Primeros días en Camoapa : ilusión y choque cultural. 08 de agosto de 2025.
Mi nombre es María Jesús, estudio Derecho y ADE y solicité el voluntariado internacional pensando que nunca me llamarían. Hoy, 8 de agosto, llevo apenas una semana en Camoapa, Nicaragua. Estoy colaborando como voluntaria en la Fundación Hogar Luceros del Amanecer, la cual fue mi primera opción de todas las que ofrecía el CICODE porque me gusta trabajar con niños.
Lo primero que me ha impactado ha sido el nivel educativo de los menores: el bajo rendimiento escolar no responde a una falta de capacidad, sino al hecho de que a muchos de ellos les arrebatan la infancia desde bien temprano. Algunos por necesidad, ya que cuando falta la comida en casa, las familias sustituyen el colegio/instituto por el trabajo. En otras ocasiones, las familias simplemente no consideran el ir a clase una prioridad ya que, en sus cabezas “prácticas”, probablemente su hijo no llegue a ningún lado en la vida.
No obstante, al mismo tiempo, estoy descubriendo un pueblo lleno de vida y humanidad. He estado de Erasmus en Polonia, he trabajado en Estados Unidos, he viajado bastante… y nunca me he sentido tan acogida como aquí. Los nicaragüenses tienen algo especial: una sonrisa sincera, una cercanía inmediata, una forma de hacerte sentir en casa desde el primer momento. Eso alivia mucho el choque cultural de estos primeros días que podrían hacerse mucho más cuesta arriba.
Sin embargo, no todo es fácil de digerir. Existe una fuerte limitación a la libertad de expresión: nos han advertido de no hablar abiertamente sobre política, especialmente si es para criticar al “gobierno”, por denominar de alguna forma a la dictadura que se lleva dando aquí décadas.
Otro aspecto que me ha llamado la atención es la situación de las mujeres. Hay una clara tendencia a la dependencia emocional y económica hacia los hombres. Muchas chicas se casan muy jóvenes o son madres en la adolescencia, aferradas a la idea de encontrar pronto a la persona que les acompañará el resto de sus días. Es un patrón que se repite y que condiciona fuertemente su desarrollo personal y profesional, entre otras cosas porque ahora van a trabajar al igual que los hombres, pero con la misma carga de trabajo en casa.
En medio de todo esto, la Fundación está siendo un verdadero refugio. Nos han recibido con los brazos abiertos, tanto el personal como los menores, y están pendientes de que estemos bien en todo momento. Nos hacen sentir parte de algo importante. Lo mejor de todo es la flexibilidad con la que nos permiten colaborar: podemos elegir en qué área trabajar según nuestros intereses y dónde creemos que podemos aportar o aprender más.
Estoy profundamente agradecida por haber tenido esta oportunidad y por formar parte activa de este cambio. La Fundación tiene un objetivo claro que encaja completamente con mis valores: brindar a los niños una oportunidad real y, sobre todo, demostrarles que, aunque en sus casas no siempre encuentren la mejor motivación, aquí sí hay personas que creen en ellos y apuestan por su futuro.