Asistir a una conferencia es el modo de conocer, de aprender, que es lo que yo hago, fundamentalmente, en la Universidad. A veces, incluso, también enseño alguna cosa, que no es sino compartir lo que voy asimilando y comprendiendo a lo largo de los años. Quizá es lo que intento también en este blog. En ese proceso de aprendizaje, se puede ir más allá de la lectura en solitario, aunque las diferentes vías de enriquecimiento intelectual y personal deben ser compatibles. En este caso, lo he hecho acompañado de muchos estudiantes y personas interesadas en el asunto de la charla, en una sala llena, que lleva el nombre de Federico García Lorca, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, un lugar que me sigue pareciendo un santuario de la idea y de la palabra.
Es una facultad histórica, en la que duelen mucho algunas ausencias a estas alturas del combate vital e intelectual. Un oasis, como también lo es La Madraza, el Centro de Cultura Contemporánea de UGR, cuyas conferencias también suelen llenarse, lo que es un indicador del interés por las cuestiones realmente relevantes. Como muestran las imágenes de esta conferencia, sorprende gratamente el interés por la figura de Antonio Gramsci, fundador y secretario del Partido Comunista italiano, teórico marxista de referencia, que fue encarcelado por Mussolini en la década de los años 20. Al calor de la reciente revolución soviética, vivió una época que mezclaba inocencia y crueldad, la mayor luz y oscuridad desde la que se explicarían aspectos clave en torno a cómo ha llegado hasta nuestros días la vieja Europa.
En la Facultad de Filosofía y Letras duelen mucho algunas ausencias, a estas alturas del combate vital e intelectual
En nuestros días, en los que todo parece un eslogan prefabricado, donde los populismos campan a sus anchas por el mundo, es un momento extraordinario para reflexionar sobre nuestro mundo contemporáneo. Seguramente, es la inquietud a la que responde el ciclo permanente de Teoría y Crítica de la Sociedad, organizado por la Facultad de Filosofía y Letras, cuya apertura correspondía a esta conferencia. Explicaron su razón de ser el vicedecano , José Luis Moreno Pestaña, y la decana, Ana María Gallego, en la presentación del ponente.
Para muchas personas, la figura de Gramsci representa un ideario desfasado del siglo XX. Desde mi punto de vista, es un gran acierto volver a su obra, especialmente en unos tiempos en los que la sociedad no parece tener muy claro de dónde viene y, sobre todo, que valores deben dar solidez a su futuro más inmediato. Ya en la tercera década del siglo XXI, el sosiego de la perspectiva histórica permite un análisis algo más desapasionado, incluso imparcial. Eso no quiere decir que no sigamos teniendo nuestras ideas en torno al modelo político y social.
En la semblanza de Gramsci, realizada por parte de un experto en su figura, como es el profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de Girona, Giaime Pala, se revisaron algunos conceptos de marxismo, como es el paso de la interrelación entre la estructura y la superestructura en la transformación social. Compruebo también, cada vez con más claridad, que no todas las bases de nuestro devenir colectivo están en el siglo XX. De hecho, la comprensión de Marx y, luego, de Gramsci, pasa por la revisión que ambos hicieron del siglo XIX. El fascismo que derrotó y llevó a la prisión de Turi al autor de los 29 cuadernos desde la cárcel, tenía su origen, sin duda, en la profundidad histórica, cultural, económica y social de lo ocurrido en el siglo anterior. También se comprende la revolución bolchevique desde esa perspectiva, así como los frenos del marxismo revolucionario en otros países europeos, ese parón de la verdadera internacional, de la imposible revolución permanente. Un obstáculo del internacionalismo socialista que disgustó a Trotsky y que quiso asimilar Stalin desde su sádico pragmatismo. En el siglo anterior debe comprenderse la revolución de 1848; antes incluso, la revolución francesa; la influencia de la Casa de Saboya en Italia; el cambio industrial; la modernidad capitalista, así como la esencia de la política liberal, régimen destinado a hundirse, según Gramsci.
Gramsci reflexionó sobre la derrota desde su celda, analizando su tiempo y distanciándose de la revolución bolchevique
Lo que me apasiona de estas conferencias, del trabajo que hacen los historiadores, es que se intenta evitar que todo quede difuminado bajo el estereotipo de una nebulosa simplista, en la que muchas cuestiones complejas corren el riesgo de quedar reducidas a media página de un libro de texto o, peor, a 140 caracteres o un meme. Aprendo, por tanto, que comprenderé el siglo XX cuando asimile lo ocurrido y consolidado culturalmente décadas atrás, seguramente siglos atrás. Se debe entender, según el conferenciante, por qué la Gran Guerra “insertó a las masas en la realidad social”. Los cinco millones de soldados ya siempre querrían tener voz, lo que se unía al valor del movimiento socialista en aquel momento. Es la conexión entre la realidad militar y política. El éxito de Mussolini tiene que ver con el hundimiento del sistema liberal italiano, que Gramsci, con el suministro de documentación para trabajar en prisión, intentó diseccionar en un trabajo que hay llegado hasta nuestros días.
Es momento de valorar el legado intelectual sin partidismos, con la perspectiva del tiempo y de todo lo que hoy sabemos
Además, Gramsci intentó ver su época con perspectiva, con distancia emocional, a pesar del contexto de odio del que él fue una víctima. “Debo evitar el odio si quiero juzgar al enemigo”, lo resumía Giaime Pala, que afirmaba que a Gramsci le salió muy bien ese distanciamiento. Reconoció, por ejemplo, la inteligencia y eficacia de Mussolini, por ser capaz de resolver algunas contradicciones de la vieja clase dirigente liberal, ofreciendo una solución a la burguesía. Destacó el vínculo de la conexión entre política y economía, algo que hoy es evidente, pero que en esa época no todo el mundo tenía tan claro.
Desconocedor del detalle, y con la lectura de algunos de su antología pendiente, en un libro publicado por Akal, con textos tradudicos y seleccionados por Manuel Sacristán, al escuchar la conferencia he podido imaginar un hombre de baja estatura, con una salud delicada, que leía en inglés y francés, puede que algo en alemán, atento a las descripciones del conferenciante. Me preguntaba qué balance haría el marxista italiano del gran fracaso de ese modelo revolucionario hoy día, pero del supuesto éxito de la democracia en algunos países del mundo, si fuera conocedor de este extraño devenir del futuro en el que vivimos. En el debate, posterior a la charla, se valoró el legado ideológico e intelectual de la figura de Gramsci, pero se llegó incluso al detalle biográfico de su acceso a libros y fuentes para escribir su obra en la cárcel. Gramsci era, en cierta forma, el hombre en busca de sentido que describió magistralmente Viktor Frankl en una situación parecida. Se cuestionó la figura del intelectual “orgánico”, el líder que siempre es necesario, y el profesor Pala supo atender cuestiones complejas. Llamó la atención, por ejemplo, sobre la idea del deber que, según Gramsci, tenía el partido comunista, que no era otro sino eliminar la distinción entre dirigentes y dirigidos. Para tomar buena nota en el análisis de la actualidad. Igual a alguno, o alguna, hay que quitarle el carnet de marxista.
Durante la semblanza realizada, profundizando en su obra y en su legado, se destacó el sentido de la historia y su importancia, en la obra de Gramsci, así como su visión sistémica, en el que las partes conforman un todo a percibir en el devenir revolucionario, que seguía viendo con optimismo, a pesar de reconocer la derrota. La clave, los clases subalternas, las personas dependientes, como sujetos y protagonistas de la historia. La subalteridad política era más determinante que la pobreza o dependencia económica. Todo, desde un “sentido común” que era una visión del mundo elemental, fragmentada, desordenada, caótica y, en buena parte, folclórica, una descripción certera de su tiempo.
Gramsci es más citado que leído, según Giaime Pala. Siempre quedó bien citarlo en la intelectualidad marxista
Y una última cuestión, que me llamó especialmente la atención. Giaime Pala aseguraba que, en realidad, Gramsci es más citado que leído. Su perfil biográfico, su obra y el vocabulario que empleaba, su capacidad para sintetizar mensajes, lo convirtieron en una figura intelectualmente seductora, de moda permanente en los posicionamientos marxistas hasta nuestros días. Sus citas quedaban mejor que las de Lenin. Sin embargo, según el profesor de la Universitat de Girona, si se estudiara su obra en profundidad, no se banalizaría tanto su pensamiento. Aplico personalmente el consejo, con el reto de leer su obra con mucha más amplitud y atención. Creo que no fui el único en la sala que se hizo ese propósito. La Universidad, además de todo lo que hoy día quiere ser, debe seguir estimulando ese impulso por estudiar y profundizar en el conocimiento. Ciclos como éste representan un ejemplo de esa línea. Y, para quien pueda pensar en partidismos, que no se equivoque, me interesa también comprender la esencia y la razón de ser del fascismo. Me mueve la voluntad de aprender y comprender el mundo. Seguramente, como a la persona que haya leído hasta el final esta entrada en Imaginado.