Primeros días en Cusco
Hace muy poco que llegué a Cusco y todavía estoy procesando todo lo que me rodea. La primera impresión fue casi abrumadora: las montañas inmensas, el cambio de altura, y esas calles empedradas que parecen contar historias. Es curioso, porque Cusco puede parecer muy turístico, pero al mismo tiempo es una ciudad muy viva y cotidiana.
Vine con mucha ilusión gracias a una beca del CICODE de la Universidad de Granada, para colaborar en un proyecto que busca algo tan necesario como apoyar la autonomía económica de mujeres y jóvenes en situación de vulnerabilidad en siete distritos de Cusco, Anta y Urubamba, impulsando empleos y autoempleos que cuiden el medio ambiente y respeten la diversidad cultural. Suena grande, y lo es.
Por ahora estoy en la fase de observar y escuchar. Sé que aquí lo más importante será aprender de la gente y de los procesos que ya están en marcha. Me emociona pensar que tendré la oportunidad de conocer realidades muy distintas y aportar, aunque sea un granito de arena.
Cusco me está mostrando muchas capas: el lado turístico con cámaras en cada esquina, la vida local en las plazas y mercados, y esa mezcla de idiomas que se oye por las calles. Yo aún estoy ubicándome, pero disfruto del proceso.
Esto apenas empieza, pero ya siento que va a ser una experiencia que me marcará mucho más de lo que imaginaba.
La mitad del viaje: donde todo empieza a tomar forma
Han pasado ya casi un mes desde mi llegada a Cusco y siento que, poco a poco, voy encontrando mi lugar en este proyecto. Lo que al principio era observación y escucha, ahora se ha convertido en participación activa. Estoy conociendo de cerca a las personas con las que trabajamos, así como sus historias y metas.
Una de las partes más enriquecedoras ha sido acompañar a mujeres y jóvenes de diferentes distritos en los talleres. También es muy interesante observar la diversidad de realidades: algunas viven en zonas rurales alejadas, tales como Chinchero o Cachimayo; otras en barrios más cercanos a la ciudad, como Wanchaq o Poroy, pero todas comparten una enorme capacidad de resiliencia y creatividad. De esta forma, existe un montón de formas por las cuales transforman recursos locales en oportunidades: productos hechos con fibras naturales, alimentos andinos convertidos en nuevas propuestas de negocio, o incluso ideas de turismo comunitario que buscan mostrar su cultura sin perder autenticidad.
A nivel personal, me he dado cuenta de que muchas perspectivas que traía conmigo se han ido desarmando. Es fácil imaginar el “emprendimiento” desde la mirada occidental, pero aquí cobra un sentido mucho más profundo: no se trata solo de ganar dinero, sino de sostener familias, preservar tradiciones y cuidar el entorno.
A veces pienso que estoy aprendiendo más de lo que aporto, y creo que esa es la magia de este voluntariado: es un intercambio. Yo ofrezco un granito de arena, pero recibo lecciones de vida que difícilmente encontraría en otro lugar.
Ahora, en la mitad de esta experiencia, tengo la sensación de que lo mejor aún está por llegar.
El cierre de un ciclo, la apertura de muchos más
Habiendo concluido mi experiencia como voluntaria internacional en Cusco (Perú), quiero dedicar esta última entrada del blog a reflexionar sobre lo vivido y expresar mi agradecimiento por una etapa que, sin duda, ha marcado un antes y un después en mi vida. Solo tengo palabras de agradecimiento al equipo por su entrega, su compromiso y su generosidad al compartir conocimientos. Y gracias, por supuesto, a la ciudad de Cusco, que me ha acogido con los brazos abiertos.
Desde el punto de vista profesional, esta vivencia me ha permitido llevar a la práctica muchos de los conocimientos que antes solo había abordado desde lo teórico. A través de la observación, la escucha activa y la participación directa en las actividades del proyecto, he adquirido herramientas muy valiosas para la gestión y ejecución de iniciativas de cooperación al desarrollo. Uno de los aspectos más significativos ha sido poder ver todo el ciclo de un proyecto desde una perspectiva local. Esto me ha ofrecido una mirada más realista sobre cómo se implementan las intervenciones, más allá del diseño inicial sobre el papel.
Además, esta experiencia me ha llevado a desarrollar una perspectiva crítica sobre la forma en que se practica la cooperación al desarrollo hoy en día. He podido identificar buenas prácticas, pero también aspectos que pueden mejorarse para que los proyectos sean más participativos, sostenibles y adaptados a los contextos reales. Estoy segura de que todo lo aprendido influirá de forma muy positiva en mi desarrollo profesional futuro.
Más allá del plano profesional, el contacto con personas locales, así como los viajes por distintas regiones del país, me han permitido conocer diversas realidades y culturas. Cada conversación, cada historia compartida me ha enseñado algo. Perú, me ha dejado una huella que llevaré siempre conmigo.
Quiero cerrar agradeciendo a todas las instituciones que hicieron posible esta experiencia: el CICODE de la Universidad de Granada, la Fundación Social Universal y el Centro Guamán Poma de Ayala.
A cualquier persona que esté leyendo esto y se esté planteando participar en un voluntariado internacional: no lo dudéis. Es una oportunidad única para aprender, aportar y crecer. No solo como profesional, sino sobre todo como persona.
Gracias, Cusco. Hasta pronto.