nido aumentando su esfuerzo en los cuidados, lo que se muestra en la siguiente figura.
La figura muestra como el cambio en el esfuerzo de cuidados por parte de los machos con el aumento en el tamaño de la puesta está relacionado con la intensidad de la preferencia de las hembras por machos cuidadores. A la derecha, un macho de píntaño o sargento mayor (Abudefduf saxatilis) cuidando de una puesta situadas sobre una roca. Gráfica y foto sacadas del artículo The costs and benefits of paternal care in fish: a metaanalysis, de Goldberg RL, Downing PA, Griffin AS, Green JP. Proc. R. Soc. B 287: 20201759.
Aunque se trata de análisis interespecíficos, en los que se caracteriza cada especie en términos de los valores promedio de cada variable considerada para la especie, el trabajo sugiere que en los peces invertir en la descendencia no supone una limitación para los machos en su capacidad para reproducirse, sino más bien al contrario, una ventaja asociada a la atracción de mayor número de hembras: la selección sexual habría favorecido en muchas especies a machos cuidadores porque, incurriendo en pocos costos, mejoran su éxito reproductivo fundamentalmente a través de la evolución de la preferencia en las hembras por machos cuidadores. Esta es una situación diferente a las otras típicas en otros grupos de vertebrados como por ejemplo las aves, en las que los machos intentan maximizar su éxito reproductivo reduciendo sus cuidados para poder acceder a más hembras. En los peces, ser un padre dedicado te convierte en un macho atractivo.
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