La Economía Colaborativa se ha hecho popular en los últimos años de la mano de empresas tan exitosas como Uber, Airbnb, BlaBlaCar, Cabify, or Wallapop entre otras. Estas empresas han puesto en marcha planteamientos que han revolucionado industrias tan tradicionales como la del transporte o la hostelería. Sin embargo, también han generado polémica, dudas y errores. En este «post» intentamos delimitar qué se entiende por economía colaborativa y ofreceremos algunos ejemplos. Al mismo tiempo, buscaremos identificar cómo deberíamos esperar que sean las tendencias para el futuro en este ámbito. Nuestro argumento es que la idea de la economía colaborativa es interesante económica y socialmente; sin embargo, se necesita garantizar una ordenación que evite los muy serios problemas que una «falsa economía colaborativa», tal como la que en la práctica se desarrolla con cierta frecuencia, puede ocasionar.
La economía colaborativa consiste en que dos o más personas puedan compartir los bienes de alguno de ellos para satisfacción de ambos. Mientras que los tradicionales alquileres de viviendas podrían considerarse un anticipo de economía colaborativa, en los últimos años la denominada economía colaborativa se ha expandido en volumen y variedad de alternativas. Lo que ha permitido el desarrollo de la economía colaborativa ha sido que internet ha posibilitado contactos ágiles e instantáneos entre personas interesados. Además, la fotografía de la economía colaborativa no está completa si no tenemos en cuenta la importancia de la existencia de una empresa que facilita los intercambios proporcionando una «plataforma» confiable. Por ejemplo, la empresa Blablacar nació para permitir que se pudieran poner fácilmente en contacto personas que viajaban de un destino a otro en su coche particular con otra persona que necesitara hacer el mismo recorrido y no pudiera o no quisiera disponer de su propio coche, facilitando así que ambos compartan el viaje (y los gastos que conlleva). BlaBlaCar no es propietaria de ninguno de los coches, pero es imprescindible para los contactos entre conductores y viajeros. De la misma forma, Airbnb no es propietaria de las habitaciones y viviendas que se alquilan a través de su plataforma, pero su papel es fundamental para que el alquiler se ponga en marcha. Finalmente, Uber y Cabify contactan conductores autónomos propietarios de sus coches con personas que quieren hacer recorridos urbanos, entrando en competencia directa con el sector tradicional del taxi, con la diferencia de que Uber y Cabify sólo prestan sus servicios previa reserva (y confirmación de precio).
Las ventajas de una economía colaborativa con el planteamiento mencionado son muchas. Por una parte, facilita la posibilidad de compartir los costes de desarrollar una actividad o mantener una inversión, generando algunos ingresos complementarios de apoyo a los propietarios de ciertos activos o prestadores de servicios. Por otra parte, la persona con la que se comparte el uso del servicio o del producto consigue disfrutar del mismo con un precio que normalmente es bastante más reducido que el que conseguiría en el mercado convencional por algo similar (si es que el mercado lo puede tan siquiera ofrecer). Finalmente, la plataforma intermediaria genera un pequeño beneficio empresarial en cada intermediación que, de forma acumulada, genera una rentabilidad interesante para las empresas de intermediación más exitosas.
En mi opinión, la tendencia clara será que estas formas de actividad seguirán creciendo en los próximos años. AirBnb ya alquila más habitaciones a través de su web que la mayor cadena hotelera del mundo y sigue creciendo en todo el mundo a un ritmo muy superior al de cualquier empresa hotelera tradicional. No es un caso aislado. Conforme internet se va reforzando y aumentando su presencia en el mundo, los avances tecnológicos permitirán generar más posibilidades y más cómodas. No obstante, eso no quiere decir que todo vale.
¿Cuándo aparecen los problemas? Existen tres indicadores claros de los principales problemas a evitar en la economía colaborativa futura.
- En primer lugar, no puede hablarse de economía colaborativa cuando el prestador de los bienes o servicios depende de la plataforma para su actividad profesional a tiempo completo. Por ejemplo, muchos de los conductores de Uber trabajan a tiempo completo para la empresa y son completamente dependientes de la misma tanto desde el punto de vista salarial como funcional. La responsabilidad laboral de Uber para sus conductores a tiempo completo tiene que ser equivalente a la que tendría un empleador por sus empleados.
- En segundo lugar, no hay economía colaborativa cuando el prestador del servicio cede el uso del producto a tiempo completo (y de forma profesional). Por ejemplo, muchos de los propietarios de Airbnb son empresas gestoras que aprovechan la plataforma para el alquiler de múltiples inmuebles de su propiedad (o de un tercero). Este tipo de propietarios deben contar con las mismas obligaciones fiscales y de seguridad que una empresa hotelera tradicional y la plataforma debe responsabilizarse de garantizarlo.
- En tercer lugar, no puede hablarse de economía colaborativa cuando la actividad se desarrolla en una escala tal que la colaboración entre los agentes participantes genera externalidades negativas para terceros. Por ejemplo, no es admisible que un edificio de uso residencial soporte un volumen de actividad turística de tal magnitud y frecuencia en ciertos pisos que acabe afectando su propia vida cotidiana por lo intensivo e irregular de los horarios o actividades de los turistas con respecto al residente. El volumen de actividad no puede ser libre de forma incondicional, a partir de ciertos niveles debe someterse a los mismos controles que las autoridades locales tienen para el desarrollo de actividades empresariales.
- En tercer lugar, no puede admitirse como economía colaborativa el desarrollo de actividades que puedan generar riesgos extraordinarios para los participantes en la relación, incluso cuando los mismos estén dispuestos a asumirlos en función de un menor coste. La existencia de ciertas condiciones de seguridad o el establecimiento de seguros de responsabilidad civil deben ser irrenunciables según la actividad.
La solución pasa por una regulación apropiada. No es una regulación fácil por los muchos matices que este tipo de actividades puedan tener, pero es necesaria para tratar de controlar los tres factores mencionados y aprovechar las ventajas de la economía colaborativa sin que suponga problemas para la sociedad. En general, la regulación debe garantizar que la economía colaborativa sea una actividad transparente, en la que las plataformas asuman ciertas responsabilidades razonables y cuenten con obligación de facilitar información sobre las empresas y personas que reciben ingresos a partir de su intermediación y el volumen y motivo de los mismos. Ciertas actividades tradicionales no pueden esperar que la regulación venga a impedir el desarrollo de la actividad de la economía colaborativa. Por el contrario, una vez establecidas unas condiciones mínimas, las actividades tradicionales necesitarán mantener su competitividad asumiendo procesos de modernización relevantes que aporten valor a sus clientes y en consonancia a los recursos tecnológicos ya existentes.
Para ilustrar este texto existían muchas posibilidades. Personalmente, me gusta mucho este vídeo en donde uno de los fundadores de Airbnb explica cómo se creo la empresa y sus idealistas aspiraciones. Tal y como puede verse en el vídeo, no parece que entre sus planes originales estuvieran muchas de las cosas que luego han ocurrido a través de la empresa y que la han convertido en la diana de las críticas de hoteleros, vecinos y algunas administraciones públicas. El vídeo está en inglés, pero puedes encontrar subtítulos en español. Creo que es interesante.
Problemasyecuaciones dice
Desde luego, la economía colaborativa es muy interesante, pero siempre y cuando se eviten los problemas que ha expuesto. En mi opinión, sólo hay una pega: es cierto que la empresa que crea la plataforma realiza una inversión, pero el porcentaje que posteriormente recibe le proporciona unos ingresos altísimos a cambio de poco. Creo que estas empresas deberían conseguir sus ganancias de otra forma, por ejemplo, con la incorporación de publicidad en la plataforma.Esto sería beneficioso para los usuarios y menos injusto para las empresas tradicionales que pierden clientes.
Alberto dice
Es muy interesante lo que plantea. En realidad, muchas de las empresas que gestionan plataformas electrónicas suelen contar ya con la publicidad como ingreso complementario. La publicidad puede ser en forma de «banners», patrocinios, o cobrando una cantidad para aparecer en lugares destacados a las empresas o personas que ofrecen sus servicios. Como quiera que las plataformas son las que encauzan la demanda de los clientes (y por tanto tienen el mayor poder de negociación), el encontrar fuentes de ingresos complementarios no lleva a que renuncien a las comisiones que cobran por su intermediación.
Consumo colaborativo dice
Hola, muy interesante artículo. Tal como yo lo veo, la forma en la que consumimos está cambiando, principalmente por la conciencia medioambiental que estamos adquiriendo en defensa del planeta y que las nuevas tecnologías permiten formulas alternativas al consumo tradicional. Yo estoy totalmente de acuerdo con que los estados inviertan en desarrollar proyectos basados en la economía colaborativa, como forma alternativa de consumo. Mucho más eficiente en términos económicos y medioambientales que el consumo tradicional.