Por Marco Brandimonte Hernández. Alumno del Máster.

El concepto de crono-nutrición fue desarrollado en 1986 por el doctor Alain Delabos. Franzago et al. (Franzago et al., 2023) la definen como “un régimen nutricional que sigue nuestro reloj biológico, que a su vez depende de los cambios metabólicos que ocurren a lo largo del día”. La alimentación es un factor externo de nuestros relojes biológicos. Por lo tanto, horas de comida irregulares provocan una alteración del sistema circadiano (Ruiz-Ojeda et Garaulet, 2022).

Dado que el retraso de la hora de la comida y la irregularidad de la alimentación, que no están en consonancia con el reloj biológico, se asocian con el incremento del tejido adiposo, diabetes de tipo 2 y factores de riesgo cardiometabólico (Tarquini et Mazzoccoli, 2017; Thomas et al., 2020; Dashti et al., 2020), la crono-nutrición se basa en tres diferentes dimensiones del comportamiento alimentario, que incluyen el tiempo, la frecuencia y la regularidad (Almoosawi et al., 2018; Crispim et Mota, 2018; Flanagan et al., 2020; Pot, 2021). Los hábitos modernos se basan en estados postprandiales, dietas no saludables, periodos prolongados de sedentarismo, horas irregulares para comer o saltarse comidas, estrés psicológico crónico, alimentación emocional y consumo de alimentos durante la noche (Shapira, 2019; Papakonstantinou et al., 2022). Por lo tanto, estas condiciones encadenan un círculo vicioso, en el que el estilo de vida poco saludable genera una modificación negativa de los ritmos circadianos, que a su vez aumenta la posibilidad de desarrollar patologías (Franzago et al.,2023).

Durante décadas, la cantidad y la calidad de nuestra alimentación se han considerado como los factores nutricionales modificables más importantes que influyen en nuestra salud. Sin embargo, los estudios sobre la crono-nutrición identifican otro pilar esencial: la hora de la comida. En 2013, hubo el primer estudio realizado en humanos sobre el horario de la alimentación; Garaulet et al. se centraron en el almuerzo, identificada como la comida principal en España, y comprobaron en 420 individuos, grupos de comedores tempranos y comedores tardíos, que seguían una intervención de 20 semanas para perder peso la acción de la hora de la comida en relación con su eficacia en la pérdida de peso (Garaulet et al., 2013). En concreto, aunque la ingesta calórica, la intervención dietética, las hormonas del apetito y el tiempo del sueño eran muy parecidos, los sujetos con patrones de alimentación tardía perdieron menos peso y con un ritmo menor. Además, los comedores tardíos eran más nocturnos, consumían un desayuno bajo en energía o lo saltaban. De hecho, los metaanálisis han demostrado que saltarse el desayuno y cenar abundantemente se asocian con el aumento de peso (Ma et al., 2020; Young et al., 2023), lo que indica que la ingesta tardía de calorías aumenta el riesgo de obesidad. Con respecto a la hora de la cena, el estudio de Dashti et al. en una cohorte española demostró una relación directa entre la cena tardía y factores de riesgo cardiometabolico, y una menor eficacia en la perdida de peso (Dashti et al., 2020). Además, otros resultados que se obtuvieron de estos sujetos tenían un IMC alta, altas concentraciones de triglicéridos, menor sensibilidad a la insulina y elevadas concentraciones de leptina por la mañana (Dashti et al., 2020).

Diferentes estudios identifican resultados beneficiosos en intervenciones dietéticas centradas en la disponibilidad de alimentos solo en periodos de tiempo reducidos dentro del ciclo diario (Ashet et Sassone-Corsi, 2015). Hay siempre más evidencia de que estos regímenes pueden retrasar y a menudo revertir los síntomas relacionados a los trastornos metabólicos, que reducen la resistencia a la insulina y aumentan la tolerancia a la glucosa (Hatori et al., 2012; Sherman et al., 2012; Chaix et al., 2014; Adamovich et., 2014).

Estos enfoques dietéticos, a través de la manipulación del periodo alimentación-ayuno pueden abarcar:

  • Estadios de restricción calórica, caracterizados por una menor ingesta energética diaria hasta el 40%, aunque la frecuencia y los horarios de comida permanecen inalterados;
  • Ayuno intermitente, en el que uno o más días de ayuno se alternan con patrones regulares de alimentación ad libitum;
  • Crono-alimentación, en la que el consumo de los alimentos se restringe a momentos específicos del día.

En este contexto, la “time restricting eating” (TRE) es una tipología de crono-nutrición, que exige una ventana de alimentación diaria constante (Franzago et al.,2023). En la TRE, el tiempo trascurrido entre la primera y ultima ingesta de energía, suele restringirse de 12-14 h a menos de 10 h diarias (Hawley, Sassone-Corsi et Zierath, 2020; Chaix et al., 2014; Longo et Mattson, 2014; de Cabo et Mattson, 2019).

El protocolo de la TRE se focaliza en la selección del mejor intervalo para la ingesta de alimentos (Tahara et al., 2023). Esta tipología de ayuno intermitente se considera una intervención eficiente para prevenir enfermedades crónicas, como la obesidad. Estudios de metaanálisis realizados en humanos han confirmado que la TRE mediante la restricción del tiempo de ingesta en 8-10 h diarias puede controlar el peso y las disfunciones metabólicas en sujetos con sobrepeso u obesidad (Moon et al., 2020). La TRE diurna aporta beneficios ni solo en la función mitocondrial, sino también el ritmo diurno y nocturno de los genes-reloj (di Francesco et al., 2018).

A pesar de los efectos positivos de la TRE con respecto a otras intervenciones de ayuno intermitente, es necesario aportar mejoras en la adherencia de la intervención “time restricting eating” en el futuro. Factores sociales, familiares, laborales y otros asociados al estilo de vida que obstaculizan la adhesión a la TRE, especialmente con intervalos de comida reducidas a 6-10 h. En conjunto, esta intervención dietética se ha identificado como un protocolo de crono-nutrición para mejorar la salud.

Bibliografía:

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