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Uni-toxicidad

Se ha sabido de situaciones tóxicas en la Biblioteca Nacional de España [1] durante la investigación del Ministerio de Cultura en relación a la desaparición de escritos de Galileo. En particular, el informe recoge que “se ha puesto de manifiesto que en la BNE se podrían estar produciendo situaciones de desconsideración y falta de respeto…sería conveniente que se realizara un estudio del clima laboral, complementado con una evaluación de riesgos psicosociales, que permita detectar en su caso situaciones tóxicas, con objeto de corregir estas, al mismo tiempo que pudieran implementarse acciones de carácter preventivo que mejoren las relaciones de trabajo, eviten posibles conflictos entre el personal que desempeña sus labores en la BNE, así como la comisión de faltas graves o muy graves”.

Este escenario tóxico resulta frecuente en el sector público, por sentirse el funcionario libre, sin la supervisión de una autoridad sancionadora, y cultivarse de esta manera la lucha de egos. La universidad pública no puede ser menos, vivero de vanidades, con su autocracia encubierta en la libertad de cátedra [2], velada desobediencia [3] y vetusto costumbrismo [4] [5]. El interés general y la vocación de servicio público no son los motores de los empleados públicos tóxicos. La receta es aislarlos del grupo, no tolerarles sus acciones interesadas y afearles públicamente las mismas.

Paradigmas sempiternos

En una institución de grandes dimensiones, plantilla e historia, es harto difícil romper con los postulados y axiomas establecidos en tiempos pasados (inercia vetusta), donde eventualmente tuvieron validez y utilidad pero que en la actualidad no capturan el statu quo.

Decálogo de paradigmas sempiternos:

  • La antigüedad o categoría del PDI es un indicador de calidad y justifica prelación. Las capacidades de un PDI apenas merman con la edad. Respeto por el PDI senior implica incuestionablemente reconocimiento y presunción de veracidad, además deben recibir honores protocolarios, cuando menos como favor entre colegas.
  • La docencia está adscrita a los grupos de investigación y el docente es el último responsable de la asignatura.
  • La capacitación docente del PDI se presupone y es incuestionable. La praxis docente la certifica y la actividad investigadora la avala.
  • La autoridad se ejerce desde la jerarquía, con independencia de la ética, el compromiso, la persuasión o la solvencia.
  • Los pleitos pretéritos han de conocerse para que arraiguen en el colectivo y lo condicionen.
  • La retórica vaga y los circunloquios son un método válido de comunicación.
  • A falta de una mejor, la norma de usos y costumbres sigue vigente [1].
  • El ejercicio laboral de un PDI se equipara al del profesional libre colegiado.
  • La corresponsabilidad consiste en permitir que las soluciones las propongan y articulen los responsables oportunos.
  • La excelencia científica del PDI se calibra con su excelencia investigadora (número de proyectos, artículos, redes y bibliometría).

La capacitación docente de investigadores

El sistema de captación de talento, en sus diferentes convocatorias, es altamente competitivo y exigente, y es actualmente la principal forma de acceder a la carrera académica. Sin embargo, en ese proceso selectivo no se consideran los méritos que acrediten la capacitación docente para el desempeño de la enseñanza de cualquier asignatura adscrita al Departamento al que se vincula el investigador. En principio, un investigador con un competitivo CV puede ser un buen comunicador (que no divulgador) y un especialista de su disciplina. Esto lo avala como profesor de asignaturas relacionadas con su línea de investigación, optativas de último curso o de posgrado (grupos reducidos), pero no para la enseñanza de fundamentos en grupos amplios (donde ocurre el abandono de estudios). Para ello, por homologación con los concursos de méritos de las figuras de PDI laboral, el Departamento, que es el que asigna la docencia, debería usar criterios basados en la capacitación docente del PDI de nueva incorporación según su perfil formativo, aplicando si fuera necesario la afinidad de áreas de conocimiento [1], y su experiencia docente. Merece la pena recordar que la actividad investigadora no puede interferir o distorsionar la actividad docente.

La acreditación nacional a cuerpos docentes es exigente con el currículum docente del solicitante, aunque éste demuestre una destacada actividad investigadora. Existe una calificación “E”: Circunstancia especial (solo aplicable a la dimensión de docencia) para los solicitantes que hayan desarrollado su carrera principalmente en una institución no universitaria o en una universidad no española donde el cómputo y los instrumentos de medición de calidad de la actividad docente resulten difíciles de trasladar al sistema español. Sin embargo, la prensa regularmente se hace eco de algunos casos de investigadores que no se han acreditado por falta de méritos docentes (años de ejercicio y horas de clase)[2],[3]. Esto pone en cuestión el sistema de acreditación [4],[5]. La práctica docente de un futuro profesor titular o catedrático de universidad se acredita con años y horas, como en otras profesiones. Otra cuestión es la calidad de esa práctica docente. Para esto último el PDI debe formarse [6], los departamentos velar por ello [7] y la universidad aplicar el plan DOCENTIA [8].