La economía española presenta un perfil que en gran medida es fruto de los acontecimientos históricos que han marcado su situación actual. Esos sucesos han imprimido a España unas características hoy que son opuestas a las de tiempos pasados, las que predominaban en su etapa pre-industrial.
Entre los hechos de su historia reciente que más impacto han tenido en su estructura económica hay que citar fundamentalmente dos, que tienen su origen en la segunda mitad del siglo XX.
– En primer lugar, hay que destacar el PROCESO DE MODERNIZACIÓN DE LA ECONOMÍA, resultado del desarrollo de la industria y de la transformación de la agricultura tradicional en una agricultura moderna, cambio estructural por el que han pasado todas las economías desarrolladas.
Este hecho ha cristalizado en una economía moderna, capitalizada, terciarizada, que ha desarrollado un importante complejo agro-industrial y que ha visto descender vertiginosamente el peso relativo de las actividades primarias tanto en el PIB como en el empleo agregados.
Y es que, efectivamente, en la actualidad la economía española se caracteriza por ser una economía “terciarizada” y “desagrarizada”.
Es una economía “terciarizada” por el enorme peso relativo que tiene su sector terciario (los servicios) en el conjunto de la economía, tanto en términos de producción como de empleo. Así, más del 70% de la actividad económica es generada en el sector servicios (servicios públicos, servicios financieros, servicios a empresas, servicios de ocio y turismo, servicios domésticos, etc.).
Junto a lo anterior, se trata de una economía “desagrarizada” por la pérdida de peso que ha ido registrando el sector agrario en el conjunto del sistema económico (en términos relativos), de manera que su participación en el PIB no llega al 3%, y en cuanto al empleo supera levemente el 4%.
– En segundo lugar, cabe referirse al PROCESO DE APERTURA EXTERIOR que ha registrado España, pasando de tratarse de una economía cerrada a los mercados internacionales, en tiempos de la autarquía económica, a participar activamente en los mismos (exportaciones, importaciones, inversiones exteriores…).
Detrás de esa apertura se encuentran dos importantes acontecimientos impulsores: el primero, la adopción del Plan Nacional de Estabilización Económica de 1959, que supuso un saneamiento y una reforma de la economía española. Entre las medidas del plan se contemplaba el aperturismo externo, que vino a insuflar aire a nuestra debilitada economía hasta el punto de servir de palanca propulsora del importante crecimiento económico que se desató en los años posteriores.
El otro impulso vino con la entrada en la Comunidad Europea en 1986, acontecimiento que ha ido materializándose en la mayor experiencia liberalizadora del sector exterior de la economía española.
Tanto el Plan de Estabilización de 1959 (que en 2019 cumplió sus primeros 60 años) como la entrada en la Comunidad, hoy Unión Europea, impulsaron la reducción de aranceles y de otros medios de protección de nuestras fronteras comerciales. Como resultado de todo ese proceso de liberalización externa, ha sido posible la proyección y el posicionamiento de España en la órbita de los países más internacionalizados.