Primeros pasos: adaptación, ilusión y acogida.
Primera entrada al foro – Mensaje de llegada
Quería compartir con ustedes cómo han sido mis primeros días en el voluntariado en Camoapa, Boaco (Nicaragua). El viaje comenzó el 9 de agosto de 2025, con varias escalas hasta llegar a Managua, y aunque fue largo y un poco cansado, finalmente llegué bien y con mucha ilusión. La familia que me recibió, así como el equipo de la fundación, me dieron una acogida muy cálida que me hizo sentirme tranquila desde el primer momento.

Durante estos días he estado adaptándome tanto al ritmo de vida del país como a sus costumbres: levantarme muy temprano, horarios de comidas distintos a los de España, el clima lluvioso y el contraste cultural en general. Ha sido un proceso de aprendizaje continuo, pero poco a poco me voy ajustando y disfrutando de cada experiencia.
Además, tuve la suerte de celebrar aquí mi cumpleaños, y fue un día que nunca olvidaré. Me sorprendieron con mariachis, como es costumbre allí, y me cantaron las famosas Mañanitas. Fue un momento muy especial que me hizo sentir todavía más acogida y querida.

En la fundación ya he comenzado a colaborar en las actividades con los niños y a conocer más de cerca el trabajo del equipo y de los otros voluntarios. Está siendo una experiencia intensa, de mucho movimiento, pero también muy enriquecedora a nivel personal y profesional.
Seguiré compartiendo más adelante cómo va evolucionando esta aventura, pero quería que supieran que estoy bien y con mucha ilusión.
Mitad de estancia
Quiero compartir con ustedes mi segundo mensaje en el foro, en el que les cuento que la experiencia en Nicaragua está siendo muy intensa y enriquecedora. Entre el trabajo en la fundación, las ganas de viajar y conocer nuevos lugares, y el deseo de acercarme a la familia con la que convivo, sus costumbres y formas de vida, apenas me queda tiempo libre. Todo lo que vivo aquí despierta en mí un gran interés y curiosidad.
Desde mi formación como psicóloga, poder conversar con las personas, conocer su manera de pensar, su cultura, sus costumbres y vivencias, está resultando algo muy valioso y, al mismo tiempo, mágico. Siendo sincera, considero que un mes se queda corto para abarcar todo lo que se puede aprender en este país. Por mi carácter curioso, también he aprovechado la oportunidad para visitar y colaborar en centros de rehabilitación de alcohólicos y personas con adicciones, lo que me ha permitido tener una visión más amplia sobre cómo se trabaja en este ámbito aquí.
Por todo ello, siento que la experiencia está siendo muy intensa y que me faltará tiempo para profundizar más, convivir con más familias y conocer mejor las realidades psicológicas que se presentan. Esto me lleva a pensar que quizá una beca de dos meses habría sido más adecuada, aunque entiendo que al principio es normal optar por la seguridad de un mes, sobre todo porque nunca se sabe cómo puede resultar la experiencia o si surgirán dificultades.
Aun así, la relación con la familia con la que convivo ha sido excelente. Me siento acogida como un miembro más, compartiendo experiencias, puntos de vista y muchos momentos con ellos. Como solemos decir, se han convertido en mi “familia de aquí”.
En este momento tengo sentimientos encontrados: por un lado, la ilusión de seguir disfrutando de la experiencia y de conocer más de este país y de su gente; y por otro, la tristeza de que ya esté cerca el final, porque desde que llegué el 10 de agosto el tiempo ha pasado volando. Aun así, intento quedarme con lo positivo y aprovechar cada instante al máximo.



Una despedida con huella: gratitud y transformación.
Tercera entrada – Mensaje final de despedida
La experiencia en Nicaragua ha sido muy bonita. Al principio costó un poco adaptarse a cómo funciona allí la vida, sobre todo con los horarios y el ritmo tan distinto al de España, pero al final aprendí a dejar de mirar el reloj, a ir sin prisa, a disfrutar de los paseos por la calle, de las conversaciones improvisadas, de los atardeceres y de la calma.

No sabría encontrar una palabra exacta para describir lo que ha significado esta estancia. Solo puedo decir que mi familia de acogida fue realmente una familia para mí: me trataron como a un miembro más y con ellos compartí momentos, pensamientos, planes y mucho cariño. La despedida fue muy dura.

En cuanto a la fundación y los niños, ha sido increíble poder formar parte de la labor que hacen: ser hogar y esperanza, apoyar sus metas e invitarles a soñar. En mi carta de despedida les dije algo que me salió del corazón y que quiero compartir aquí también:
«La labor que hacen es profundamente humana. En la vida he aprendido que nadie ayuda a nadie por ser psicólogo o por cualquier otro título, porque la ayuda depende de muchas circunstancias y también de que la otra persona quiera dejarse ayudar. Por eso creo que no se trata tanto de ayudar o de cambiar la vida de alguien, sino de escuchar, de acompañar en el dolor, de regalar una palabra de ánimo, un abrazo, una caricia o una sonrisa. Son gestos pequeños que cambian el mundo. Más que ayudar, se trata de poner un poco de luz en el camino de otra persona.»
Sobre Nicaragua, diría que es la gran desconocida. Quizá no tenga tanta fama como otros países de Latinoamérica, pero sus calles, su cultura, su gente y sus paisajes son impresionantes. He visto puestas de sol mágicas, he sobrevolado lagos en tirolina, he practicado “sandboarding” en un volcán, visitado playas de ensueño y conocido otra manera de vivir, con menos recursos y comodidades, pero con más humanidad y felicidad en las pequeñas cosas.

Salir de mi zona de confort me enseñó a valorar lo que muchas veces damos por hecho: abrir un grifo y que salga agua caliente, poder beber agua del grifo o lavarse los dientes sin preocupación. Allí nada de eso era posible, y eso te cambia la mirada.
No sé si algún día volveré, aunque ojalá que sí. Lo que tengo claro es que esta experiencia me marcó y que cada persona con la que me crucé en mi camino puso un poquito de luz en él. Me voy con una sensación inmensa de alegría, aunque también con la idea de que un mes es poco tiempo y todavía quedan muchas cosas por hacer allí.
Como alguien me dijo, después de una experiencia así, uno ya no vuelve igual: algo cambia en ti, y queda descubrir qué fue lo que cambió y qué permanece.
Por eso animo a cualquiera a salir de su zona de confort y vivir una experiencia así, porque realmente te transforma.
Conclusión
Al mirar hacia atrás y juntar estos tres mensajes, me doy cuenta de que narran un viaje que va más allá de un simple voluntariado. Comenzó con la ilusión y los nervios de los primeros días, continuó con la intensidad de las vivencias de mitad de estancia y terminó con la emoción de una despedida que deja huella.
He aprendido que los cambios más profundos no siempre vienen de grandes actos, sino de gestos pequeños: escuchar, acompañar, compartir. También descubrí que la verdadera riqueza está en lo humano y que, aunque el tiempo haya sido breve, cada instante vivido en Nicaragua ha dejado en mí una huella imborrable.
Me quedo con la certeza de que salir de la zona de confort transforma, y que las luces que otros pusieron en mi camino ahora forman parte de mí.
Epílogo
Durante estos días he ido compartiendo con ustedes mi experiencia de voluntariado en Nicaragua a través de tres mensajes. Cada uno refleja un momento distinto de este camino: desde los primeros pasos y la adaptación, hasta las vivencias cotidianas y, finalmente, la despedida.
No ha sido fácil condensar todo lo vivido en palabras, porque más allá de lo que se cuenta, esta experiencia ha significado aprendizajes profundos y un cambio en la manera de mirar la vida.