El conocido como Castillo de Tabernas acoge los restos de una villa fortificada de origen islámico, con una importante alcazaba en su parte superior. La fortaleza domina la actual población de Tabernas, su desierto y las sierras que lo enmarcan. Su posición no es baladí, pues durante su ocupación ejerció el control del territorio circundante y de las vías naturales que unen Almería y Granada con el levante peninsular, que históricamente han desempeñado un papel fundamental en las comunicaciones desde la capital almeriense hacia el interior y viceversa.
Según los resultados de dos intervenciones arqueológicas de apoyo a la restauración de la fortaleza, realizadas en 2020-2021 y 2022-2023, es posible datar el origen de la fortaleza a mediados del siglo XII, en una época convulsa entre los poderes almorávides y almohades en al-Ándalus. El recinto se construyó de una sola vez y de forma relativamente rápida, empleando el tapial calicostrado. En una primera fase, se erigieron la muralla y once torres, mientras que otras tres se adosan al recinto original poco después, ya en plena época almohade. En la parte oriental se encuentra la puerta, desfigurada por las restauraciones contemporáneas. Dos aljibes situados en la parte noroeste del recinto se asocian también a esta fase.
El asentamiento sigue ocupado durante el periodo nazarí, es decir, entre los siglos XIII y XV. Durante esta fase se producen toda una serie de reparaciones a lo largo del recinto original, constituidas principalmente por obras de refuerzo y mantenimiento realizadas con diversas mamposterías. En este momento es cuando se construyen pequeñas estancias adosadas a la muralla, bordeando su interior, en los que se podrían reconocer espacios dedicados al almacenamiento, al establecimiento de una pequeña guardia, a cocinas, transformación artesanal, etc. También en la fase nazarí se construye una poterna ubicada en la parte suroeste del recinto, protegida por una nueva antemuralla que anula el flanqueo de dos torres.
La modificación sustancial de la fortaleza, que deja de funcionar como alcazaba, es decir, como fortificación urbana, para convertirse en un castillo con carácter puramente militar, tiene lugar durante la época castellana, tras la conquista del territorio en 1489. En esta fase se ejecuta una transformación importante, que implica la reducción del espacio defensivo mediante un muro-diafragma y su torre artillera que parte la fortificación andalusí por la mitad. Las diversas reparaciones documentadas en la mitad este del recinto también están asociadas a este mismo momento. La técnica constructiva empleada es la mampostería concertada, utilizada tanto en las construcciones ex novo como en las reparaciones.
La población fue entonces obligada a salir fuera de las murallas de la antigua villa, para ocupar la zona más llana, donde se levantará el nuevo pueblo de Tabernas.
Los restos de la población andalusí son aún visibles a pesar de su estado ruinoso. Puede seguirse prácticamente todo el circuito de murallas, que en algunos puntos sigue aún levantando varios metros de altura. Está construido en tapial calicostrado, particularmente visible en el extremo occidental, el que mira hacia Almería. A lo largo de las laderas, en los cortes realizados por el camino de acceso y el que rodea el cerro por la parte que da al pueblo, son visibles parte de las estructuras de viviendas: muros y pavimentos construidos con mamposterías y morteros de yeso y varios silos para el almacenamiento de alimentos. También son visibles los restos del cementerio en el actual camino de subida al castillo. Durante la segunda fase de excavación de apoyo a la restauración han sido excavadas dos grandes viviendas ubicadas junto a la puerta principal del recinto amurallado. Hasta el momento únicamente se ha podido excavar una parte de las mismas, sin embargo, ya se puede observar que las diferentes habitaciones y estancias mantienen una distribución típica de las casas andalusíes: accediéndose desde el nivel de calle mediante un zaguán que nos dirige hacia el patio interior al que se le adosa el resto de estancias (dormitorio y cocina).
A pesar de los esfuerzos fortificadores de los castellanos y de la presencia de un alcaide y un teniente en su nombre, en 1522 la fortificación es descrita como una ruina parcial. Los efectos del terremoto de Almería se hicieron sentir en el castillo según diversos testigos y se reclama una reparación urgente que parece que nunca se llevó a cabo a pesar de la importancia de la plaza para controlar el territorio y a la población morisca y para defenderlo de los ataques de piratas o de los turcos.
Con toda seguridad, después de la rebelión y expulsión de los moriscos el lugar fue definitivamente abandonado y su ruina continuó acentuándose por efecto de la erosión y el expolio.