Una despedida con huella: gratitud y transformación.
Tercera entrada – Mensaje final de despedida
La experiencia en Nicaragua ha sido muy bonita. Al principio costó un poco adaptarse a cómo funciona allí la vida, sobre todo con los horarios y el ritmo tan distinto al de España, pero al final aprendí a dejar de mirar el reloj, a ir sin prisa, a disfrutar de los paseos por la calle, de las conversaciones improvisadas, de los atardeceres y de la calma.
No sabría encontrar una palabra exacta para describir lo que ha significado esta estancia. Solo puedo decir que mi familia de acogida fue realmente una familia para mí: me trataron como a un miembro más y con ellos compartí momentos, pensamientos, planes y mucho cariño. La despedida fue muy dura.
En cuanto a la fundación y los niños, ha sido increíble poder formar parte de la labor que hacen: ser hogar y esperanza, apoyar sus metas e invitarles a soñar. En mi carta de despedida les dije algo que me salió del corazón y que quiero compartir aquí también:
«La labor que hacen es profundamente humana. En la vida he aprendido que nadie ayuda a nadie por ser psicólogo o por cualquier otro título, porque la ayuda depende de muchas circunstancias y también de que la otra persona quiera dejarse ayudar. Por eso creo que no se trata tanto de ayudar o de cambiar la vida de alguien, sino de escuchar, de acompañar en el dolor, de regalar una palabra de ánimo, un abrazo, una caricia o una sonrisa. Son gestos pequeños que cambian el mundo. Más que ayudar, se trata de poner un poco de luz en el camino de otra persona.»
Sobre Nicaragua, diría que es la gran desconocida. Quizá no tenga tanta fama como otros países de Latinoamérica, pero sus calles, su cultura, su gente y sus paisajes son impresionantes. He visto puestas de sol mágicas, he sobrevolado lagos en tirolina, he practicado “sandboarding” en un volcán, visitado playas de ensueño y conocido otra manera de vivir, con menos recursos y comodidades, pero con más humanidad y felicidad en las pequeñas cosas.
Salir de mi zona de confort me enseñó a valorar lo que muchas veces damos por hecho: abrir un grifo y que salga agua caliente, poder beber agua del grifo o lavarse los dientes sin preocupación. Allí nada de eso era posible, y eso te cambia la mirada.
No sé si algún día volveré, aunque ojalá que sí. Lo que tengo claro es que esta experiencia me marcó y que cada persona con la que me crucé en mi camino puso un poquito de luz en él. Me voy con una sensación inmensa de alegría, aunque también con la idea de que un mes es poco tiempo y todavía quedan muchas cosas por hacer allí.
Como alguien me dijo, después de una experiencia así, uno ya no vuelve igual: algo cambia en ti, y queda descubrir qué fue lo que cambió y qué permanece.
Por eso animo a cualquiera a salir de su zona de confort y vivir una experiencia así, porque realmente te transforma.
Conclusión
Al mirar hacia atrás y juntar estos tres mensajes, me doy cuenta de que narran un viaje que va más allá de un simple voluntariado. Comenzó con la ilusión y los nervios de los primeros días, continuó con la intensidad de las vivencias de mitad de estancia y terminó con la emoción de una despedida que deja huella.
He aprendido que los cambios más profundos no siempre vienen de grandes actos, sino de gestos pequeños: escuchar, acompañar, compartir. También descubrí que la verdadera riqueza está en lo humano y que, aunque el tiempo haya sido breve, cada instante vivido en Nicaragua ha dejado en mí una huella imborrable.
Me quedo con la certeza de que salir de la zona de confort transforma, y que las luces que otros pusieron en mi camino ahora forman parte de mí.
Epílogo
Durante estos días he ido compartiendo con ustedes mi experiencia de voluntariado en Nicaragua a través de tres mensajes. Cada uno refleja un momento distinto de este camino: desde los primeros pasos y la adaptación, hasta las vivencias cotidianas y, finalmente, la despedida.
No ha sido fácil condensar todo lo vivido en palabras, porque más allá de lo que se cuenta, esta experiencia ha significado aprendizajes profundos y un cambio en la manera de mirar la vida.