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La capitana. Homenaje a la revolución

21/05/2023 por Rafael Marfil-Carmona Deja un comentario

Reseña de Mi guerra de España, de Mika Etchebéhère (Cambalache, 2019, 2º ed.)

Pasear, hace unas semanas, por la 41 Feria del Libro de Granada, me lleva a encontrarme con más de mil palabras y con cientos de imágenes, modificando el eslogan de la edición de 2023 (Una imagen, mil palabras). Y, entre ese imaginario, tan amplio, tan diverso, agradezco cada año la posibilidad de sorprenderme y adquirir lecturas que, de otra forma, es posible que nunca hubieran llegado a mis manos. Una de mis recomendaciones al alumnado con el que puedo trabajar cada curso es que adquieran cultura bibliográfica paseando por estantes de librerías y por este tipo de ferias, sea la principal o la de libros de segunda mano. Es así como siempre he ido asociando la colección azul de Cátedra a libros de Comunicación Audiovisual que tanto me han interesado y he citado. Yo tengo muchos, pero juraría que mi maestro Paco García tiene la colección completa. También, el estilo de las colecciones de Octaedro, Paidós, Akal, etc. Y van sonando autores/as, y líneas de pensamiento, y posibilidades para la investigación y la docencia. Sin embargo, todas esas publicaciones forman parte de mi ámbito profesional y, como ya he comentado en este blog, por diferentes razones me interesa cada vez más la historia, un territorio donde es más fácil encontrarme con sorpresas desconocidas, dado que en este campo tengo muchas menos horas de vuelo lector que en mis habituales ámbitos. Es el caso de una cuidada edición, ya la segunda, de la narración autobiográfica de la miliciana Mika Feldman, la argentina que llegó a ser capitana de una columna del POUM (Partido Obrero Unificado Marxista), en la lucha contra las tropas de Franco. Sin embargo, su apellido en la firma del libro, y con el que se le recuerda, es Etchebéhère, primer apellido de su compañero y marido, Hipólito, un personaje carismático que se dejó la vida en los primeros meses de la contienda.

Portada de "Mi guerra de España", de Mika Etchebéhère. Ed. Cambalache, 2019. Ilustración y diseño: Amelia Celaya.
Portada de “Mi guerra de España”, de Mika Etchebéhère. Ed. Cambalache, 2019. Ilustración y diseño: Amelia Celaya.

El libro es la traducción de la obra original, publicada en francés en 1976 (Ma guerre d’Espagne à moi, Editions Denoël), y ha sido publicada en diversas ediciones en castellano (Plaza-Janés, Alikornio, etc.). La que llega a mis manos es la segunda edición de la editorial Cambalache, un proyecto que difunde sus publicaciones bajo licencia copyleft, lo que quiere decir que, reconociendo autoría, se puede hacer uso para reproducción, copia, difusión, etc. De hecho, esta publicación está disponible para descarga en la web, si bien la cuidada edición, con las ilustraciones de Amelia Celaya, vale la pena. Y tanto ese modelo de gestión como la breve introducción a la obra, representan toda una declaración de principios, ya que se muestran, de esos “recovecos” de la “contada y cantada” guerra civil española, “… las voces de las mujeres que ofrecieron sus vidas para cambiar un presente que les daba la espalda” (p. 7). Editar, y desear que llege a la personas este trabajo, es un importantísimo ejercicio en defensa de la memoria: “Nos miramos en el espejo del tiempo sabiendo que la única lucha perdida es la que se abandona y olvida” (p. 9). Y es así como, en mi personal búsqueda de tanta dignidad borrada por el tiempo, de tanta valentía que desconocemos, también de esa inmensa inocencia del siglo XX, me encuentro con este impresionante testimonio. Y su lectura, para quienes anden buscando claves ideológicas o doctrinales en lo que escribo, solo responde a la inquietud por comprender, por conocer e imaginar, asimilar, nuestro traumático pasado. Hay simpatía, y establezco conexiones entre aquellas líneas anarquistas y trotskistas, que un día intentaré vincular a la herencia de la política actual de izquierda, pero no hay adhesión, ni intencionalidad de mostrar solo la luz de un bando y el tenebrismo del otro. Las sombras de esta épica, como la cruel lucha cainita de la España roja, están muy presentes en lo que cuenta esta líder de la milicia.

Impresiones principales

La primera idea que me causa una especial emoción es la valentía. Un arrojo que forma parte de otra época y que conocemos en un contextos de narrativa épica, en primera persona. Emociona la descripción de la actitud del batallón del POUM, un partido que, abrazando el trotskismo como alternativa crítica a Stalin, sufrió una persecución de la oficialidad comunista, que aprovechaba el poder y la intendencia resultante de canalizar el suministro de armas de la URSS. Extrañado, algo incrédulo, ante la descripción de que hace Mika Etchebéhère de la relación de los españoles ante el peligro y ante la muerte, he tenido que recurrir a una obra muy similar, todo un clásico, que es el Homenaje a Cataluña de Orwell, que también fue miliciano del POUM, encontrando una descripción idéntica de la realidad de las trincheras. La espera irritaba, no ir al frente era una ofensa, la retaguardia era motivo de vergüenza, etc. Estar vivo, incluso, era incómodo si no se había luchado. Y se salía a combatir, con cartuchos caseros de dinamita, frente a sofisticadas armas de repetición alemanas. Es el caso de la agónica defensa de la catedral de Sigüenza. Esas descripciones sobrecogen, especialmente, por saber el final de la contienda. Y esas situaciones de guardia, lluvia, barro y piojos, descritos con detalle en ambas narraciones, nos llevan a identificar cómo es lo que se vive hoy día en Ucrania. Tan lejos y tan cerca, en el espacio y en el tiempo. En esa época, además, el desconocimiento, el analfabetismo o la pura ensoñación inconsciente alimentaban una actitud suicida. Valía más la milicia que sus líderes políticos, una vez más. El propio Hipólito Etchebéhère describía a Mika cómo era el liderazgo en el frente: “… aquí en España hay que ser temerario si quieres conseguir que te obedezcan. En la escala de valores solo cuenta el coraje físico. El jefe debe marcha al frente, no bajar la cabeza cuando las balas silban… ” (p. 59). Y así fue. Tanto, que esos líderes de la contienda fueron los primeros en ser exterminados.

Mika Etchebéhère en el frente de Guadalajara. 1937. Fuente: Diagonalperiodico.net https://bit.ly/41RxPXb
Mika Etchebéhère en el frente de Guadalajara. 1937. Fuente: Diagonalperiodico.net https://bit.ly/41RxPXb

Y la segunda idea, que me impactó siempre, desde muy joven, es confirmar la hipótesis de la crueldad, del espíritu asesino, de los alzados, de la idea clara de exterminio ejecutado mediante un modelo unidireccional de mando. No hay duda de que el modelo anarquista y asambleario de los primeros meses de la guerra, donde las órdenes se discustían y las medidas se aprobaban en reunión, no fue sino un espejismo de la debilidad de la utopía. Había ilusión por matar fascistas. Eran el enemigo, qué duda cabe. Sin embargo, el terror percibido era total. Mejor no profundizar ahí, porque ya sabemos de lo que fueron capaces. Unos y otros. Y no era una época en la que hubiera un respeto a los derechos humanos en ningún ámbito. De hecho, es espeluznante pensar en el pacífico interrogatorio que nuestra capitana hace a una espía falangista, identificando claramente su condición, que le llevaría después a ser fusilada. Sucede igual con el castigo al clero o el ensañamiento con el patrimonio, aunque sorprende la confesión de Mika en torno a la imposibilidad de explicarles la importancia del valor artístico a personas en una situación tan dramática, donde los cuadros eran leña para calentarse y los altares se convertían en letrinas o refugios frente a las bombas. Estaban luchando por una sociedad sin iglesias, aunque las bases morales de esa milicia eran profundamente católicas en realidad.

La autora de esta autobiografía insiste en que, frente a la obediencia, las milicias cumplían las indicaciones por una responsabilidad compartida voluntariamente

Surge de la lectura una tercera idea que me gusta menos, porque tiene que ver con su condición de mujer, y es la protección de las tropas, el hecho de velar por la salud, repartiendo jarabe para la tos en las noches de trinchera en la defensa de Madrid; diseñando la intendencia para la alimentación, comprando sartenes. Apadrinando a un joven adolescente, Clavelín; intentando protegerle sin éxito de su temeraria valentía. Me gusta menos porque, desde la lucha hoy por la igualdad, prefiero pensar en una miliciana con mando, armada, luchando en el frente, liderando a hombres rudos y toscos, como los de aquella época. Me gusta menos porque, al fin y al cabo, las mujeres combatientes puede que fueran cientos y la misión fue, en muchos casos, hacer la comida o, más triste aún, el servicio sexual de la prostitución, prohibida en las tropas republicanas en determinado momento. Y la parte que me gusta imaginar es la de la camaradería, la del respeto como a una igual, la de la consulta en torno a su criterio, a su opinión, la de los altos mandos que contaron con ella, no por ser mujer, sino por su valía. Y, desde esa perspectiva, este libro es la narración de una biografía ejemplar, de la historia de alguien que, tal y como confiesa, pensaba estar haciendo la revolución, y pudo salvar la vida para ayudar a construir barricadas, a los 66 años, en el París del 68.

 

Mika Felman, que incorporó el apellido de su marido, Hipólito Etchebéhère, fallecido en la Guerra civil española.
Mika Etchebéhère en algún momento de la defensa de Madrid. https://bit.ly/43gRReq

Entristece especialmente la desunión, la persecución del trotskismo por parte de los estalinistas, las chekas contra la propia izquierda, las cárceles repletas de republicanos en Madrid, la rivalidad con el anarquismo, que dominaba en los primeros instantes de la guerra. El cainismo calculado que hizo que la República cayera, con políticos que, según Mika Etchebéhère, sabían que se iba a producir el alzamiento y no hicieron nada para impedirlo. Y desde esa cuarta idea de desunión, de caos, de estajanovismo extremo ordenado desde Moscú, hay una verdad tan impactante como ingenua: nuestra miliciana pensaba, como otros tantos, que aquel golpe de estado era la excusa para hacer la revolución, para finalizar la tarea que se había intentado en Asturias en el 34, para crear un nuevo orden social, no se sabe muy bien si anarquista y libertario o comunista e interncional, pero nunca burocratizado, ni esclavo de las políticas de Stalin. La CNT, las FAI, la propia UGT, el POUM, fueron organizaciones que no querían defender un modelo burgués de democracia, sino hacer la revolución, y de ahí el gran enfrentamiento a una Unión Soviética que quería asegurar su modelo antes de exportarlo a ningún otro contexto. Y, desde esa utópica debilidad, fue siendo tarde para todo, mes tras mes, a pesar de los inicios revolucionarios de Cataluña, Aragón y la defensa de Madrid. Y la realidad se fue imponiendo, dentro y fuera de la zona republicana, con momentos fatídicos como la desbandá tras la caída de Málaga. Orwell, en su trabajo tan similar a éste, lo describe muy bien. La autora de este testimonio reconoce la constante impotencia ante la pasividad socialdemócrata y del Partido Comunista ante el ascenso del fascismo, que luego llegó a donde llegó, tanto en España como en la Segunda Guerra Mundial. La milicia revolucionaria no defendía el “tibio” modelo republicano, sino que luchaba, en muchos casos, por una revolución total. Tan ambiciosa que, finalmente, no solo no se consiguió nada, sino que se perdió absolutamente todo. Y la autora pudo comprobarlo desde un traumático exilio en América y Francia. Las personas interesadas no deberían perderse el documental dirigido por Rodolfo Pochat y Javier Olivera.

Amelia Celaya (2019). Ilustración de Mi guerra de España. Triniá (Mi Trinidad), de León y Quiroga (1933) era de las coplas más cantadas por la milicia.
Amelia Celaya (2019). Ilustración de Mi guerra de España. P. 275. Triniá (Mi Trinidad), de León y Quiroga (1933) era de las coplas más cantadas por la milicia.
Amelia Celaya (2019). Ilustración de Mi guerra de España. Cita visual fragmento. Clavelín fue el sobrenombre que puso Mika Etchebéhère a un joven miliciano de 15 años.
Amelia Celaya (2019). Ilustración de Mi guerra de España. Cita visual fragmento. P. 395. Clavelín fue el sobrenombre que puso Mika Etchebéhère a un joven miliciano de 15 años.
Amelia Celaya (2019). Ilustración de Mi guerra de España. Cita visual Fragmento. P. 47.
Amelia Celaya (2019). Ilustración de Mi guerra de España. Cita visual Fragmento. P. 47.

El ambiente sórdido de la trinchera, la extrema dureza y la falta de recursos de las milicias, contrastan con el entusiasmo por hacer la revolución, en una narración que combina la épica con el realismo

Y todo lo que he descrito, que son solo algunas impresiones, se comprende bien en libros que narran la historia de la Guerra Civil, desde Thomas a Preston, pero se asimila de una forma mucho más didáctica cuando se fundamenta en un testimonio personal. Especialmente, cuando esta biografía es la de una mujer con responsabilidades militares, que nos hace pensar en tantas y tantas mujeres que se dejaron la vida en aquellos años o que, peor aún, padecieron la humillación y las consecuencias de la guerra. Las primeras páginas de este libro son una guía para investigar en ese sentido. La emoción, humana e intelectual, es la base de la empatía, del respeto y de la memoria a personas tan dignas y tan valientes, como lo fue Mika Feldman de Etchebéhère. Qué suerte haber encontrado y leído este magnífico libro.

Para citar este post: Marfil-Carmona, R. (2023, 21 de mayo). La capitana. Homenaje a la revolución [Entrada en un blog]. Imaginado. https://blogs.ugr.es/rafaelmarfilcarmona/la-capitana-homenaje-a-la-revolucion
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Publicado en: Historia, Libros, Opinión y análisis, Reseñas Etiquetado como: Autobiografías, Guerra Civil, Guerra Civil Española, Historia, Libros

Antonio Gramsci: historia y pensamiento con la perspectiva del tiempo

05/03/2023 por Rafael Marfil-Carmona Deja un comentario

Asistir a una conferencia es el modo de conocer, de aprender, que es lo que yo hago, fundamentalmente, en la Universidad. A veces, incluso, también enseño alguna cosa, que no es sino compartir lo que voy asimilando y comprendiendo a lo largo de los años. Quizá es lo que intento también en este blog. En ese proceso de aprendizaje, se puede ir más allá de la lectura en solitario, aunque las diferentes vías de enriquecimiento intelectual y personal deben ser compatibles. En este caso, lo he hecho acompañado de muchos estudiantes y personas interesadas en el asunto de la charla, en una sala llena, que lleva el nombre de Federico García Lorca, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, un lugar que me sigue pareciendo un santuario de la idea y de la palabra.

Cartel de la conferencia de Giaime Pala sobre la figura de Antonio Gramsci. Ciclo permanente de Teoría y Crítica de la Sociedad. Facultad de Filosofía y Letras de Granada. 2 de marzo de 2023. Foto: R. Marfil.

Es una facultad histórica, en la que duelen mucho algunas ausencias a estas alturas del combate vital e intelectual. Un oasis, como también lo es La Madraza, el Centro de Cultura Contemporánea de UGR, cuyas conferencias también suelen llenarse, lo que es un indicador del interés por las cuestiones realmente relevantes. Como muestran las imágenes de esta conferencia, sorprende gratamente el interés por la figura de Antonio Gramsci, fundador y secretario del Partido Comunista italiano, teórico marxista de referencia, que fue encarcelado por Mussolini en la década de los años 20. Al calor de la reciente revolución soviética, vivió una época que mezclaba inocencia y crueldad, la mayor luz y oscuridad desde la que se explicarían aspectos clave en torno a cómo ha llegado hasta nuestros días la vieja Europa.

En la Facultad de Filosofía y Letras duelen mucho algunas ausencias, a estas alturas del combate vital e intelectual

Conferencia de Giaime Pala sobre la figura de Antonio Gramsci. Facultad de Filosofía y Letras de Granada. Acompañado y presentado por José Luis Moreno Pestaña (vicedecano) y Ana Gallego Cuiñas (decana). 2 de marzo de 2023. Foto: R. Marfil.

En nuestros días, en los que todo parece un eslogan prefabricado, donde los populismos campan a sus anchas por el mundo, es un momento extraordinario para reflexionar sobre nuestro mundo contemporáneo. Seguramente, es la inquietud a la que responde el ciclo permanente de Teoría y Crítica de la Sociedad, organizado por la Facultad de Filosofía y Letras, cuya apertura correspondía a esta conferencia. Explicaron su razón de ser el vicedecano , José Luis Moreno Pestaña, y la decana, Ana María Gallego, en la presentación del ponente.

Para muchas personas, la figura de Gramsci representa un ideario desfasado del siglo XX. Desde mi punto de vista, es un gran acierto volver a su obra, especialmente en unos tiempos en los que la sociedad no parece tener muy claro de dónde viene y, sobre todo, que valores deben dar solidez a su futuro más inmediato. Ya en la tercera década del siglo XXI, el sosiego de la perspectiva histórica permite un análisis algo más desapasionado, incluso imparcial. Eso no quiere decir que no sigamos teniendo nuestras ideas en torno al modelo político y social.

Conferencia de Giaime Pala sobre la figura de Antonio Gramsci. Facultad de Filosofía y Letras de Granada. 2 de marzo de 2023. Foto: R. Marfil.
Conferencia de Giaime Pala sobre la figura de Antonio Gramsci. Facultad de Filosofía y Letras de Granada. Acompañado y presentado por José Luis Moreno Pestaña (vicedecano) y Ana Gallego Cuiñas (decana). 2 de marzo de 2023. Foto: R. Marfil.

En la semblanza de Gramsci, realizada por parte de un experto en su figura, como es el profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de Girona, Giaime Pala, se revisaron algunos conceptos de marxismo, como es el paso de la interrelación entre la estructura y la superestructura en la transformación social. Compruebo también, cada vez con más claridad, que no todas las bases de nuestro devenir colectivo están en el siglo XX. De hecho, la comprensión de Marx y, luego, de Gramsci, pasa por la revisión que ambos hicieron del siglo XIX. El fascismo que derrotó y llevó a la prisión de Turi al autor de los 29 cuadernos desde la cárcel, tenía su origen, sin duda, en la profundidad histórica, cultural, económica y social de lo ocurrido en el siglo anterior. También se comprende la revolución bolchevique desde esa perspectiva, así como los frenos del marxismo revolucionario en otros países europeos, ese parón de la verdadera internacional, de la imposible revolución permanente. Un obstáculo del internacionalismo socialista que disgustó a Trotsky y que quiso asimilar Stalin desde su sádico pragmatismo. En el siglo anterior debe comprenderse la revolución de 1848; antes incluso, la revolución francesa; la influencia de la Casa de Saboya en Italia; el cambio industrial; la modernidad capitalista, así como la esencia de la política liberal, régimen destinado a hundirse, según Gramsci.

Gramsci reflexionó sobre la derrota desde su celda, analizando su tiempo y distanciándose de la revolución bolchevique

Lo que me apasiona de estas conferencias, del trabajo que hacen los historiadores, es que se intenta evitar que todo quede difuminado bajo el estereotipo de una nebulosa simplista, en la que muchas cuestiones complejas corren el riesgo de quedar reducidas a media página de un libro de texto o, peor, a 140 caracteres o un meme. Aprendo, por tanto, que comprenderé el siglo XX cuando asimile lo ocurrido y consolidado culturalmente décadas atrás, seguramente siglos atrás. Se debe entender, según el conferenciante, por qué la Gran Guerra “insertó a las masas en la realidad social”. Los cinco millones de soldados ya siempre querrían tener voz, lo que se unía al valor del movimiento socialista en aquel momento. Es la conexión entre la realidad militar y política. El éxito de Mussolini tiene que ver con el hundimiento del sistema liberal italiano, que Gramsci, con el suministro de documentación para trabajar en prisión, intentó diseccionar en un trabajo que hay llegado hasta nuestros días.

Es momento de valorar el legado intelectual sin partidismos, con la perspectiva del tiempo y de todo lo que hoy sabemos

Además, Gramsci intentó ver su época con perspectiva, con distancia emocional, a pesar del contexto de odio del que él fue una víctima. “Debo evitar el odio si quiero juzgar al enemigo”, lo resumía Giaime Pala, que afirmaba que a Gramsci le salió muy bien ese distanciamiento. Reconoció, por ejemplo, la inteligencia y eficacia de Mussolini, por ser capaz de resolver algunas contradicciones de la vieja clase dirigente liberal, ofreciendo una solución a la burguesía. Destacó el vínculo de la conexión entre política y economía, algo que hoy es evidente, pero que en esa época no todo el mundo tenía tan claro.

Desconocedor del detalle, y con la lectura de algunos de su antología pendiente, en un libro publicado por Akal, con textos tradudicos y seleccionados por Manuel Sacristán, al escuchar la conferencia he podido imaginar un hombre de baja estatura, con una salud delicada, que leía en inglés y francés, puede que algo en alemán, atento a las descripciones del conferenciante. Me preguntaba qué balance haría el marxista italiano del gran fracaso de ese modelo revolucionario hoy día, pero del supuesto éxito de la democracia en algunos países del mundo, si fuera conocedor de este extraño devenir del futuro en el que vivimos. En el debate, posterior a la charla, se valoró el legado ideológico e intelectual de la figura de Gramsci, pero se llegó incluso al detalle biográfico de su acceso a libros y fuentes para escribir su obra en la cárcel. Gramsci era, en cierta forma, el hombre en busca de sentido que describió magistralmente Viktor Frankl en una situación parecida. Se cuestionó la figura del intelectual “orgánico”, el líder que siempre es necesario, y el profesor Pala supo atender cuestiones complejas. Llamó la atención, por ejemplo, sobre la idea del deber que, según Gramsci, tenía el partido comunista, que no era otro sino eliminar la distinción entre dirigentes y dirigidos. Para tomar buena nota en el análisis de la actualidad. Igual a alguno, o alguna, hay que quitarle el carnet de marxista.

Durante la semblanza realizada, profundizando en su obra y en su legado, se destacó el sentido de la historia y su importancia, en la obra de Gramsci, así como su visión sistémica, en el que las partes conforman un todo a percibir en el devenir revolucionario, que seguía viendo con optimismo, a pesar de reconocer la derrota. La clave, los clases subalternas, las personas dependientes, como sujetos y protagonistas de la historia. La subalteridad política era más determinante que la pobreza o dependencia económica. Todo, desde un “sentido común” que era una visión del mundo elemental, fragmentada, desordenada, caótica y, en buena parte, folclórica, una descripción certera de su tiempo.

Gramsci es más citado que leído, según Giaime Pala. Siempre quedó bien citarlo en la intelectualidad marxista

Y una última cuestión, que me llamó especialmente la atención. Giaime Pala aseguraba que, en realidad, Gramsci es más citado que leído. Su perfil biográfico, su obra y el vocabulario que empleaba, su capacidad para sintetizar mensajes, lo convirtieron en una figura intelectualmente seductora, de moda permanente en los posicionamientos marxistas hasta nuestros días. Sus citas quedaban mejor que las de Lenin. Sin embargo, según el profesor de la Universitat de Girona, si se estudiara su obra en profundidad, no se banalizaría tanto su pensamiento. Aplico personalmente el consejo, con el reto de leer su obra con mucha más amplitud y atención. Creo que no fui el único en la sala que se hizo ese propósito. La Universidad, además de todo lo que hoy día quiere ser, debe seguir estimulando ese impulso por estudiar y profundizar en el conocimiento. Ciclos como éste representan un ejemplo de esa línea. Y, para quien pueda pensar en partidismos, que no se equivoque, me interesa también comprender la esencia y la razón de ser del fascismo. Me mueve la voluntad de aprender y comprender el mundo. Seguramente, como a la persona que haya leído hasta el final esta entrada en Imaginado.

Cartel conferencia Gramsci. 2 de marzo de 2023. Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Granada. Ciclo Teoría y Crítica de la Sociedad. Impartida por Giaime Pala, profesor de la Universitad de Girona
Conferencia de Giaime Pala sobre la figura de Antonio Gramsci. Facultad de Filosofía y Letras de Granada. Acompañado y presentado por José Luis Moreno Pestaña (vicedecano) y Ana Gallego Cuiñas (decana). 2 de marzo de 2023. Foto: R. Marfil.
Conferencia de Giaime Pala sobre la figura de Antonio Gramsci. Facultad de Filosofía y Letras de Granada. 2 de marzo de 2023. Foto: R. Marfil.
Conferencia de Giaime Pala sobre la figura de Antonio Gramsci. Facultad de Filosofía y Letras de Granada. 2 de marzo de 2023. Foto: R. Marfil.
Conferencia de Giaime Pala sobre la figura de Antonio Gramsci. Facultad de Filosofía y Letras de Granada. Acompañado y presentado por José Luis Moreno Pestaña (vicedecano) y Ana Gallego Cuiñas (decana). 2 de marzo de 2023. Foto: R. Marfil.
Conferencia de Giaime Pala sobre la figura de Antonio Gramsci. Facultad de Filosofía y Letras de Granada. En la foto, José Luis Moreno Pestaña (vicedecano). 2 de marzo de 2023. Foto: R. Marfil.
Para citar este post: Marfil-Carmona, R. (2023, 5 de marzo). Antonio Gramsci: historia y pensamiento con la perspectiva del tiempo [Entrada en un blog]. Imaginado. https://blogs.ugr.es/rafaelmarfilcarmona/2023/03/05/antonio-gramsci-historia-y-pensamiento-con-la-perspectiva-del-tiempo
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Publicado en: Conferencias, Historia, Opinión y análisis Etiquetado como: Gramsci, Historia, Marxismo, Pensamiento

Clara Campoamor, un ejemplo de luz en la oscuridad

17/01/2023 por Rafael Marfil-Carmona Deja un comentario

Revisando la historia, casi a hurtadillas, con la sensación de que uno hace algo prohibido, he conseguido leer este número de la colección “Grandes mujeres” de National Geographic, en su segunda edición. Es el monográfico titulado “Clara Campoamor. La lucha por los derechos de la mujer“, en una serie de coleccionables que, sin mucha previsión, voy encontrando en el kiosco de Pablo o de Paco, en Recogidas o en el Zaidín, de Granada, que es donde últimamente descubro joyas como ésta, y no deja de sorprenderme cómo el sector editorial sigue apostando por una calidad y un nivel intelectual que, por contraste, mucha gente parece despreciar. Ojalá que no sea así y que estas iniciativas sigan siendo rentables, como lo son los especiales de filósofos o de historia de esta editorial, con los que tanto estoy aprendiendo. Y digo que su lectura es casi algo prohibido porque, por desgracia, la actividad universitaria, al menos la mía, se sustenta con reuniones que no conducen a ninguna parte, con acciones burocráticas que no acierto a comprender, con tutorías que muestran, en gran parte de los casos, el reflejo de un sistema donde lo intelectual ha dado un gran paso atrás, en beneficio de la consolidación de una gran telaraña administrativa. Un consumo de tiempo que te atrapa. Y son pocos, la verdad, los momentos en los que tengo la sensación de aprender o enseñar algo en la actividad profesional que se me exige. En resumen, se me espera para otras cuestiones, que van desde validar facturas hasta rellenar pliegos, pero no para hablar de los contenidos tan interesantes como éste sobre el que hoy escribo, aunque no trate directamente sobre educación artística o mediática. Es verdad, sin embargo, en determinadas ocasiones de esa vida universitaria hay momentos que te reconcilian con el sentido de la actividad académica, pero de esas luces y sobras hablaré otro día.

Ahora comprendo la importancia de la historia

Recuerdo que el presidente de la extinta caja de ahorros, CajaGranada, donde pude trabajar muchos años y aprender tantas cosas, también buenas y malas, Antonio Claret García, sentía pasión por la historia. Y, como de eso hace ya más de una década, él y yo estábamos en momentos diferentes. Yo todavía no comprendía el valor de la historia y sentía mucha más pasión por la semiótica de lo contemporáneo o el análisis de la cultura digital, al calor de las modas universitarias en Ciencias Sociales. De esa época, como una aportación a la ciudad de Granada, quedó el proyecto del Centro Cultural Memoria de Andalucía, con un museo interactivo que se centraba, precisamente, en la historia. Con el tiempo, voy comprendiendo su sentir, sus inquietudes. Ahora, algo tarde, empatizo con él. El tiempo va haciendo que asimile cómo, a medida que vamos comprendiendo el mundo, nos interrogamos acerca de cómo hemos llegado hasta aquí. Nuestro origen nos empieza a apasionar. Y, por ello, me siento cada vez más en deuda con las personas que fueron pioneras en los avances sociales y en la lucha por cuestiones básicas de igualdad y dignidad, como fue el caso de Clara Campoamor, entre otras muchas mujeres que trabajaron para esa transformación, cuyo recuerdo fue segado por la dictadura. Hoy, son muchos los colectivos o agrupaciones que le han rendido homenaje, y alguno lleva su nombre. El más próximo, para mí, en la localidad de La Zubia, en Granada. El busto de Clara Campoamor está en un sitio destacado del Congreso de los Diputados, en el acceso al hemiciclo (creo que hasta 2007 en un sótano). El valor del trabajo de esta abogada, feminista y abanderada de un sentido común en tiempos de barbarie, no es ningún descubrimiento. Sin embargo, en su lectura cruzan mi mente algunas sensaciones que, al comprobar su devenir biográfico, nunca hubiera imaginado. Son instantes fugaces de su trayectoria, momentos en los que, a lo largo de la lectura, no puedo evitar pensar qué estarían haciendo mis abuelos ese mismo día, en la España de la década de los 20 o los 30, en los años del exilio.

Portada Clara Campoamor National Geographic (2020). 2ª ed.

Lo primero que uno piensa es en la valentía, en el arrojo que hay que tener para ir contracorriente, porque la inercia era exigir a una mujer que se estableciera, mental y físicamente, en el rol que la sociedad tenía preparado para ella, como madre de familia dedicada a sus labores. Impresiona pensar que, desde las propias izquierdas republicanas, el rechazo a los derechos de la mujer estaba presente, por más que queramos idealizar el republicanismo desde la lejanía. También, cómo no, da mucho que pensar el famoso debate parlamentario con la socialista Victoria Kent, otra pionera (ojo, no del PSOE, sino del Partido Republicano Radical Socialista, que se fusionaría en el 34 con el Radical Demócrata). El PSOE, me atrevería a decir, era esos años más radical, por la influencia de Largo Caballero, que los que llevaban el propósito de la radicalidad en su denominación, lo que nos indica que eran tiempos en los que la moderación no estaba tan valorada. Campoamor defendió y consiguió que las mujeres tuvieran derecho al voto, aunque se cumplieron los peores augurios de Kent: ese voto femenino, tal y como se había advertido, posiblemente favoreció a la derecha, por influencia de la Iglesia y de la escasa preparación de la población femenina. Me recuerda, esa polémica en la que Kent llevó razón, a corto plazo (después, en el 36, ya sabemos, ganó el Frente Popular), la lectura de otro libro que quedó a mitad, también por los azares laborales: “Victoria Kent. De Madrid a Nueva York” (Ed. Los cuatro vientos, 2018). Tal y como se afirma en el libro de National Geographic, como resolución de aquella polémica: “Si en 1933 las españolas habían sido consideradas las grandes ‘asesinas’ de la República, supuestas responsables de la victoria conservadora, nadie parecía percatarse de que los resultados del Frente Popular enmendaban aquella acusación falaz” (p. 95).

Portada de una seleccion de textos de VIctoria Kent, publicada por la editorial Los cuatro vientos (2018). Diseño: Equipo Renacimiento.

No se comprende nada sin tener en cuenta el legado de Concepción Arenal y la suma de diversos nombres propios, hoy más o menos conocidos, como María Lejárraga, Concha Espina, Emilia Pardo Bazán, María de Maeztu, Margarita Nelken, Carmen de Burgos, Benita Asas Manterola, Paulina Luisi, María Cambrils, María Telo o Rosario de Acuña, se convierten en un listado para comprender cómo la valentía y la lucha por la igualdad y la justicia fueron posibles en una España tan convulsa y, me atrevo a decir, tan inocentemente despiadada y confundida. Tanto, que el libro que Clara Campoamor dedicó a criticar la desorganización republicana en las primeras semanas del golpe de estado del 36, fue retirado por la propia autora, reconociendo que podía ser un arma para los insurrectos. Me impresiona, de esta biografía, la determinación para estudiar Derecho ya con cierta edad para la época, algo que me afecta especialmente, ya que siempre siento que voy tarde para acometer los estudios pendientes. Esa voluntad le llevó al prestigio como abogada y a ser parlamentaria a los cuarenta años, quedándose fuera de circuito en la siguiente remesa, precisamente en la del Frente Popular. Ni cambiando de partido (de Acción Republicana al Partido Radical) consiguió ser diputada por segunda vez, sintiendo la presión de un establishment profundamente machista, además de la común reacción negativa ante el talento, el éxito y el prestigio, algo común también en nuestros días.

Se aprende de su moderación en el grito radical de igualdad, de su radicalismo en un ambiente sórdido, donde se inventaba el fascismo

Impresiona, también, que tuviera que emplear su capacidad argumental para luchar contra las afirmaciones de personalidades como Gregorio Marañón y el gran José Ortega y Gasset, que veían lógica la limitación de la proyección pública y social de la mujer. Se enfrentó, en un caso, al también abogado entonces Niceto Alcalá-Zamora, en el que se dirimía el reconocimiento de paternidad de su cliente. Las leyes permitían el divorcio medio siglo antes de que volviera a ser posible. Algún tiempo después, visitaría al ex-presidente en su exilio común americano, lamentándose ambos de la democracia perdida. Y es ahí, en esos viajes del exilio, donde sufro, más que aprender. Su viaje a Suiza, su marcha a Argentina, sus viajes fugaces a España para sondear su vuelta, imposible por su pasado masónico, la pérdida de su madre, su vuelta a Suiza y la enorme añoranza de su país, que me vuelve a hacer pensar en los que sí se quedaron, haciendo más o menos desde dentro, resistiendo, sobreviviendo, que no era poco. Su moderación en el grito radical de igualdad, su radicalismo en un ambiente sórdido, donde se inventaba el fascismo. Su pensamiento, su entusiasmo, su acción social, su profunda tristeza por España. En la lectura de este especial, me impresionan los intentos deel dictador Primo de Rivera por aprovechar su figura y popularidad, así como la enorme sorpresa por el abandono de los aliados y la simpatía de Estados Unidos por Franco tras la Segunda Guerra Mundial, noticias seguidas por Campoamor desde una dolorosa lejanía. Además, la nueva sombra de la dictadura argentina. Todos estos azares, para ser conectados en la interpretación de la historia, solo me llevan al entusiasmo por conocer más, y a la procupación por el hecho de que, sin comprender en España los siglos XIX y XX, es normal que las nuevas generaciones no entiendan absolutamente nada.

Y, en todo eso, siempre hay un detalle que se me clava en la mente, como es su mesa de escritorio, que descubro que siempre conservó. ¿Cómo trasladó esa pesada mesa? ¿Cómo se articulaba eso en aquel tiempo? ¿Cómo salvaba su escritorio mientras, en el primer barco que tomó vía a Italia, los fascistas hicieron que la interrogaran en Génova? ¿Cómo sería la tensión de ser identificada y denunciada en aquel verano del 36? ¿Qué esperanza tendrían los exiliados, las exiliadas, meses después, años después, décadas después? ¿Cómo se iba apagando la esperanza desde el exilio? Mucho antes de eso, ¿cómo sería aquel momento en el que, con la vida por delante, celebraba su licenciatura en Derecho con una sesión de fotos? Emociona ver en las imágenes ese peinado, tan parecido al de mi abuela materna, tan de moda en una época. Quizá leer su biografía, aprender sobre nuestra historia, es volver a tener presente su expresión del compromiso, del amor en su intimidad, con quien le acompañó durante décadas, de su firme sentido de la responsabilidad, imaginando su liderazgo y oratoria, sus sueños durante el fatídico siglo XX. Murió, sin volver a vivir a España, justo el año en el que yo nací, en 1972. La ficción audiovisual nos ha dejado un guiño y un homenaje en la serie El ministerio del tiempo, en el que una joven de otras generaciones le agradecía la lucha por los derechos de la mujer. Su legado, posiblemente, es eso y mucho más. A lo mejor este post no es más que un pequeño homenaje.

Clara Campoamor. Imagen recuperada de https://bit.ly/3kalPzA
Ejerciendo como abogada. Fuente: Archivo Santos Yubero. Imagen recuperada de https://bit.ly/3w3Z5nN
Discurso de Clara Campoamor en San Sebastián. Imagen recuperada de https://bit.ly/3ZGkr8k
Bereciartu y Sánchez Bergara Clara Campoamor. Editorial Alba. https://www.albaeditorial.es/infantil/pequena-grande/pequenagrande-clara-campoamor/

La última portada es, entre otras muchas publicaciones, otra de las lecturas pendientes, junto a su propia obra. Me detengo, finalmente, a significar algunas citas de este trabajo, redactado por Carme Mayans y Àlex Sala, dirigido por Josep María Casals y editado por José Enrique Ruiz-Domènec, según figura en el staff de este especial dedicado a grandes mujeres:

“No fue Clara una mujer complaciente o cobarde, no se atuvo a convenciones que no respondieran a sus firmes valores en defensa de la libertad, la justicia y la igualdad” (p. 4) / “… su creencia en la capacidad individual para la mejora de la propia vida es tan poderosa como su convicción de que el Estado y la política sirven para garantizar la igualdad de derechos y la justicia social, convicción a la que sumaba us creencia europeísta e internacionalista…” (p. 7) / “Reformista antes que revolucionaria. Campoamor fue demócrata radical en un tiempo en el que el fascismo arrasó Europa” (p. 7) / (De sus propios discursos) “Toda mujer, por el hecho de producirse con acierto en terrenos que en otro tiempo le fuera vedado el acceso, revoluciona, transforma la sociedad: es feminista” (p. 59) / “Desde la lejana Revoución de 1868 hasta su exilio mediaban muchas conquistas, pero también mucho dolor: Clara no soportaba intersarse por las noticias de España porque la postración a la que había vuelto su condición social y jurídica de las mujeres le hacía sentirse, entonces, ceniza” (p. 112).

Referencia del libro: Clara Campoamor. La lucha por los derechos de la Mujer. National Geographic Historia. 2020, 2ª ed.

Para citar este post: Marfil-Carmona, R. (2023, 17 de enero). Clara Campoamor, un ejemplo de luz en la oscuridad  [Entrada en un blog]. Imaginado.  https://blogs.ugr.es/rafaelmarfilcarmona/2023/01/17/clara-campoamor
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El III Congreso de Educación Artística será en Granada en 2024

23/01/2022 por Rafael Marfil-Carmona Deja un comentario

El II congreso, Poéticas, que ha tenido lugar en Valencia en enero de 2022, ha acordado también la creación creación de una asociación profesional de educadores en arte

Personalmente, no he estado, pero lo bueno del mundo-área, como definía este ámbito de conocimiento y esta red de colaboración académica mi compañera Fabiola Ubani, es que, en cierto sentido, siempre se está. Por ello, copio esta información difundida en la #PlataformaEducaciónNoSinArtes Si eres investidador/a y te interesan las artes visuales (¿qué no es visual hoy día?), tendrás que participar en este congreso. Seguiremos informando.

Foto: Ramona Rodríguez. Poéticas. II Congreso Educación Artística Valencia. Enero de 2022

A pesar de las dificultades por la pandemia, más de 60 congresistas se han dado cita en Valencia para trabajar en la mejora de la calidad docente e investigadora en la enseñanza artística. Los pasados 20 y 21 de enero, el edificio del Máster de Profesorado de Educación Secundaria de la Universitat de València ha acogido la celebración de Poéticas. II Congreso de Educación Artística. Se trata de un foro de encuentro e intercambio de experiencias docentes e investigadoras surgido a partir de las jornadas de encuentro en el área de Didáctica de la Expresión Plástica celebradas en Girona en 2019, desde las que se impulsó la organización de una primera edición del congreso en Bilbao a comienzos de 2020. En esta ocasión, la organización de la segunda edición del congreso ha corrido a cargo del grupo de investigación en Pedagogías Culturales, Creari, de la Universitat de València.

Esta reunión de docentes e investigadores en el ámbito de la educación artística de las distintas universidades españolas se ha desarrollado a través de equipos de trabajo, en unos días en los que se ha analizado y debatido el currículum académico de educación en artes en las etapas de Infantil, Primaria y Secundaria. Además, se han acordado líneas de acción centradas en las publicaciones académicas y científicas en educación en artes, en un ámbito de conocimiento en el que tiene, cada vez, una mayor importancia la cultura visual y audiovisual, además de la atención a problemáticas e inquietudes de la sociedad actual, como las nuevas tecnologías, la inclusión real o el profesorado LGTB.

El resultado de esta reunión, en lo que se refiere al currículum, se concreta en la necesidad de mayor implicación en su análisis, proponiendo un equipo de trabajo específico para esta labor. Se han estudiado las distintas maneras en que algunos docentes implementan el currículo de educación artística, exponiendo algunos modelos pedagógicos, como los del País Vasco o la Comunidad Canaria, entre otros. Por último, se han intercambiado líneas de trabajo, realizando una puesta al día de alguno de los procesos de diseño curricular en etapas concretas, como es la Educación Secundaria en la Comunidad Valenciana.

Por su parte, el grupo de trabajo centrado en las publicaciones ha incidido en la necesidad de dar a conocer las revistas específicas del área, así como de desarrollar actuaciones para lograr más visibilidad de sus contenidos, animando a la comunidad investigadora a participar mediante la gestión o la aportación de publicaciones. Destaca la amplitud de enfoques y posibilidades temáticas, que van desde la educación plástica en los primeros años hasta la mediación patrimonial o la educación en museos, pasando por todo lo relacionado con el aprendizaje y la enseñanza de las artes visuales.

El grupo de trabajo centrado en abordar las acciones educativas y artísticas emergentes, ha valorado qué tipo de intervenciones de sensibilización y cooperación deberían ser consideradas actividades de transferencia por su repercusión social, de manera que se luche por su reconocimiento por parte de ANECA. Por último, en el congreso Poéticas de Valencia se ha acordado la creación de una asociación profesional de educadores en arte que favorezca la defensa de los derechos de la educación artística ante instituciones y representantes políticos, planificando el inicio de la redacción de los estatutos y estudiando el futuro nombre de la asociación. Se ha expuesto la necesidad de vincularla a INSEA (International Society for Education through Art), la asociación de mayor prestigio internacional en la enseñanza artística.

Esta línea de coordinación y organización del profesorado de educación artística representa la continuación de la defensa de los contenidos artísticos en la enseñanza, una inquietud que dio lugar a la plataforma #EducaciónNoSinArtes (https://educacionnosinartes.wordpress.com) en el periodo de debate del anteproyecto de la LOMLOE. En la creación de esa plataforma participaron más de 200 docentes de las universidades españolas que, a través de congresos como el que acaba de celebrarse en Valencia y diversas actividades de reivindicación, quieren seguir dando visibilidad a la educación artística en la sociedad en general y defender su importancia y reconocimiento en el sistema educativo. La tercera edición del congreso de educación artística tendrá lugar en la Universidad de Granada en el año 2024.

Web del congreso Poéticas. II Congreso de educación artística: https://www.uv.es/creari/poeticas/

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Cuando aprendimos que el fútbol era la vida. Diez vivencias en recuerdo de Diego Armando Maradona

27/11/2020 por Rafael Marfil-Carmona 2 comentarios

Este texto es el resultado de un esfuerzo didáctico. Y sé que en día y medio sin Maradona ya se ha escrito tanto sobre él para hartar a cualquiera, y para hastiar a las personas que, por suerte o desgracia, no conocieron sino la faceta mediática del astro argentino durante los últimos tristes y lamentables años. Es a esa gente a la que dedico este intento por diseccionar y fragmentar las dosis de nostalgia que nos ahogan desde el pasado 25 de noviembre de 2020, que nos hacen echarnos de menos. Por ello, no hablo de la realidad, sino de lo que ha sido mi visión de Diego Armando Maradona, pero estoy seguro de que lo podría hacer en nombre de miles o de millones de personas. Por eso mismo, esta discusión, de producirse, sería psicológica o teológica, no racional. La conclusión, la anticipo, es que no se trata de una figura impecable en lo futbolístico y denostable en lo personal. La óptica es diferente: es desde el fútbol que se emitió una señal para el aprendizaje vital, humano y social. Y de ahí el mito, que habla de nosotros/as. Es lo que intentaré explicar, no sin cierto pudor por lo autobiográfico. Pero es que, si no es así, con dosis de valentía y sinceridad, se acaba por no compartir nada.

Podría reactivar este blog con mis cosas, con temáticas como el análisis de la imagen, la semiótica, la didáctica, la comunicación visual y audiovisual, el arte. Pero se trata de un post urgente, que tiene prioridad y creo que habla de mí pero, a la vez, explica lo que sienten millones de personas en el mundo. Vaya por delante que no se trata de un personaje ni una persona ejemplar, que no resiste un análisis frío si no se tiene en cuenta todo lo que intento expresar a continuación.

Portada del diario AS el 26/11/2020
Portada del diario AS el 26/11/2020

La primera cuestión, clarísima, es que, si no viviste todo esto en los años ochenta y dentro de un terreno de juego, es normal que no se entienda nada y que la intensidad de miles de argentinos, hinchas y gente de toda condición, ha llevado a despedir a un futbolista como a un ídolo de masas y un líder de no se sabe muy bien qué. Se pide, por tanto, un ejercicio de empatía, de curiosidad antropológica y de inmersión en lo que puede que no sea tu mundo. Yo lo hice con el Reggaetón y hoy día bailo Zumba. Todo es posible.

La segunda, que en realidad es la primera gran lección, llegó “para quedarse”, como nos ha dado por decir, hace muchas décadas. Y fue gracias a Maradona: se constató que había que ser pobre para jugar bien al fútbol. Y eso motivó mucho, muchísimo, al personal, que ya lo intuía. Claro, era estadística. Daba igual que fueras pobre o rico, pero la mayor parte de la humanidad no era rica y fue descubriendo que se podía llegar a la cima del mundo, representada por el trofeo de un mundial, sin haber asistido a un colegio de pago. Maradona confirmó para siempre esa realidad. Los ricos, por primera vez, tenían un hándicap. Y como es mi blog y hablo de mí, lo afirmo. Mis zapatillas caras, recién estrenadas, aunque yo era de una economía media, de nada servían ante aquel niño humilde del equipo rival, que había heredado unas viejas deportivas de su hermano. Era toda una lección de vida.

Se pide, por tanto, un ejercicio de empatía, de curiosidad antropológica y de inmersión en lo que puede que no sea tu mundo

Una tercera cuestión, menos importante pero muy simbólica, era la melena. En los años 80, si no tenías melena, ibas a jugar peor al fútbol. Eso era también así. A veces, casi mejor que ni lo intentaras. Mi hermano, el hermano real, no el alter-ego de construcción social de hermano mayor que fue Maradona, era clavado a Diego Armando. Y jugaba al fútbol, y en el centro del campo. Y federado. Como el pequeño Lalo, al que acogimos con entusiasmo en el Granada C.F., yo fui y sigo siendo, hermano de Dios. De aquel tiempo, sin mover un dedo, todavía mi entorno idolatra a ese hermano real mío, que actuaba como Diego Armando: tenía técnica. Te ganaba, si quería, pero no te humillaba. Te pasaba el balón, te escuchaba y, eso sí, una frase suya quedaba escrita en piedra. Era un liderazgo mesiánico, que pude vivir en unos años fugaces. A lo mejor todo eso fue casualidad, pero si no lo escribo aquí, hoy, puedo olvidarlo. Y sería una pena. Los amigos de la infancia saben de lo que hablo y sintieron lo mismo con los hermanos mayores de aquella época, que ligaban un montón porque tenían melena y sabían regatear.

Portada del diario Clarín el 26/11/2020
Portada del diario Clarín el 26/11/2020

Una cuarta cuestión, que terminaba ya de socializar y democratizar el firmamento, era que ser bajito y fuerte era casi condición indispensable para ser bueno de verdad en ese deporte. Si lo pensamos, al no ser rico, dejarse greñas y ser bajito estábamos haciendo una llamada a un porcentaje altísimo de la humanidad. Si veías alguien así, sabías inmediatamente que el fútbol era lo suyo. Despertaban un genio y un nervio en el campo que era desconocido en sus vidas. Quizá era triste, pero así eran las cosas. Después del partido, no eran nadie. Los de más de metro ochenta se fueron en peregrinación a las canchas de baloncesto, y crearon una narrativa calma, centrada, de fair play, que aprendía inglés con la NBA y que fue ganando adeptos en los tiempos de la moderación. Huyeron del soez espectáculo futbolístico de la plebe. Yo he visto muchos partidos de baloncesto y he jugado algo. Mis respetos.

Los de más de metro ochenta se fueron en peregrinación a las canchas de baloncesto, y crearon una narrativa calma, centrada, de fair play

Quinta y verdaderamente importante: con él se consolidó el fútbol moderno. Había que ser fuerte y hábil. Había que ganar. Y no debías olvidar la creatividad y la belleza. Y tenías que amar al fútbol y a tus compañeros sobre todas las cosas. Y luego, es verdad, había que devorar el mundo en todos los sentidos. Y pasó lo que pasó con la figura de Diego Armando, décadas después. Y tuvimos que sufrir viendo ese deterioro. Vuelvo al escenario anterior: aquel joven humilde, con ese aspecto, se plantaba ante ti en el campo de tierra de los paseíllos universitarios, o en Haza Grande, o en el estadio del Vandalia, en Peligros (Granada), que vestía de azulgrana, para infundir más terror, si eso era posible. Y si en los minutos previos lo veías manejar el balón, superar 15 o 20 toques sin problemas, retener el esférico en su cabeza, te arrepentías profundamente de no haber seguido especializándote en el tenis de mesa, al que llamábamos pin-pong, porque esos tiempos de campos de arena y polvo no eran nada glamurosos. Y si llevaba una camiseta con un 10 a la espalda o las botas sucias, viejas o desatadas, era el momento en el que te arrepentías completamente de jugar ese partido. Sentías pavor. Luego, si le ganabas, si lo superabas, era como ganarle un poco a alguien como Maradona. Y te reconciliabas con el mundo. Pero el susto inicial no te lo quitaba nadie.

Portada de La Razón, 26/11/2020
Portada de La Razón, 26/11/2020

La aportación de Maradona fue táctica, creativa, estratégica. El regate con el exterior, bien con el balón pegado o dándole distancia, era la mejor actualización de Di Stéfano, pero con una gama tan amplia de recursos que lo hacía inigualable hasta ese momento. Si alguien quería ser Maradona, y todo el mundo quería ser como él, tenía que enamorarse de la pelota, obsesionarse con ella. Esa gente, terminaba el partido y seguía tocando el balón, como en un entrenamiento lúdico e infinito. En aquella época, solo los profesionales se duchaban después. Y no había ningún problema de higiene. Los entusiastas, ensoñando, se quedaban solos con el balón. Intentando dar un toque más, retenerlo en la cabeza, hacer un frontón contra una pared que te estaba esperando para afinar la puntería. Y solo la caída de la noche te llevaba obligado a casa. Tengo que recordar que, en aquellos tiempos, un tipo de regate imperaba durante una temporada, como si fuera una moda. Lo repetías hasta interiorizarlo totalmente: un reto que te llevaba meses o años. Un secreto a voces. Y los demás se daban cuenta, claro, y te lo hacían cada vez más difícil. Con el interior, túnel (hoy día le llaman caño), autopase, control orientado, exterior pegado al pie, exterior largo, amagos de todo tipo, vaselina, filigranas de mayor nivel, etc. No los sé enumerar ni describir muy bien, pero Maradona tenía siempre a punto la técnica más adecuada del repertorio. Véanse sus cientos de goles en una maratón televisiva estos días.

En la época de Gento y Di Stéfano, los jugadores eran señores, y no roqueros ni gente de barrio, como el periodo que inauguró Maradona. Un arrabalero así daba esperanza al argentino más olvidado. Una mujer, no muy mayor, en su funeral, aseguró que “Diego” había sido la única ilusión de su infancia. Como trabajo 16 horas de ordenador al día, no me costó monitorizar su funeral y escuchar a los que desfilaban para decir adiós y que, posiblemente, estaban sintiendo todo eso que estoy intentado explicar. También a mí me sirvió de despedida, lo reconozco.

En aquellos tiempos, un tipo de regate imperaba durante una temporada, como si fuera una moda. Lo repetías hasta interiorizarlo totalmente. Empezaba como un secreto y todo el mundo se daba cuenta

Y ahí llega mi sexta cuestión, el ensueño y la realidad. Al emular al que era el más grande, lo encumbrábamos más sin querer. Como no lo teníamos todo (repaso: melena, fuerza, talento, ser bajito, ser de un barrio pobre y que la pelota se pegue a tus pies como un imán), empezamos a conformarnos con ser D. Alfredo y correr la banda, no era poco; ser Gordillo si lo hacíamos desde la defensa por un lateral; Stielike si creíamos en nosotros mismos para salir con el balón controlado desde el centro de la defensa (A hacer eso, en el Granada C.F. se le podría llamar se Lina, que jugó aquel amistoso con Maradona); ser Johan Cruyff si decidíamos correr como si no hubiera un mañana, y meter goles despiadadamente, y ser casi Maradona; ser Schuster si, con el paso de los años, nos íbamos especializando en pases de 40 metros (mi hermano fue Schuster después), o si queríamos demostrar que con ese aspecto caucásico y pelo lacio se podía ser un crack; ser Zinedine Zidane si teníamos vocación de director de orquesta y pensador en lo futbolístico; ser Butragueño o Raúl si, haciendo un poco más de palomeros de la cuenta, decidíamos instalarnos en el área contraria; ser Ronald Koeman si nuestra especialidad eran, exclusivamente, las faltas por las escuadra; ser Mágico González si, con ese temible aspecto, decidíamos tocar el cielo solo durante unos instantes, y luego desaparecer y regodearnos. Y así, describiendo esa fragmentación, podría seguir hasta el infinito, dependiendo del año y la Liga. Pero siempre, si eras el mejor, eras Maradona.

Nos conformábamos con ser Schuster si, con el paso de los años, nos íbamos especializando en pases de 40 metros. También podíamos ser Zinedine Zidane si teníamos vocación de director de orquesta y pensador en lo futbolístico. Pero siempre, si eras el mejor, eras Maradona

Portada del diario Marca, 26/11/2020
Portada del diario Marca, 26/11/2020

En cualquier caso, en esa dispersión, el mejor seguía siendo uno. Los demás, ejercían su apostolado como buenamente podían. Y llegaba la séptima enseñanza o vivencia, que descubrías con el tiempo, décadas después. Maradona, fuera de la cancha, no te humillaba. Cuentan que te apreciaba y te ayudaba, ya fueras un pibe de su barrio, un sintecho de Barcelona, el papa o Fidel Castro. Era un buen tipo, o lo parecía. Y seguramente siempre lo fue, al menos según su círculo más íntimo. Por el contrario, Cristiano Ronaldo llegó para insinuar lo contrario: había que ser enemigo y rival siempre, dentro y fuera. No bastaba con ganar: el otro tenía que perder. Tanto, que la belleza de la jugada no importaba, sino dar un efectivo puntapié. Y para ese viaje, la verdad, no hacían falta esas alforjas. Y la actualización de una idolatría de Instagram y abdominales como tabletas de chocolate hizo el resto. Y todo se volvió grotesco, repleto de ninis y selfies. Años antes, el colombiano Diego Valderrama, con sus tirabuzones, ya anticipó que esa melena dejaba de ser una seña de identidad y no garantizaba nada. Maradona ya se venía pelando hacía años. Otros tiempos.

Por todo ello, pensar que reconocemos al Maradona futbolista, pero no a la persona, es no comprender el sentido del fútbol y del deporte, que es una forma de expresar nuestra visión de la vida. Y Maradona, como intentaron millones de personas, pintó un lienzo inigualable e hizo un ensayo magistral para explicar el mundo. Y lo hizo desde su básica y enérgica personalidad, desde su aire napoleónico para “afrontar las grandes batallas”, como ha descrito magistralmente Jorge Valdano en El País. Esa manera de andar rápido, cogiendo la pelota con una mano al salir del vestuario, asumiendo el liderazgo, era pura ilusión. Sin ambages, sin adornos, como llamando a la asertividad. Luego, entre todos, lo encumbramos tanto que él solo cayó rodando desde esa gran cima. Su aproximación a la izquierda latinoamericana hizo que mucha gente de derecha lo despreciara. Normal. Llevaba tatuado al Ché y a Fidel. Eso, además, nos hizo a algunos aproximarnos más todavía al personaje, también por una extraña empatía emocional que no resiste el más mínimo análisis racional.

Y llega una octava cuestión, a comprender en clave española, y que no es fácil explicar. Amar a Maradona era la forma de hermanarnos con Argentina. Si todo un pueblo lo idolatra, yo también. Quizá esté en el inconsciente de la culpa por la colonización americana. O en el gusto por escuchar ese castellano italianizado, esa cadencia al hablar. No estoy muy seguro. Pero respetar a Maradona, incluso en estos últimos días, es la forma de decir te quiero, luchemos juntos, a un pueblo hermano. Y en mi caso, muy particular, el amor por su música y sus cantautores, su literatura, sus costumbres, además de la pasión concreta por el tango, hacen que ya todo sea un bloque, indivisible e innegociable. Y por eso nos gusta escuchar y leer a Jorge Valdano, y porque un uso concreto del lenguaje genera, a veces, un pensamiento realmente lúcido. A lo mejor por eso, las actuales generaciones bilingües no terminan de articular un pensamiento sólido. Nosotros, en España, nunca le llamamos Diego. Para nosotros y nosotras era Maradona, como si quisiéramos dejar esa confianza para los suyos.

En un terreno de juego, Maradona pintó un lienzo inigualable e hizo un ensayo magistral para explicar el mundo. Y lo hizo desde su básica y enérgica personalidad

Y eso lleva a la novena certeza: nos alegra que pierda Inglaterra hasta en las canicas. Y vamos con Argentina. Quien sea un british y sienta pasión por los Beatles, el Soho y por la hora del té no comprende esto. Otros somos de Calamaro, es así. La selección española estuvo ausente durante muchos años, y en mi país siempre íbamos con Argentina o Brasil en las grandes semifinales o finales. A la selección carioca la apoyábamos porque amamos a Pelé, que es todo lo bueno que vengo diciendo de la vida y del fútbol, y mucho más. Y porque a nadie le puede caer mal un pueblo como el brasileño. Y no es casual que lo cite el penúltimo en este texto. El reto de este deporte es ganar a Alemania, casi exclusivamente. Pero si no se diera el caso, que pierda Inglaterra es magnífico, gane quien gane. Su endiablado idioma nos influye, me condiciona, para no entender nada de esa cultura, por más años que pasen. Y la “mano de Dios” hubiera sido algo reprochable en cualquier caso menos ese día de México 86. Valía cualquier método para conseguir la revancha de Las Malvinas. Somos muy felices al recordarlo. Nunca habíamos visto a un genio vengándose en nombre de un pueblo con aquel aire mítico. Y lo rememoramos en nuestra mente. Tampoco resiste un análisis sosegado de lo ejemplarizante que hubiera sido el dichoso fair play. Lo sé.

La falta de respeto del Daily Star en su portada, el 26/11/2020, con Maradona de cuerpo presente
La falta de respeto del Daily Star en su portada, el 26/11/2020, con Maradona de cuerpo presente. Se pueden recorrer las portadas en okdiario.com, haciendo link aquí.

Nosotros, en España, nunca le llamamos Diego. Para nosotros y nosotras era Maradona, como si quisiéramos dejar esa confianza para los suyos

Y la décima evidencia. Messi es quien es porque quiso ser Maradona. Y ha sido el único que casi lo consigue. Y por eso nos hace dudar al asegurar quién es el mejor de todos los tiempos. Pero no podemos olvidar todo lo anterior para comprender esta comparativa. Y dicho esto, el gran error de Maradona fue creérselo, autoidolatrarse, entrevistarse a sí mismo, asumirse como un Dios. Sin embargo, su imperfección, que no resiste un análisis cabal ajeno a todo esto, insisto, lo encumbró más. Tengo esa sensación. Recordemos aquello de ver perder a alguien como Maradona. Lo humaniza, lo acerca, se le quiere incluso más. Y, como estoy seguro de que alguien hará la crónica de esos errores mejor que yo, he resumido esas 10 cuestiones tan personales y mitómanas, que solo ha vivido media humanidad, para explicar por qué nos vamos a echar tanto de menos con la pérdida de Diego Armando Maradona. Se va parte de mi infancia, de mi ilusión, de mi propio hermano real, de lo que pude compartir con gente tan querida, pero se queda esa emoción del 10 que permanecerá siempre. Y escribo todo eso sin ser un acérrimo futbolero, aunque parezca lo contrario. Hay que imaginar qué puede pensar o sentir una persona de Argentina, de mi generación. Por eso, estos días no estamos hablando de Maradona, sino de nosotros mismos, y de nosotras mismas. Por todo ello, este esfuerzo biográfico por compartir es un texto que podría haberse titulado “De Dioses y hombres”. Gracias, Diego Armando, por esa eterna ilusión.

Las portadas de la prensa mundial rinden homenaje a Diego Armando Maradona | Goal.com
Las portadas de la prensa mundial rinden homenaje a Diego Armando Maradona | Goal.com 26/11/2020
Para citar este post: Marfil-Carmona, R. (2020, 27 de noviembre). Cuando aprendimos que el fútbol era la vida. Diez vivencias en recuerdo de Diego Armando Maradona  [Entrada en un blog]. Imaginado. Recuperado de https://blogs.ugr.es/rafaelmarfilcarmona/2020/11/27/cuando-aprendimos-que-el-futbol-era-la-vida
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Publicado en: Opinión y análisis Etiquetado como: Deporte, Fútbol, Recuerdo personal

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